Vigen que se muestra en la catedral de Astorga |
Queridos hermanos: Paz y Bien
Estamos ya en mayo. El mes de María. Ella es recordada de
muchas formas este mes. Todas ellas nacen del amor y desde la referencia de
Jesús, que es el que la hace tan importante para nosotros.
Es una de las muchas formas con la que recordamos y
celebramos a nuestra Madre. Solo hay que ver la cantidad de advocaciones con
las que la celebramos. No creo que haya muchos pueblos y ciudades que no tengan
su propia advocación y fiesta. No es raro encontrarse entre nosotros a “Inmaculadas”,
“Remedios”, “Caminos”, “Camas” y muchos otros nombres que salen de los títulos
de la Virgen.
Pero lo más sorprendente es que el amor que sentimos por
ella nace de un dato que no podemos esconder, ni falta que hace. Sabemos muy
poco de nuestra Madre. Algunos estudiosos opinan que si María no aparece mucho
en los evangelios es porque era ya una figura tan conocida que no necesitaba
ser presentada.
No lo discuto, aunque no necesariamente esté de acuerdo.
Pero ese silencio es especial. Nos hace movernos entre el deseo de saber qué
pasó en todos esos años de Nazaret y el aceptar que, como nosotros ella tiene
todo el derecho del mundo a tener una intimidad familiar que no sea pública.
Cierto es que ha habido intentos de reconstruir esos años.
Muchos de los llamados evangelios apócrifos nos transmiten historias que quedan
fuera de la cronología de los evangelios canónicos. Algunas han permanecido en
nuestra espiritualidad, como el nombre de los padres de María o algún milagro
del niño Jesús. Otros nos harían sorprendernos ya que son historias increíbles.
Pero para mí hay algo claro. La fe que María muestra en cada
uno de los episodios en los que aparece me hace afirmar que esa fue la tónica
general de María. Ella no era la que vivía la fe solo los sábados o en el
hipotético día de la procesión de Semana Santa. Toda su vida, la pública y la
privada está marcada por la fe. El silencio de María no puede significar en
ningún momento un ateísmo o una increencia.
Por eso creo que falta una fiesta en el calendario litúrgico:
“Santa María de la Rutina”. Un día para recordar a María yendo a por agua o
limpiando la cueva de Nazaret. O jugando con el niño Jesús, o acompañando a
José a la cosecha o la vendimia. Es decir, recordar a María viviendo su fe día
a día.
Esta fiesta nos sirve a todos nosotros para eso mismo.
Acogernos bajo el manto de María para poner en sus manos nuestras actividades
diarias. También nosotros en el trabajo, en el mercado, con la familia y los
amigos hemos de vivir como cristianos. Cada acción nuestra es una invitación a
que la vivamos desde la fe.
Por eso os invito a que acudamos a Santa María de la Rutina
cada día, para que demos un “sí” al Señor como ella lo dio constantemente. Para
que, cuando lleguen los momentos intensos de la vida, como le ocurrió a ella,
podamos responder desde la fe, como ella nos enseña.
Paz y Bien.
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