El pasado sábado 30 de Octubre celebramos en la parroquia los 50 años de vida religiosa capuchina del Hno. Angel Gajate. Comenzamos los preparativos antes del verano. Lo primero: fijar el día de la celebración, puesto que el aniversario era el 15 de Agosto, con la mitad de la parroquia de vacaciones. Ya mediados de septiembre pusimos manos a la obra.
Se hicieron invitaciones sencillas y familiares, que el hno. Angel firmó y entregó personalmente a todos los miembros de la comunidad parroquial; se distribuyeron tareas: coordinación con la familia, preparación de la eucaristía, organización festiva, regalos y participación de los más pequeños en el evento, al que se quiso dar un sentido vocacional.
Y llegó el día D. A las 8 en punto de la tarde comenzamos con el acto central, la Eucaristía, presidida por el Ministro Provincial fr. Fidencio González, al que acompañaron los miembros de la fraternidad de Vigo, así como fr. Jesús G. Castañón y fr. Felipe Tejerina (que también ha celebrado las bodas de oro religiosas este año). Hizo la monición de entrada el párroco y guardián fr. Benjamín, resumiendo datos biográficos del Hno. Angel: lugar de nacimiento, familia, vocación, estudios, profesión, trabajos y tareas que ha desempeñado en la Orden a lo largo de estos 50 años, lectura que se acompañó con la proyección de fotos relacionadas con cada uno de los acontecimientos que se narraban. Especialmente emotiva fue la renovación de su compromiso religioso. Toda la celebración fue una auténtica acción de gracias al Señor. Estaban presentes varios hermanos del hno. Angel y prácticamente todos sus sobrinos; la iglesia llena a rebosar, y la coral parroquial se encargó de los cantos.
A continuación llegó la parte festiva: exposición de los trabajos de los niños de catequesis alusivos a la persona y vocación del P. Angel (se notó la mano de algunas catequistas); y entrega de regalos en el salón de actos, precedida el canto de los Parabens (felicidades a la gallega). Entre paquete y paquete (y fueron bastantes), se leyeron composiciones literarias dedicadas al homenajeado que en ocasiones nos hicieron sonreír (y también carcajear) recordando peripecias vividas en la parroquia.
Y como en toda celebración que se precie, rematamos con la merienda (estupenda según el sentir de los invitados): un momento de compartir y departir, de cantar canciones gallegas, castellanas y mixtas, y algún que otro intento de bailar jotas. En resumen, como opinaba una feligresa, nos hemos sentido una gran familia, familia que celebraba la vocación y perseverancia en el servicio a Dios de uno de sus miembros: ¡enhorabuena, hno. Angel!
Conchi Martín
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