De macetas y otras cosas

Estos días he tenido la oportunidad de estar con los niños de catequesis en la misa de 11. La misa dónde ellos son los destinatarios principales. Para mí es una de las misas más difíciles, ya que llegar a los niños no siempre es fácil.

Y el estreno fue aún más complicado: Las Bienaventuranzas. Tema complicado incluso para los adultos. Hubo un momento en el que, casi como anécdota, les dije que la palabra usada en griego es "Macarios". Hace un par de días alguno de los chavales me lo recordaron. Con algo se quedaron.

Pero no era de los "Macarios" de lo que quería hablar. Aunque está relacionado. Con el griego. Un idioma del que sé muy poco. Estudié año y medio y no aprendí apenas nada. Ya no recuerdo ni cómo se pronuncian algunas letras del alfabeto. Es lo malo ser de ciencias. Aunque eso no es excusa.

Al recordar la palabra ya dicha me vino otra a la cabeza, una de las pocas que recuerdo de aquella época. Cierto es que con el tiempo algunas palabras se me han quedado, sobre todo por su uso en nuestro lenguaje. Pero no es el caso de esta. es la palabra  "μαθητα".  Eso se leería como "maceta". La traducción: "Discípulo, alumno". No tiene nada que ver, como podéis intuir, con el castellano, que usa la palabra latina "discipulus" como origen. Para el diccionario de la Real Academia de la lengua "maceta" significa:


(Del it. mazzetto, mazo de flores, o más probablemente der. análogo mozár.).
1. f. Recipiente de barro cocido, que suele tener un agujero en la parte inferior, y que, lleno de tierra, sirve para criar plantas.
2. f. Pie de plata u otro metal, o de madera pintada, donde se ponen ramilletes de flores artificiales para adorno de altares o de otros sitios.


Poco tiene que ver. Pero, al mismo tiempo creo que si. O por lo menos la imagen creo que puede ser válida. Puede ayudarnos a pensar un poco. Y a orar. Porque, en el fondo, como discípulos que somos, somos macetas. Alguien, un maestro, siembra en nosotros una semilla que crecerá.

La cuestión es quién es el que siembra, qué siembra, cómo está de preparada la maceta y cómo será el resultado. Maestros hay muchos: los padres, los catequistas, la televisión, el partido, el equipo, Jesús... Qué se siembra... Ufff de todo. Y  el resultado, haciendo un cálculo de probabilidades, es infinito. Pero la maceta por muy grande que sea siempre será limitada. No todo cabe. Además no todas las plantas son compatibles. Los cuidados son diferentes para casi cada especie. Que se lo digan al pobre bonsai de olivo que me regalaron; no aguantó un mes.

Y la cosa se complica cuando la maceta somos nosotros. No trato de decir cosas nuevas. Creo que todos lo sabemos. Cambiamos más rápido de parecer que me parece increíble que haya gente que ha tratado de dar una definición estable. Pero al mismo tiempo en nuestra vida se establecen unas constantes. Cosas que cuesta trabajo cambiar. A veces ni lo intentamos. Esas son las plantas que en nuestra vida han echado grande raíces. Esas son las plantas que nos tienen que preocupar, las de hoja perenne, por así decir.

Las ideas de fondo, las actitudes básicas, la ideología. No sé, posiblemente la lista es más larga. Pero la idea es esa. A lo largo de nuestra vida nos han plantado semillas que han modificado el contenido de nuestra maceta. Semillas valiosas, maestros importantes. No voy a ser yo el que diga que lo que nuestro padres nos enseñaron son cosas malas. Al contrario, son las dan el color a nuestro pequeño jardín. O las cosas que nos enseñaron los padrinos, o los catequistas, o los profesores...

Nada tendría que ser malo. Pero al mismo tiempo, entre esas plantas podemos ver, si nos atrevemos a mirar no sólo el bosque sino cada árbol, por así decir, que hay plantas que afean el entorno, que lo emponzoñan, incluso algunas que sacan las cosas buenas de nuestra vida, como puede ser Cristo. Él, que debería ser el centro corre el riesgo de ser colocado en la esquina donde menos se vea... para que no moleste.

No me gusta que se piense que regaño a la gente. Para nada. Al contrario, fijarme en estas cosas, comentarlas es un motivo de esperanza. Por que nos damos cuenta de que hay algo que no funciona cuando, como cristianos vemos que lo central, la semilla plantada, la planta crecida... no es la que el Sembrador ha puesto en nosotros. Está... pero no es la más importante.

Y hay que decirlo. Ya no estamos en una época en la que aparentar ser cristiano es suficiente. Nunca lo fue. Pero  menos ahora. Es el tiempo de la fidelidad, del testimonio, de la opción personal libre. Es la hora de ver que hay en nuestra personal maceta y decidir qué queremos que se quede y qué cosas tenemos que empezar a podar o a desraizar.

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