San Pio es uno de esos santos que me han pillado por sopresa. Le conozco desde el noviciado, cuando él era todavía un beato. No me llamó mucho la atención, para que mentir. Siempre ha sido para mí más llamativo el caso de San Leopoldo de Mandic. Son, sin duda, dos personajes muy similares, de la primera mitad del siglo XX, ambos sacerdotes, ambos italianos, ambos entregados a sus hermanos de comunidad cristiana y, cómo no, franciscana. Pio estigmatizado, y Leopoldo martir del confesionario y de la unión con los ortodoxos.
Otro día hablaremos del fraile de Castelnovo. Hoy es el día en que el de Pietrelcina es una referencia para nosotros, es el hermano que sigue pidiendo por todos ante el Padre, tal como hizo en vida.
Una vida que no fue un camino de rosas. La enfermedad primero, los episodios con el diablo, el dolor de los estigmas, las pruebas de fe, las criticas, las prohibiciones eclesiales, las dudas de sus hermanos, una fama que nunca quiso... Se ven desde fuera y se podría pensar que Pio era o carne de frenopático o candidato a la depresión, por lo menos.
Y sin embargo siempre estuvo al pie del cañon. Gran parte de su vida la paso en el pueblecito de san Giovanni Rotondo, pero para nada fue ua vida retirada, a no ser que se cuente el tiempo en que el que no podía ni confesar ni celebrar la misa en la iglesia. Fue una vida enregada a los hermanos en todos los aspectos de su vida. Como fraile capuchino su actividad fue la de la acogida, la solidaridad y la preocupación por los más sencillos. Desde bien pronto Pio quiso que la preocupaciones de los otros fueran más importantes que las suyas propias, tanto que ya las conocía incluso antes de que las personas se las dijeran. Un anecdota que me impresionó y qu habla de esa preocupación era la de informar a la gente sobre el estado de sus familiares que estaban en el frente. Puede parecer una frivolidad, jugar con la gente, o puede verse también como un ejemplo de que Pio también estaba preocupado por aquellos que preocupaban a los demás. Supongo que para én no sería nada fácil comunicar que alguien había muerto en una batalla. Su dolor sería el mismo al del familiar que se enteraba de la muerte.
Desde ahí es desde dondo se puede explicar "La Casa del Alivio del Sufrimiento", entre otras cosas. Por lo que sé hoy San Giovanni es un pueblo grande que tiene como centro el convento y la iglesia de los capuchinos, donde están los restos de nuestro hermano. Cuándo el llegó era un pueblo pequeño en la montaña mal comunicado y sin apenas servicios básiscos, y, por supuesto, sin nada parecido a un hospital. Pio vió esa necesidad y lucho para que sus paisanos, que ya lo eran más que los de Pietrelcina tuvieran un sitio donde acudir con la misma confianza y la misma gratuidad con la que se acercaban al Señor en la Iglesia. Asi surgió un proyecto que empezó como algo pequeño y que ha acabado siendo uno de los mejores hospitales privados de Italia, pero sin perder ni un sólo ápice de la filosofía y espiritualidad con que Pio la fundó. Casa de acogida, de sanación, de acompañamiento pensada y dirigida a los más necesitados de la zona.
Y esa preocupación también la expresaba en su función sacramental. Sus misas eran largas, pausadas, místicas. Pero eucaristías que Pio sabía que celebraba para los demás. Por eso la prohibición de celebrarlas delante de la gente fue de dureza extrema para este santo, no tanto por la prohibición sino por no poder comparitr al Señor con los demás.
El confensionario es otro de los lugares donde la acogida, la preocupación, el amor y el deseo de acercar al amigo y al Señor se unen en una sinfonía de paz. Sin duda lo sacramental era importante para un hombre que se educó en la teología preconcilar, pero también fue siempre alguien que amaba. Era capaz de ser el hombro en el que llorar, la sonrisa que apoya, la mirada solidaria, la palabra de apoyo, la caricia que anima y, porque no, la bofetada que despierta al equivocado. Un verdadero hermano, o por lo menos yo lo veo así. Porque ni en ese campo se viuo libre de la duda y la persecución: Un caso todavía no claro, por lo menos para mí, ya que se sabe que sus confesiones llegaron a ser grabadas para ver de que hablaba con los penitentes. Y nada si ha rsponsabizado. Incluso las biografías no se ponen de acuerdo, ya que algunos acusan a los frailes y otros a las autoridades eclesiásticas. No sé si nunca lo sabremos.
Pero más allá de ese episodio el confensionario fue lugar de amor. Tanto Leopoldo como Pio lucharon por recuperar esa concepción en el auge de la época que hablaba de la dureza y rigidez de ese sacramento. Una anecdota que me gusta contar sobre san Leopolodo, y que, seguramente Pio conocía también, es que acusaron a Leopoldo de tener la manga ancha en cuanto a las penitencias que imponía. Leopoldo lo que hizo fue señalar al crucificado y preguntar "¿Y ese que manga tiene?
