"Habéis oído que se dijo"

En los Evangelios que escuchamos cada domingo podemos encontrarnos a Jesús en muchas situaciones diferentes. Algunas son encuentros en los que muestra su amor, otros en los que nos habla de la misericordia de Dios. Pero hay algunos, como el de hoy que si lo oímos puede que no pase nada, pero si lo escuchamos, y lo hacemos con fe, se convierte en un momento de zarandeo por parte de Jesús.

Hoy Jesús, dentro de los que se conoce como "El Sermón de la Montaña", en el que también están las Bienaventuranzas, se nos muestra hablando alto y claro, como decía aquel humorista de los Summers, tiene "alopecia linguar"; vamos que no tiene pelos en la lengua. Un texto en el que Jesús se nos muestra enseñando cuál es su misión entre nosotros y, también hay que decirlo, para nosotros.

Un texto que es denso, más que complicado y que nos habla de muchas cosas. Nos habla de la religión judía, de algunos de sus preceptos, a los que Jesús no se opone, para él son la base cierta para empezar. También nos habla del propio Jesús, ya que nos habla de la Ley, de la Alianza, de ese pacto que Dios firmó con los hombre; sobre todo de la parte que nos habla de la parte que tienen que vivir los hombres. También nos habla de las primeras comunidades cristianas. De aquella segunda generación de cristianos que vivió la tensión del debate de si el seguidor de Cristo tenía que ser también seguidor de la Torah, de toda la alianza judía. Y sobre todo también nos habla a nosotros, de cómo somos cuando somos cristianos.

Hay un himno antiguo, compuesto en España, que me gusta mucho y que el Evangelio de hoy me lo ha recordado:

No me mueve mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido,
para dejar por eso de ofenderte.
Un himno, todo él, nos solo la primera estrofa; que opino que transmite y explica muy bien cual es la idea de Jesús en todo lo que nos ha dicho. Para Jesús seguir a Dios es simple y complicado. Por eso algunas cosas que vivían los fariseos no le gustaban a Jesús. Ellos hicieron lo opuesto. Ellos hicieron su experiencia de Dios compleja para simplificar el cumplimiento de la Alianza. Mejor dicho para que los judíos pudiesen saber "fácilmente" si eran fieles al Pacto con Dios.

Pero Jesús advirtió uno de los límites que tenía esa forma de vivir la fe judía. Por eso nos advierte de la tentación que supone ser para nosotros los fariseos del siglo XXI. Las normas son el mínimo, pero resultan insuficientes.

Por eso Jesús nos invita a la radicalidad. Por eso hoy Jesús nos dice frases duras: "Si tu ojo te hace caer, arráncatelo,... si tu mano te hace caer, córtatela...". No es para que nos mutilemos, pero si para que no vivamos en la tibieza, en la política del mínimo esfuerzo. Mirar para otro lado, no asumir el mal que hacemos o el bien que dejamos de hacer son las actitudes opuestas a lo que nos pide Jesús. Nos pide que cuando miremos, cuando obremos nos demos al 100%, que nos sacrifiquemos para conseguir vivir como nos enseña Dios, como Él nos pide.

Para Jesús el Decálogo y el resto de normas que se recogen en la Biblia Hebrea son sólo pistas, caminos. Nunca metas. Para Jesús pensar que cumplimos una norma es el inicio del siguiente paso el de profundizar en lo que eso significa desde los ojos de Dios. Por eso Jesús pone los ejemplos que pone. La Ley se queda corta. "No matarás". Ese mandamiento es fácil de cumplir. Pero cuando descubro en mi corazón que trato peor a un hermano por ser africano, asiático, europeo, de derechas o de izquierdas, estoy haciendo algo más grave. Le estoy negando su dignidad de persona y su dignidad de Hijo de Dios.

Jesús nos invita a luchar y a superar la tentación de ser fariseo. Y ser fariseo no es necesariamente algo negativo desde el principio. Los fariseos son personas creyentes, que quieren ser buenas personas, que quieren ser fieles al Señor. Pero que se quedan en la letra de la ley, que piensan que de esa manera han llegado a la meta. Personas que olvidan el mandamiento, el único que nos dio Jesús. Jesús simplificó los seiscientos y pico mandamientos en uno, pero ciertamente con ello quito la sencillez de las normas. Él nos dijo: "Amaos unos a otros como yo os he amado" (Jn 13, 34).

San Agustín de Hipona supo simplificar y explicar la ley del discípulo de Cristo: "Ama y haz lo que quieras" ("Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos").

La invitación que nos hace Jesús es que aprendamos de una vez que la frase, tan típica en San Valentín, "Hoy te amo más que ayer, pero menos que mañana" es falsa. El amor sólo se demuestra amando y no siendo calculador. Si yo pienso en lo que quiero o puedo conseguir al ayudar a un hermano, o cuando obro pensando en lo que quiero recibir de Dios, no estoy amando; estoy negociando. La invitación es que amemos, que lo hagamos sin límite, sin freno, sin condiciones, si esperar recompensas. Amar porque sí, porque podemos amar. Amar a los demás como Dios nos amar. Y eso significa que se tiene que traducir en actuar con los demás como Dios actúa con nosotros.

Amar al Cristo que hay en cada hermano como nos dice el himno que menciona antes:

No me tienes que dar por que te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.



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