Una lectura atenta de nuestras fuentes no sólo nos presenta el primitivo movimiento de los menores como una verdadera delegación de paz y de reconciliación, sino que nos permite distinguir algunas actitudes esenciales, también hoy, para actuar un proceso de paz y de reconciliación, en una situación empantanada por discordias y luchas. Algunas claves son:
Mantener a Dios al centro de la acción.
Proceder siempre en comunión con fortaleza y sabiduría.
Identificar las verdaderas causas de la violencia y llamarlas por su nombre.
Promover la conversión y reconciliación de todas las partes.
Tratar de sanar y restaurar las relaciones más que resolver los altercados.
Restablecer la justicia como base de la paz verdadera.
Reconocer que todas las relaciones sociales son asimétricas y que toda situación de conflicto implica un desequilibrio y un mal uso del poder.
Mantenerse desarmados.
Rechazar la demonización de una de las partes, y reconocer en todos los hombres y mujeres hermanos y hermanas.
Enfrentar los conflictos activamente, exponiéndose en primera persona y comprometiéndose.
Mantener a Dios al centro de la acción.
Proceder siempre en comunión con fortaleza y sabiduría.
Identificar las verdaderas causas de la violencia y llamarlas por su nombre.
Promover la conversión y reconciliación de todas las partes.
Tratar de sanar y restaurar las relaciones más que resolver los altercados.
Restablecer la justicia como base de la paz verdadera.
Reconocer que todas las relaciones sociales son asimétricas y que toda situación de conflicto implica un desequilibrio y un mal uso del poder.
Mantenerse desarmados.
Rechazar la demonización de una de las partes, y reconocer en todos los hombres y mujeres hermanos y hermanas.
Enfrentar los conflictos activamente, exponiéndose en primera persona y comprometiéndose.
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