Y todo arranca de una sola cosa, aunque a algunos les pueda parecer raro: Su experiencia de Dios es vital para entender como un hombre puede aguantar 50 años con unas heridas abiertas en las manos, pies y costado; perseguido, criticado, tachado de enfermo o loco... y encima se capaz de contar chistes.
No digo que no le importaran las pruebas. Debieron doler y no poco. Pero el entendió que había algo más importante, vital y definitorio: EL AMOR DEL PADRE. Toda una experiencia que le lanzó a lo desconocido, a la sequedad del desierto, a la busqueda de una "Tierra Prometida" para él y para los suyos, sobre todo a los suyos.
Más de una vez dijo que dedicaba tanto tiempo a orar por los demás que había veces que no le daba tiempo a pedir por sí mismo. Cómo si eso fuera malo. Díficil de conseguir me parece mas correcto. ¡Qué fácil es pensar en uno mismo! No estoy diciendo que eso sea malo, pero un riesgo que tenemos la mayoría es pensar más en nosotros que en lo demás. Pio parece que no tenía ese problema.
Su oración no era un refugio de los problemas, un huir de la realidad para no enfrentarse a todo lo que le asediaba. Nuestras Constituciones acuales, que Pio no conoció ( y no sé si decían algo parecido, aunque me da la impresión que sí), dicen que la oración tiene que nacer de la vida concreta para que nos lleve a Dios, y el encuentro con Dios nos tiene que llevar a la vida de una manera nueva, más acorde con Dios.
Pio vivía eso, experimentaba eso. Por eso su esfuerzo de oración fue tan contagioso. Sus "Grupos de Oración" son un esfuerzo común de toda la iglesia para pedir por la paz en un tiempo muy difícil, la Segunda Guerra Mundial, pero que con el ejemplo y testimonio de Pio cuajó en algo que superó a "La Casa del Alivio de Sufrimiento", donde surgió, San Giovanni Rotondo, al propio Pio e, incluso, a la propia Iglesia Católica, que quiso limitar la fundación de nuevos grupos.
Una cosa que sí me gusta de Pio es precisamente que casi todas las cosas que hizo son imitables, son cosas que nosotros podemos hacer. Incluso los estigmas, aunque suene raro. Tanto fue la identificación de Pio con Cristo que tuvo llegó a parecerse a él fisicamente. Y lo de parecerse a Cristo para nosotros no es una opción, no debería serlo. Tenemos que que parecernos a Cristo, esa es nuestra meta, nuestro objetivo y, debería serlo sin duda, nuestro deseo.
Como dice el ritual de Bautismo: "Los santos nos demuestran que es posible corresponder a la gracia del bautismo".
Así que, como dijo alguien que yo sé: "el que tenga oidos que oiga". Y como dijo Francisco: "Comencemos hermanos, que hasta ahora nada o poco hemos hecho2.
Otro día hablaremos del fraile de Castelnovo. Hoy es el día en que el de Pietrelcina es una referencia para nosotros, es el hermano que sigue pidiendo por todos ante el Padre, tal como hizo en vida.
Una vida que no fue un camino de rosas. La enfermedad primero, los episodios con el diablo, el dolor de los estigmas, las pruebas de fe, las criticas, las prohibiciones eclesiales, las dudas de sus hermanos, una fama que nunca quiso... Se ven desde fuera y se podría pensar que Pio era o carne de frenopático o candidato a la depresión, por lo menos.
Y sin embargo siempre estuvo al pie del cañon. Gran parte de su vida la paso en el pueblecito de san Giovanni Rotondo, pero para nada fue ua vida retirada, a no ser que se cuente el tiempo en que el que no podía ni confesar ni celebrar la misa en la iglesia. Fue una vida enregada a los hermanos en todos los aspectos de su vida. Como fraile capuchino su actividad fue la de la acogida, la solidaridad y la preocupación por los más sencillos. Desde bien pronto Pio quiso que la preocupaciones de los otros fueran más importantes que las suyas propias, tanto que ya las conocía incluso antes de que las personas se las dijeran. Un anecdota que me impresionó y qu habla de esa preocupación era la de informar a la gente sobre el estado de sus familiares que estaban en el frente. Puede parecer una frivolidad, jugar con la gente, o puede verse también como un ejemplo de que Pio también estaba preocupado por aquellos que preocupaban a los demás. Supongo que para én no sería nada fácil comunicar que alguien había muerto en una batalla. Su dolor sería el mismo al del familiar que se enteraba de la muerte.
Desde ahí es desde dondo se puede explicar "La Casa del Alivio del Sufrimiento", entre otras cosas. Por lo que sé hoy San Giovanni es un pueblo grande que tiene como centro el convento y la iglesia de los capuchinos, donde están los restos de nuestro hermano. Cuándo el llegó era un pueblo pequeño en la montaña mal comunicado y sin apenas servicios básiscos, y, por supuesto, sin nada parecido a un hospital. Pio vió esa necesidad y lucho para que sus paisanos, que ya lo eran más que los de Pietrelcina tuvieran un sitio donde acudir con la misma confianza y la misma gratuidad con la que se acercaban al Señor en la Iglesia. Asi surgió un proyecto que empezó como algo pequeño y que ha acabado siendo uno de los mejores hospitales privados de Italia, pero sin perder ni un sólo ápice de la filosofía y espiritualidad con que Pio la fundó. Casa de acogida, de sanación, de acompañamiento pensada y dirigida a los más necesitados de la zona.
