DESDE la tierra al aire y desde el agua al fuego,
y regresar mil veces desde el fuego a la tierra
y desde el aire al agua, combinando en mil formas
los elementos puros de la vida, de acuerdo
con el tenaz designio y el impulso de un orden.
Sin principio ni fin, indeclinablemente.
Y acatar el designio del ser, que se pronuncia
en un hombre, en un pájaro, un árbol o una piedra,
y allí respira y canta, allí crece o se abisma
un minuto, años, siglos, y luego se diluye
y brota de otro modo en otra parte, en otra
latitud del espíritu que determina el ritmo
de cuanto fue creado. Porque hay acabamiento
--polvo, fragmento triste, mandato de la muerte--
sólo en las ilusorias y caducas presencias
que la materia finge y sin pausa abandona,
no en lo que indivisible y luminoso habita
la casa sosegada de lo eterno.
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La página 121 del poemario
Oír la luz
regala estas palabras
con las que
Eloy Sánchez Rosillo
serena nuestros corazones.
--
Víctor
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