SALMO 26 (25) "Confiando en el Señor; camino en la inocencia”

1. Hazme justicia, Señor, que camino en la inocencia,
confiando en el Señor no me he desviado.
2. Escrútame, Señor, ponme a prueba,
sondea mis entrañas y mi corazón,
3. porque tengo ante los ojos tu bondad.
y camino en tu verdad.
4. No me siento con gente falsa,
no me junto con mentirosos;
5. detesto las bandas de malhechores,
no tomo asiento con los impíos.
6. Lavo en la inocencia mis manos,
y rodeo tu altar, Señor,
7. proclamando tu alabanza,
enumerando tus maravillas.
8. Señor, yo amo la belleza de tu casa,
el lugar donde reside tu gloria.
9. No arrebates mi alma con los pecadores,
ni mi vida con los sanguinarios,
10. que en su izquierda llevan infamias,
y su derecha está llena de sobornos.
11. Yo, en cambio, camina en la integridad:
sálvame, ten misericordia de mí.
12. Mi pie se mantiene en el camino llano,
en la asamblea bendeciré al Señor.


1. AMBIENTACIÓN.

Una lectura rápida y superficial del presente salmo podría traer a la memo¬ria el relato de Lc 18, 9-14: "A algunos que, pensando estar a bien con Dios, se sentían seguros y despreciaban a los demás les dirigió esta parábola. Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro re-caudador. E1 fariseo se plantó y se puso a orar en voz alta de esta manera: ‘Dios mío, te doy gracias de no ser como los demás: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese recaudador. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que gano'. El recaudador, en cambio, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; no hacía más que darse golpes de pecho diciendo: '¡Dios mío, ten compa¬sión de este pecador!'. Os digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no. Porque todo el que se encumbra lo bajarán v al que se abaja lo encumbrarán".

La lectura más detenida, mejor la con¬templación y oración, de este precioso sal¬mo nos dará, con todo, un resultado bien distinto. Como veremos a lo largo del co¬mentario, nunca el salmista adopta una postura farisaica. Las siguientes palabras de Von Rad son la mejor explicación: "Es sor-prendente ver con qué naturalidad los orantes repiten constantemente haber ob¬servado los mandamientos y cómo se atri¬buyen a sí mismos el título de justo. Para comprender estas afirmaciones no debe¬mos recurrir al problema de saber si el hombre justo da o no la necesaria obedien¬cia a Dios, pues esto se hallaba completa¬mente fuera de la óptica de dichos salmos... Nunca se considera la observancia de los mandamientos como una carga, que en el mejor de los casos los hombres podían so¬portar en parte, sino como una profesión de fe en Yahvé. Por esta razón estos hom¬bres estaban, sin más, dispuestos a atribuir¬se dicho título, pues era todo menos una autovaloración moral”.
Muy clarificadoras, estas palabras nos ayudan además a acercarnos a este salmo en una actitud orante. Tenemos en él “una página mística en el marco de la liturgia je¬rosolimitana; una página de esperanza en la acogida divina; una página que profundiza, a nivel existencial, las relaciones entre Dios y el alma" (G. Ravasi). Se convierte así en "un canto del alma pura, en comunión con Dios; el canto de una elección por Yahvé y por el bien" (Ibíd.).

2. ANÁLISIS.

El análisis de algunos aspectos del sal¬mo nos facilitará el convertirlo en plegaria fervorosa ante el Dios de la justicia:

A) El primer acercamiento lo realizamos desde las distintas interpretaciones que el salmo ha tenido a lo largo del tiempo, ya que ellas nos abren pistas para orarlo. Se ha solido interpretar como una plegaria de in¬greso, nacido, pues, en el ambiente del tem¬plo: sería la oración preparatoria de quien quiere participar dignamente en el culto. Esta interpretación da una valoración litúr¬gica del salmo, valoración favorecida por el uso del v. 6 en el rito del Lavabo en el ante¬rior Ordo Missae.

Otras interpretaciones ven al salmo den¬tro del género de las súplicas: sería la ora¬ción de alguien que, sabiéndose inocente, pide la intervención del juez divino, único que puede salvarle. Para otros se da una la¬mentación ante diversas desgracias: enfer¬medad, amenaza de los enemigos, falsa acusación. Ravasi cree descubrir suficien¬tes elementos para considerarlo un salmo de inocencia, es decir, la oración de quien se presenta ante "el eficaz, inexorable y verda¬dero juicio divino" confesando negativa¬mente su inocencia. Precisamente caracte¬rística del salmo es la afirmación y protesta de esa inocencia. Esto nos abre una pista para la oración, ya que el salmo "no es una profesión absoluta de no pecaminosidad... Debe ser leído en clave positiva, como una celebración de los beneficios y gracias ofre¬cidos por Dios" (G. Ravasi).

