"Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba" (Lc 3, 30)

Una de esas frases que ya te hacen pensar. La hemos oído muchas veces. Sin ir más lejos hoy en la misa (Lunes de la semana XX, año par). Y es una frase que nos conecta con un momento trágico de la vida de Jesús.

El Espíritu está sobre mí...
Jesús ha iniciado su predicación, su anuncio, como lo queramos decir. Posiblemente ya lleve unos cuantos meses en la zona de Cafarnaún hablando, predicando, enseñando, vamos, amando. Pasado un tiempo, en el que la fama ha salido de la zona del lago, Jesús vuelve a la casa materna. Vuelve a Nazaret. No está muy lejos, quizás unos 40 kilometros, unas 10 horas andando (hay que subir bastante metros; recordemos que el lago está por debajo del nivel del mar.

Algo que sería un momento de gozo para Jesús, para María, para toda la familia, que serían no pocos. Pero al mismo tiempo un cambio importante. Cafarnaún no es un pueblo judío, es extranjero, un cruce de culturas, de idiomas, de formas de pensar. Nazaret es una aldea judía, rodeada de paganos. Por definición es posible que fuera un lugar más conservador que la aldea pesquera.

Por lo tanto Jesús, está a caballo entre las dos formas de pensar. Y se nota. Por un lado es fiel al 100% a la tradición. Lee y comenta al profeta Isaías, el profeta que habló de la victoria sobre el pagano, sobre el diferente. "Israel prevalecerá" (usando una frase de una película). Pero, al mismo tiempo, ya tiene una nueva forma de relacionarse con Dios, de ver a Dios, de comunicar a Dios. Ya no es Yhwh, es Abba, ya no es el Dios de la venganza (Is 61, 2b), sino el de la gracia (Is 61, 2a), usando el texto de Isaías que Jesús proclama.

En un primer momento la gente no se ha dado cuenta del cambio. Jesús parece de los suyos, de los que buscan que la élite sea mejor que el resto de los mortales. Parece que la diferencia entre los elegidos y los paganos ha aumentado aún más. Jesús se apunta a la victoria de los buenos. Es el hijo de José, el hijo de la tierra, de lo conocido, de lo esperado. Seguir a Jesús no va a suponer un gran cambio. Quizás Jesús sea un poco raro, pero sigue siendo el nazareno. Ciertamente no sé que sería lo que pensaran los de su pueblo. Pero el Evangelio nos habla de sorpresa, admiración.

Pero también de estupor, de odio, de "justa ira". Hay algo en Jesús que ya no les gusta. Se acaban de dar cuenta de algo nuevo. Jesús no habla de venganza. Ya es algo serio... ¿quién es Jesús para cambiar la Palabra de Dios conocida, repetida, hecha eslogan político? Para los judíos, perseguidos, oprimidos, explotados, conquistados... lo importante no es el consuelo (Is 61, 2c), es la venganza. Que Dios "demuestre su poder al destruir como mostró su santidad al castigar a los judíos (cf. Si 36, 3) se ha convertido en lo importante, en lo vital... en lo lógico.

Pero Jesús ha cambiado el discurso. El no propone el odio, el nacionalismo político o el nacionalismo religioso. "Abba" le habla de otra cosa. Dios es Dios. Dios es amor. Y el amor sólo sabe amar. El bueno y al malo, al cercano y al lejano. Dios hace salir el sol sobre todos (cf. Mt 5, 45). Su experiencia en Cafarnaun a lo mejor ya le ha mostrado la fe del centurión y la hipocresía de algún fariseo. El Reino de Dios, el Reinado de Dios pasa por la fraternidad, por la comunidad, por el otro. Aunque sea extranjero. Aunque sea pagano.

Por eso pone el ejemplo de dos profetas: Elías, el grande, el que tiene que venir antes que el Mesías, el profeta del final (y de la victoria) es presentado no como tal, sino como el hombre capaz de romper fronteras, romper con la religión y, en un momento de necesidad, se abre a la mujer fenicia para darla de comer. Para decir que Dios no lo es sólo de los judíos. Que Dios se preocupa por todos, sin distinción. Y también a Eliseo, que tiene los dos tercios del espíritu de Elías (cf 2Re 2, 1-18), que vive también la opresión del poderoso extranjero, es el que tiene la misión de ayudar al opresor. No es solo el judío fiel. Es el profeta abierto a todos.

