Diario de Jesús -15-

    Pronto me convencí que la tare me desbordaba. Cada vez acudía más gente a escuchar. Si yo lograse suscitar en otros la misma experiencia espiritual que viví, también ellos podrían llevar esa buena noticia a las muchedumbres, no solo en Galilea sino también en Judea.

    Me fijé en los más asiduos en seguirme. Un día a la orilla del lago les dije a Simón y a su hermano Andrés que quería hacerlos pescadores de hombres. Lo mismo les pedía los hermanos Zebedeo. Me parecía que la fraternidad humanan podía ayudar a comprender la fraternidad espiritual. Y otros voluntarios, dispuestos a dejarlo todo para proclamar el Evangelio aceptaron mi invitación. Me emocionó la sencillez de estas personas nada artificiales, espontáneas y también, por qué no decirlo, cortas de luces mentales, con dificultad para entender el misterio del Reino. Habrá que trabajar bastante la dura cerviz, para abrirla a las sorpresas de un Dios enteramente bueno. Los mandé de dos en dos, sin llevar nada, no pan, ni alforja, ni dinero, y con un mensaje sencillo: «El Reino de Dios está cerca». No era necesario más.

    Ellos fueron, y de verdad que el Espíritu de Dios los acompañaba, y la gente se abría a la gracia. Yo aproveché aquellos días para retirarme a la soledad, mientras esperaba su regreso

(Foto: El Lago de Galileá desde la parte alta de Tiberiades Illit, zona judía)

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