Soy uno de los nueve. No podía
regresar a decirle: estoy curado.
Tuve urgencia: mi gente, mi ganado,
acaso aquella joven todavía.
Sí, bien sé que no supe lo que hacía,
pero la vida es un día mal contado
que, antes de que se cuente, está pasado
y todo es nada: inanidad sombría.
Ahora asisto a su muerte entre la dura
multitud que me oprime y que lo infama
y crece en mí una torre de ternura.
Esa cruz tan espesa me reclama
y me hace ver que ya no tengo cura:
donde estuvo la lepra hay una llama.
Antonio Sánchez Zamarreño
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