Sobre Fr. José Tous y Soler

El próximo día 25 será beatificado este capuchino español, fundador de una congregación religiosa, que vivió, sobre todo en el siglo XIX. Con ese motivo Jauro Möhri ha escrito una carta a toda la Orden Capuchina que habla de nuestro hermano.

La pongo a continuación para que conozcáis a nuestro hermano José:




Carta Circular nº 6 del Ministro General sobre la beatificación del P. José Tous

Beato José Tous y Soler, sacerdote capuchino
(1811-1871)
Prot. N. 00359/10

El próximo 25 de abril, nuestros hermanos capuchinos de Cataluña y las hermanas del Instituto de las Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor, celebran en Barcelona la beatificación de nuestro hermano fr. José Tous y Soler. Toda la Orden está de fiesta con ellos y se une a la alabanza común a Dios por este momento particular de gracia y se alegra de agregar un nuevo beato en la ya numerosa caravana de nuestros santos y beatos. Leyendo sus rasgos biográficos notaréis la luminosidad de esta figura de capuchino obligado a vivir gran parte de su existencia, por razón de las adversidades políticas y sociales de su tiempo, lejos de la fraternidad y en ausencia de una vida fraterna. Fr. José tenía tan integrados los valores de nuestra vida que pudo mantenerse fiel a lo que había profesado incluso en condiciones extremadamente difíciles, pasando de un domicilio a otro. Por donde estuvo, supo insertarse y ponerse al servicio de las personas que le eran confiadas. Se dejaba tocar por las necesidades de la gente, respondiéndoles con concreta eficacia.

El  Beato José Tous y Soler nació y vivió, la mayor parte de su existencia, en España en el siglo XIX. Fue un siglo caracterizado por la elevada inestabilidad política, social y económica, que vio la supresión de las Órdenes religiosas y a veces una verdadera y propia persecución de la Iglesia, con homicidios, con prisión y expulsión de los religiosos de sus propios conventos y, para muchos, la experiencia del exilio forzado. En los años más dramáticos se asistió a tumultos y violentos conflictos, que llevaron a la destrucción de iglesias. Para España el siglo se abrió con la invasión por parte de Francia y se cerró con las guerras de ultramar y la pérdida de las últimas colonias del imperio.

En esta intrincada situación socio-política y en un ambiente fuertemente anticlerical, la Iglesia española se caracterizó, en todo el arco del siglo XIX, por un florecimiento de fuertes personalidades, que supieron afrontar, con la audacia de la fe y el trabajo constante en el ámbito de la educación y de la caridad, los desafíos provenientes del cambio cultural y social, particularmente advertido en Cataluña, donde vivió nuestro Beato.

José  Tous y Soler, nació en Igualada, provincia de Barcelona y diócesis de Vic, el 31 de marzo de 1811 de una familia anclada en profundas raíces cristianas, el noveno de los doce hijos de Nicolás Tous Carrera y Francisca Soler Ferrer. Al día siguiente fue bautizado en la iglesia parroquial de Santa María de Igualada con el nombre de José Nicolás Jaime. En 1817, según la costumbre de su tiempo, fue confirmado y en 1818 recibió la Primera Comunión.

El papel de la familia en la vida y en la formación del pequeño José  resultó fundamental. Ella fue el lugar donde recibió las primeras semillas de la fe, del amor y del temor de Dios, que en el tiempo produjeron en él frutos de auténtica santidad.

En 1820, la familia de José se trasladó a Barcelona en búsqueda de una mejor situación laboral. Fue aquí donde el futuro Beato tuvo la oportunidad de conocer a los capuchinos y pidió ser admitido entre ellos. Así, el 18 de febrero de 1827, a la edad de 16 años, vistió el hábito capuchino en el noviciado de Sarriá, convento conocido como “el desierto”. Desde los años de su formación se reveló como un religioso de gran virtud. Los testimonios de los hermanos hablan de su ejemplaridad en el recogimiento, de su sólida piedad, de su profunda obediencia, de la humildad, de la pureza y de la plena fidelidad al carisma franciscano capuchino.

El 19 de febrero de 1828 Fr. José emite los votos religiosos y en los siguientes años estudió filosofía y teología en los conventos de Calella de la Costa, de Gerona, y de Valls. El 1 de junio de 1833 recibe en Tarragona el diaconado y el 24 de mayo de 1834 fue ordenado sacerdote por Mons. Pedro Martínez de San Martín. Poco después fue enviado al convento de S. Madrona en Barcelona, donde se distinguió por su fidelidad al ministerio sacerdotal y por una profunda vida interior, alimentada por una íntima relación con Jesús crucificado, con Jesús Eucaristía y con María, la Madre del Buen Pastor, devociones que marcaron profundamente su vida.

En el convento de S. Madrona lo sorprende la revuelta social de 1835. Así, en junio del mismo año, a causa de la supresión de los conventos decretada por el gobierno, fue encarcelado con sus hermanos en la fortaleza de Montjuic en Barcelona. Liberado luego de 18 días, inició el duro camino del exilio, que lo llevó en primer lugar a Francia y luego al norte de Italia. En 1836 retornó a Francia, residiendo en Grenoble, Marsella y en la diócesis de Toulouse. Aquí completó los estudios de moral, consiguiendo el título de predicador, según las normas establecidas en aquel tiempo en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. En este período ejercitó el ministerio sacerdotal como capellán de las monjas benedictinas de la Adoración perpetua.

