V Domingo de Cuaresma, Moniciones

Monición de entrada
En esta quinta semana Jesús nos va preparando para lo que le va a suceder. En el diálogo con los griegos afirma la necesidad cristiana de darse a los otros como camino de crecimiento. Desde el primer momento de su conversión Francisco entendió que darse a Dios iba unido a darse a los hermanos. Sus primeras acciones fueron la reconstrucción de las ermitas que estaban alrededor de Asís y, sobre todo, su atención a los leprosos. Tan importante fue para él el darse de esa manera que, al final de su vida afirmaría, que “El Señor mismo me condujo entre los leprosos, y practiqué la misericordia con ellos. Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuer-po”.
La Palabra de Dios y la comunión con Jesús es la llamada a abrirnos a la realidad doliente de nuestros hermanos.

Acto Penitencial
- Por las veces que cerramos nuestro corazón a nuestros hermanos. ¡Señor, ten piedad!
- Por las veces que cerramos nuestros oídos a las peticiones de ayuda. ¡Cristo, ten piedad!
- Por las veces que preferimos ser egoístas a ser cristianos. ¡Señor, ten piedad!

Monición a las lecturas
Dios se abre paso en nuestra historia. Siempre quiso establecer un pacto de amor con los hombres. A través de los profetas, hoy Jeremías, anuncia un pacto definitivo que se va a basar en el amor y la misericordia. La vida de Jesús, entregada y resucitada como obediencia al Padre es el pacto definitivo de Dios para todos aquellos, judíos y griegos que quieran aceptarla. Una vida que se convierte para nosotros en modelo de imitación y comportamiento.


Peticiones
Elevemos ahora humildemente nuestras súplicas a Dios Padre, por medio de su Hijo Jesucristo, que con su muerte en la cruz ha sellado una alianza nueva y eter-na.
1. Por todos los que formamos la Iglesia, para que los que quieren ver a Jesús puedan reconocerle en los que nos llamamos sus discípulos. Roguemos al Señor.
2. Por las vocaciones a la vida capuchina, para que no falten quienes entre-guen su vida por entero al anuncio del Evangelio. Roguemos al Señor.
3. Por los que gobiernan en el mundo, para que atendiendo y obedeciendo la ley escrita por Dios en sus corazones, renueven por dentro la sociedad. Roguemos al Señor.
4. Por todos los que sufren con Cristo crucificado, para que puedan descu-brirle resucitado en el amor de los creyentes y se sientan fortalecidos en la prueba. Roguemos al Señor.
5. Por todos nosotros, para que mirando a Jesús crucificado comprendamos que sólo el que entrega su vida, a imitación de Cristo, la gana para siem-pre. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, las súplicas de tu Hijo, que, para establecer la alianza nueva y eterna, se hizo obediente hasta la muerte de cruz; haz que, a través de las prue-bas de la vida, sepamos participar íntimamente de su pasión y, alcanzando la fe-cundidad del grano que muere, merezcamos ser reunidos, como cosecha buena, en los graneros de tu reino. Por Jesucristo nuestro Señor.

Antífona de Comunión
Decía san Francisco: “Consideremos todos los hermanos al buen pastor, que por salvar a sus ovejas sufrió la pasión de la cruz. Las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y la persecución, en la vergüenza y el hambre, en la enfermedad y la tentación, y en las demás cosas; y por esto recibieron del Señor la vida sempiter-na. De donde es una gran vergüenza para nosotros, siervos de Dios, que los san-tos hicieron las obras y nosotros, recitándolas, queremos recibir gloria y honor”.

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