Y esa preocupación también la expresaba en su función sacramental. Sus misas eran largas, pausadas, místicas. Pero eucaristías que Pio sabía que celebraba para los demás. Por eso la prohibición de celebrarlas delante de la gente fue de dureza extrema para este santo, no tanto por la prohibición sino por no poder comparitr al Señor con los demás.
El confensionario es otro de los lugares donde la acogida, la preocupación, el amor y el deseo de acercar al amigo y al Señor se unen en una sinfonía de paz. Sin duda lo sacramental era importante para un hombre que se educó en la teología preconcilar, pero también fue siempre alguien que amaba. Era capaz de ser el hombro en el que llorar, la sonrisa que apoya, la mirada solidaria, la palabra de apoyo, la caricia que anima y, porque no, la bofetada que despierta al equivocado. Un verdadero hermano, o por lo menos yo lo veo así. Porque ni en ese campo se viuo libre de la duda y la persecución: Un caso todavía no claro, por lo menos para mí, ya que se sabe que sus confesiones llegaron a ser grabadas para ver de que hablaba con los penitentes. Y nada si ha rsponsabizado. Incluso las biografías no se ponen de acuerdo, ya que algunos acusan a los frailes y otros a las autoridades eclesiásticas. No sé si nunca lo sabremos.
Pero más allá de ese episodio el confensionario fue lugar de amor. Tanto Leopoldo como Pio lucharon por recuperar esa concepción en el auge de la época que hablaba de la dureza y rigidez de ese sacramento. Una anecdota que me gusta contar sobre san Leopolodo, y que, seguramente Pio conocía también, es que acusaron a Leopoldo de tener la manga ancha en cuanto a las penitencias que imponía. Leopoldo lo que hizo fue señalar al crucificado y preguntar "¿Y ese que manga tiene?
Y todo arranca de una sola cosa, aunque a algunos les pueda parecer raro: Su experiencia de Dios es vital para entender como un hombre puede aguantar 50 años con unas heridas abiertas en las manos, pies y costado; perseguido, criticado, tachado de enfermo o loco... y encima se capaz de contar chistes.
No digo que no le importaran las pruebas. Debieron doler y no poco. Pero el entendió que había algo más importante, vital y definitorio: EL AMOR DEL PADRE. Toda una experiencia que le lanzó a lo desconocido, a la sequedad del desierto, a la busqueda de una "Tierra Prometida" para él y para los suyos, sobre todo a los suyos.
Más de una vez dijo que dedicaba tanto tiempo a orar por los demás que había veces que no le daba tiempo a pedir por sí mismo. Cómo si eso fuera malo. Díficil de conseguir me parece mas correcto. ¡Qué fácil es pensar en uno mismo! No estoy diciendo que eso sea malo, pero un riesgo que tenemos la mayoría es pensar más en nosotros que en lo demás. Pio parece que no tenía ese problema.
Su oración no era un refugio de los problemas, un huir de la realidad para no enfrentarse a todo lo que le asediaba. Nuestras Constituciones acuales, que Pio no conoció ( y no sé si decían algo parecido, aunque me da la impresión que sí), dicen que la oración tiene que nacer de la vida concreta para que nos lleve a Dios, y el encuentro con Dios nos tiene que llevar a la vida de una manera nueva, más acorde con Dios.
Pio vivía eso, experimentaba eso. Por eso su esfuerzo de oración fue tan contagioso. Sus "Grupos de Oración" son un esfuerzo común de toda la iglesia para pedir por la paz en un tiempo muy difícil, la Segunda Guerra Mundial, pero que con el ejemplo y testimonio de Pio cuajó en algo que superó a "La Casa del Alivio de Sufrimiento", donde surgió, San Giovanni Rotondo, al propio Pio e, incluso, a la propia Iglesia Católica, que quiso limitar la fundación de nuevos grupos.
Una cosa que sí me gusta de Pio es precisamente que casi todas las cosas que hizo son imitables, son cosas que nosotros podemos hacer. Incluso los estigmas, aunque suene raro. Tanto fue la identificación de Pio con Cristo que tuvo llegó a parecerse a él fisicamente. Y lo de parecerse a Cristo para nosotros no es una opción, no debería serlo. Tenemos que que parecernos a Cristo, esa es nuestra meta, nuestro objetivo y, debería serlo sin duda, nuestro deseo.
Como dice el ritual de Bautismo: "Los santos nos demuestran que es posible corresponder a la gracia del bautismo".
Así que, como dijo alguien que yo sé: "el que tenga oidos que oiga". Y como dijo Francisco: "Comencemos hermanos, que hasta ahora nada o poco hemos hecho2.
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