Fr. José, aún siendo obligado a residir fuera del convento y empeñado en una intensa actividad pastoral, fue siempre un auténtico fraile capuchino, viviendo como pobre, cultivando la humildad, el amor por el silencio, la vida de oración y dedicándose a las necesidades materiales y espirituales de cuantos encontraba.

Dos testigos de excepción se refieren a su apostolado y a su vida de piedad en los años de exilio en Francia. El obispo de Toulouse, Mons. Paul D’Artrós, en un testimonio del 28 de agosto de 1842, escribía: “Atestiguamos y certificamos que nuestro dilecto en Cristo, José Tous, presbítero español, residente en nuestra ciudad metropolitana desde hace cerca de seis años, por la pureza de fe, la integridad de costumbres y la excelencia de las virtudes eclesiásticas, como mejor se pueda, sea acogido benignamente en todo lugar y admitido a la celebración de la Santa Misa, salvo el permiso del Superior competente” (Positio, vol. II. P. 180). Igualmente las religiosas benedictinas, de las cuales fue capellán, atestiguan con firmeza en su libro de Crónicas su vida de devoción, la piedad y el amor a la pobreza. “Lleva con él, escriben, nuestro afecto”.

En 1843 volvió a España con la esperanza de poder integrarse en la vida conventual capuchina, pero las leyes ‘liberales’ del tiempo se lo impidieron. Entonces fue a residir con una familia, siendo siempre fiel al estilo austero y penitente de la vida capuchina. Desarrolló el ministerio sacerdotal en la parroquia de Esparraguera (Barcelona) en calidad de coadjutor y, desde 1848, en la parroquia de San Francisco de Paula en Barcelona. Se mostró siempre contento de vivir su consagración a Dios, incluso cuando tuvo que afrontar tribulaciones, angustias e incluso también injurias a su persona de sacerdote y religioso.

Fue en la parroquia de San Francisco de Paula donde nuestro Beato comprendió cuánto la infancia y la juventud de su tiempo estaban en un estado de abandono tanto espiritual como material, estando “como ovejas sin Pastor” (Mt 9,36). Asumió así el trabajo de director espiritual de la “Pía Asociación de la gloriosa y pequeña mártir santa Romana”, promoviendo la veneración de la Madre del Buen Pastor.

Solicitado por el deseo de algunas jóvenes de la Asociación, que querían comprometerse en el servicio de la educación cristiana de las niñas y las jóvenes, en marzo de 1850 fundó el Instituto de las Hermanas Capuchinas de la Madre de Dios del Divino Pastor. El 27 de mayo de 1850 fue inaugurada la primera casa del nuevo Instituto en Ripoll (Gerona) y en 1858 fue abierta en Capellades (Barcelona) la que se transformará en la Casa Madre del nuevo Instituto. Seguidamente se abrieron las casas de San Quirico de Besora (Barcelona, 1860), Barcelona (1862) y Ciempozuelos (Madrid, 1865).

Fr. José redactó personalmente las Constituciones del Instituto fundado por él y las presentó al Obispo de Vic Mons. Luciano Casadevall. En ellas aparecen bien claras los dos ejes que deberían sostener a la nueva familia religiosa: la devoción a María, Madre del Divino Pastor, y el servicio en la educación de la infancia y la juventud.

El Instituto creció y se desarrolló rápidamente acompañado por la constante solicitud pastoral de fr. José que se dedicó en particular a la formación espiritual de las religiosas. En 1888 recibió el Decretum laudis y la aprobación en 1897. En 1905 fue agregado a la Orden de los Frailes Menores Capuchinos.

Fr. José encontró a la hermana muerte el 27 de febrero de 1871, mientras celebraba la Eucaristía en el colegio de la Madre del Divino Pastor en Barcelona. Verdaderamente se puede decir que su vida fue una celebración continua del Misterio de la Santa Misa. Con su muerte se apagaba la luz de un “santo religioso”, auténtico hijo de Francisco de Asís.

El Papa Benedicto XVI, declarando Beato a fr. José Tous y Soler, lo presenta como un religioso íntegro, enteramente dedicado al cumplimiento de su misión para la gloria de Dios y para el bien de la Iglesia. Un religioso celoso del silencio, de la oración y amante de la contemplación. Un capuchino penitente, fiel al carisma franciscano incluso viviendo, a su pesar, fuera del convento. Un hombre austero y al mismo tiempo generoso con los demás. Un sacerdote preocupado por la salvación de las almas y particularmente sensible a las necesidades de la juventud femenina, de los enfermos y de los pobres, dócil y obediente a sus Superiores.

Su amor incondicionado por Cristo y por la Iglesia enriqueció el viejo tronco de la Familia Capuchina con una nueva rama, las Hermanas Capuchinas del Divino Pastor.

¡Con un saludo fraterno a todos vosotros!

Roma, 25 de marzo de 2010,
Fiesta de la Anunciación del Señor
Fr. Mauro Jöhri
Ministro general OFMCap.

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