Miedo

Sé que esto  ya lo he puesto antes en el blog. Pero ayer tuve que encontrarme de nuevo con él. Y me sigue gustando y siendo válido. Incluso con el evangelio de este domingo tiene una buena relación. No es fácil ser seguirdor de Jesús; pero a pesar de todo tenemos la ilusión y la valentía, y también, porqué no, el miedo:


Nadie hay inmune a los miedos, porque hay muchos miedos, y muy diferentes, y tiene la habilidad de atacar cuando y por dónde menos te los esperas. Hay quien tiene miedo de la muerte y quien tiene miedo de la vida, de la bronca de los padres, y de las felicitaciones demasiado comprometedoras, hay quien teme las emociones del amor, o al destino que se oculta bajo la piel de un gato negro, o a las manos que te esperan en lo más oscuro de la noche; hay quien teme el tráfico en un día de lluvia, o al infarto que sigue a n éxito de muchos millones, o a la pena que dan los ancianos dementes, o al castigo divino, o al humano, o al Drácula carroza y desfasado. o al Freddy de Elm Street que sólo mata yuppies, o a un ataque de misiles, o a un ataque de neutrones, o a la guerra mundial, al Juicio Final o al Armaggedon; hay quien teme lo que pueda hacer él mismo, existe el temor al triunfo y el temor al fracaso, existe  el miedo a los espacios abiertos y el miedo a la claustrofobia, miedo a las ratas y a los violadores, y el miedo a las tinieblas y el miedo a ver demasiado claro. Y existe el que dice que no tiene miedo porque le da miedo ver todos miedos con los que carga, Y hay quien tiene todos estos miedos al mismo tiempo.            
Y cada persona tiene su manera particular de enfrentarse al miedo. Hay quien se queda paralizado, imposibilitado de hacer nada o ir a ninguna parte. Hay quien enloquece a causa del miedo y se convierte en alguien imprudente y temerario, y no mira a dónde se lanza.

Y existe aquel (aquel a quien me gustaría parecerme, de quien me gustaría aprender), aquel que interpreta el miedo como quien oye una alarma, y no permite que lo detenga, no que le haga retroceder, ni que le que prive de hacer lo que desea. Muy al contrario, con miedo y todo, seguirá adelante en sus propósitos y tendrá muchas posibilidades de alcanzar su objetivo porque, precisamente gracias al aviso del miedo, tomará muchas más precauciones que si no lo tuviera.   

Sylvia Jofre   

En Andreu Martin y Jaume Ribera,  El cartero siempre llama mil veces, Anaya, Madrid 1993, 5ª ed., 153-154.

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