Noviembre: El mes del afecto

El mes de noviembre siempre empieza con dos días muy especiales, aunque, a veces, causas externas nos hacen confundir un día con otro. El primer día del mes celebramos la Solemnidad de Todos los Santos. El día en el que recordamos a “los santos anónimos”. Aquellos que no están en los altares con reconocimiento. Sino que han sido reconocidos por el que importa, por nuestro Padre del Cielo. Aquellos que, “simplemente” supieron vivir con naturalidad su fe y su vida. O, mejor dicho, los que vivieron su fe; con sencillez, con cercanía, con cotidianidad. Aquellos que recordamos por sus pequeños gestos, sus sonrisas, su generosidad.
Una fiesta que nos une también a ellos; ya que ellos nos recuerdan y nos invitan a que, como ellos, integremos la fe en todas las esferas de nuestra vida y seamos mejores personas y cristianos.
El día 2 recordaremos a los nuestros con la conmemoración de los fieles difuntos. A nuestros familiares, amigos, maestros de vida, hermanos de nuestra parroquia que viven ahora en la casa del Padre. Un día emotivo que actualizará recuerdos y experiencias. Y por eso mismo lo tenemos que transformar en acción de gracias por lo que Dios nos ha dado a través de ellos y de su testimonio. Y también rezaremos por ellos, para que ellos sigan rezando por nosotros desde la Casa del Padre. En su presencia, cerca de Él.
Y también despediremos el ciclo A. El día 30 empezará el adviento. Las dos semanas que nos quedan nos prepararán para celebrar la Fiesta del Jesucristo Rey del Universo. Nuestra vida y nuestro esfuerzo es para preparar la llegada del Reino. Dicho de otro modo: nuestra vida cristiana tiene que estar orientada a dejar sin excusas al Señor para que pueda venir a dar plenitud a nuestro trabajo de construcción real y concreto del REINO DE DIOS. Esa es nuestra meta, nuestra llamada y nuestro destino. Los talentos que el Señor nos da no son para ser ocultados sino para que den fruto abundante. Que los valores del Reino se contagien a todos los que están a nuestro alrededor. Nuestro ingenio no ha de estar puesto al servicio de nuestro egoísmo, sino de nuestra entrega para tal misión.

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