Esta tarde la viuda Mikal, que vive en las afueras de Nazaret me mandó un recado para que le arreglara la mesa y unos taburetes de la cocina. Agarré la caja de herramientas unos maderos y fui a su casa. El arreglo fue sencillo: nivelar las patas, poner una tabla de refuerzo y sujetarla con clavos.
Ella contemplaba mi trabajo: “Jesús, eres un buen mozo. Te pareces a tu madre. Y trabajas bien. Toma tu paga”. Me estaba ofreciendo un as. Aquella mujer era pobre. Yo no podía aceptar su dinero. “¡Oh, no, señora Mikal, esto fue fácil, no cuesta nada, lo hice con mucho gusto!” “¿Cuántos años tienes?” “Creo que diecisiete”. “Eres muy joven, pero te casarás pronto, estoy segura. Saluda a Miriam, tu madre. Siempre fuimos buenas amigas”. Anochecía. Volví con mis herramientas cantando. Sin poderlo evitar, la figura de Raquel vino a mí mente, como un rayo de luna
Me encanta esta imagen de Jesús: humano, profundamente humano.
ResponderEliminarMe alegro que te guste. Y ahora es casi una introducción
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