B) También nos ofrece pistas interesan¬tes el análisis de sus SIMBOLISMOS. Des¬tacan dos fundamentales: el símbolo del movimiento que aparece a lo largo del sal¬mo como camino (vv. 1.3.11-12), unido a conceptos de inocencia, verdad, rectitud, que indican la justicia del comportamiento del orante. También aparece el movimien¬to en otras perspectivas, señalando siempre la integridad del orante que no se sienta ni se junta con los impíos (vv. 4-5), pero rodea el altar del Señor (v. 6). Otro simbolismo destacado es el fisiológico como expresión del ser entero del hombre. Aparecen así las entrañas y el corazón (v. 2), sede de los sen¬timientos más profundos del hombre; las manos (v. 6), limpias de pecado y distintas de las manos del pecador (vv. 9-10); los pies que le llevan por los caminos del Señor (v. 12); los ojos (v. 3) clavados sólo en el ros¬tro amoroso y fiel del Señor. "El cuerpo, para la mentalidad semita, es el centro co¬ordinador y la expresión del ser profundo del hombre. Es, pues, necesario que en el juicio de Dios que es la profesión de inocencia, Dios pueda ponderar con su mirada indagadora las entrañas y el corazón" (G. Ra¬vasi).

C) El contenido del salmo nos habla todo él de inocencia por parte del orante:

- v. 1: aparece el tema central: el salmista hace una opción fundamental por Dios, ya que sólo en la fidelidad al Señor y sus man¬datos está el sentido de su existencia. Este versículo sería "el canto de la fe que orienta todo el obrar y que abandona en las manos de Dios la existencia entera" (Ravasi);

- vv. 2-5: primera declaración de inocen¬cia: tan convencido está el orante de ella que no teme la prueba de Dios, velador de la moralidad de los hombres. Tal prueba no se limita a las obras externas, sino que abarca lo más íntimo y profundo que hay en el hombre: Dios, que es bondadoso y verdadero, verá que no ha tomado parte en la asamblea de los pecadores (vv. 4-5). Tal vez nos ayuden a rezar estos versículos las siguientes palabras de Von Rad: "No resul¬ta tan asombroso que estos orantes se lla¬men a sí mismos los justos, pues quien de algún modo tomaba la palabra en el culto era el justo";

- vv. 6-10: nueva profesión de inocencia que nos permite identificar al orante como a una persona cercana al templo. Desde el recurso al simbolismo universal del agua y su carácter purificador, el orante se refiere al templo, lugar de la gloria de Dios, donde, junto con toda la asamblea, canta sus ala¬banzas y al que ama profundamente. Por eso puede pedir que su suerte no se vea metida en el mismo saco que la de los pe¬cadores, sanguinarios y sobornadores;

- vv. 11-12: vuelve el tema central: la op¬ción por Dios, unida a la confianza en Dios que salvará al orante y tendrá piedad de él. De esta forma el salmo se cierra con una invitación a la alabanza (v. 12b), porque "desde los tiempos más remotos Israel fes¬tejaba a Yahvé como aquél que proporcio¬naba a su pueblo el don universal de su justicia" (Von Rad).

3. PISTAS PARA LA ORACIÓN-

Desde las anteriores reflexiones en¬contramos pistas suficientes para orar en cristiano este salmo, que se presta a una contemplación callada. Podemos, sin em¬bargo, esbozar otras pistas:

A) Cabe una aproximación cristológica: Cristo es el único inocente, aquel cuya vida entera fue un fiel cumplimiento de la vo¬luntad del Padre (Jn 4,34; Mc 14,16). Es el único que dicta sentencias justas porque su sentencia es la del Padre (Jn 5,30-32). Y es que "hay salmos que pertenecen en exclu¬siva a Jesús, que se ofreció una sola vez para quitar los pecados de tantos" (J. Garri¬do).

B) Otra pista nos la ofrece el título que al salmo pone la Liturgia de las Horas: "Dios nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor" (Ef 1,4): estas palabras nos lanzan hacia el único que puede hacer¬nos justos: Dios en Cristo.

C) Por último, podemos pensar en el le¬vita orante y rezarlos desde las palabras de 1Pe 2,5.9: "Vosotros, como piedras vivas, vais entrando en la construcción del templo espiritual, formando un sacerdocio santo, destinado a ofrecer sacrificios espirituales que acepta Dios por Jesucristo... Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo adquirido por Dios para publicar las proezas del que os llamó de las tinieblas a su maravillosa luz".

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