«¡Muero! ¡Muero! ¿Hermano, qué cosa necesitas?»

«¡Muero! ¡Muero! ¿Hermano, qué cosa necesitas?»

En el franciscanismo europeo pusiera darse el caso de que esta frase sacada de contexto en el marco de una necesidad de hambre, fuera el grito desgarrador incierto del horizonte que nos está velado.
Las altas edades de los hermanos, la falta de interés por nuestro modo de vida por candidatos mínimamente aptos, la sociedad que no acompaña y desconfía de los que siguen a Jesús, la vida religiosa que busca una nueva identidad, nosotros, los mismos franciscanos (1ª, 2ª, 3ª orden) que vivimos contrariedades de identidad...
Estas y otras razones que nos descentran, y que seguimos hacia delante como si no pasara nada, anestesiados, sin mirarnos a la cara entre hermanos, cada uno a lo suyo, a su trabajo, a su gestión (colegios, parroquias, universidades teologicas ...), intentando darnos una respuesta a nuestra situación desde unificaciones que han venido impuestas desde instancias de gobiernos superiores (¿o menores?), aperturas, miedos, deseos de cambio un tanto difuminados desde la fe, esperanza y caridad.
Cuando miro las fraternidades franciscanas capuchinas, me río porque la debilidad está presente como una voz que nos está diciendo algo que nos ha llegado por sorpresa. Parece como si la grandes huestes franciscanas de antaño hubieran enmudecido en la incertidumbre de nosaber que hacer y hacer lo que siempre hemos hecho.
¿No os parece que nos da miedo a los franciscanos , a veces, mirar a Francisco y el modo que le indicó el Señor de vivir el seguimiento de Cristo? él descubrió la voluntad de Dios en la pobreza evangélica; en la minoridad; en la fraternidad; en lo creado; en la encarnación y cruz de Cristo; en la penitencia y misericordia; en la oración personal y de fraternidad; en la adoración de Dios en espíritu y en verdad; en el "ejemplo de vida evangélica" más que el desarrollo intelectual; en la cortesía; en la dignidad de todo ser humano; en la lucha de la justicia con amor; en la radicalidad de ponerse en el escalafón más bajo en lo social, "arriesgarse" a ser marginados sociales con los marginados sociales como Francisco; en la itinerancia; en la forma y estilo de asumir la muerte como Francisco...
A veces, pienso que somos más gestores de inmuebles públicos, privados, espirituales que "hermanos" "menores" "capuchinos" (o del pueblo sencillo). Ya no sabemos sin ser fieles a la regla o a la historia o a las dos, o si la interpretación y actualización de las constituciones sobre la regla es la idónea, o si el plan provincial capuchino es tiempo de construir o de conservar lo que se tiene en geriátricos llamados enfermerías, si ser o hacer como franciscano, si progresistas o conservadores, si pobres o no, si ecologistas o no, pero todos indignados, o no ...

Siguiendo los escritos y biografías de Francisco, y haciendo el recorrido histórico de sus seguidores, podemos hacernos la pregunta, ¿estamos en el espíritu franciscano de Nuestro Señor Jesucristo, respondiendo a los gritos de auxilio de una sociedad europea en crisis o estamos intentando responder al grito del hermano: «¡Muero! ¡Muero! ¿Hermano, qué cosa necesitas?»?

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