Y eso les duele a los "puros", a los acostumbrados a ser los elegidos de Dios, los que consideran que el "goyin" no tiene importancia, que no vale para nada. Sólo "El Pueblo" es bueno. Los nazarenos se están dando cuenta de una diferencia importante en "el hijo de José". La Palabra de Dios no es para justificar a los que quieren ser los mejores. La Palabra es para transmitir el amor, la universalidad. Los métodos de Jesús no son los de su pueblo. Me da que Jesús fue a su pueblo pensando que los suyos le entenderían, que verían sin problema la "Buena Noticia" que les traía. Pero en ese rato en la sinagoga de su pueblo Jesús se dio cuenta que tenía que tomar una decisión.

Él les explicó la diferencia, les hizo ver la oportunidad que les estaba dando Dios a todos ellos. Ahora Jesús tenía que decidir si transmitir la Palabra de Dios o la palabra que los hombres quieren poner en los labios de Dios. Jesús se ha dado cuenta de que "el hijo de José" ya no significa más "es de los nuestros"; es la acusación de algo más. Le están diciendo que no le reconocen como a uno del pueblo, se sorprenden del cambio de Jesús.

Y ante la posibilidad de claudicar ante los suyos, de domesticar la profecía a sus intereses, Jesús les da donde les duelo. Su misión, amor, su acción, su palabra es para todos. También para el diferente. De ahí la respuesta de los suyos. No sólo es un "rebelde" es un hereje. Por eso quieren darle muerte. Tratan de tirarle por un barranco para acabar con una visión "heterodoxa" del su dios.

"Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba" (Lc 3, 30). Jesús no se deja matar. No por ese delito, no por la intolerancia de unos pocos. Su misión es que todos los que le puedan escuchar decidan. "No ha llegado su hora". Ya no sólo es un residente de otro pueblo. Es un exiliado. En su pueblo no le quieren. Jesús se tuvo que ir, que volver al lago, quién sabe si no tendría el sabor de la derrota en su boca. Se alejó geográficamente de los suyos.

Pero creo que hay algo más. El evangelista podría haber dicho que se fue de su pueblo. Pero la palabra utilizada da para algo más. No sólo lo geográfico importa. También lo afectivo. Jesús se aleja de los medios y los métodos de los de su pueblo. Lo suyo no es la venganza, no es el odio, no es el nacionalismo, no es "ser del pueblo". Jesús si quiere ser de todos, si quiere que la noticia llegue hasta el extremo del mundo tiene que ser diferente. Tiene que buscar algo distinto. Tiene que ser diferente a los de su pueblo.

Jesús no sólo corta relaciones sociales. Nos está advirtiendo que sus métodos no son los habituales, lo que la gente tiene o quiere. El que quiera ser su seguir también tendrá que alejarse de los métodos habituales. El Reino exige otras cosas. El jubileo es un cambio de actitud, no un  cambio de dirigente. Jesús no admite dentro de su proyecto la segregación, el racismo o la intolerancia. No admite la crítica, el juicio, el valor. No admite los primeros y los mejores. No admite sólo a los últimos. Nos admite a todos. Nos quiere a todos dentro del proyecto de salvación.

Es importante que nos demos cuenta de eso. No creo que hubiera nada más triste que darse cuenta que Jesús se ha alejado de nosotros. Que nuestros modos, por muy "religiosos" que digamos que sean, ya no sean los del discípulos, que seamos como los compatriotas de Jesús. Que nos unan muchas cosas a él, que sea de nuestra familia, pero que en el fondo sea un extraño que nos quiere complicar. Alguien que está mejor muerto.

Y la revisión tiene que ser individual y comunitaria. Si cada uno no acogemos a todos, ¿cómo va a ser acogedora nuestra comunidad? Si nos consideramos una élite, ¿cómo vamos a poder servir a los demás? Si nos consideramos los "salvados", ¿cómo vamos a aceptar la revolución de Jesús?

El que tenga oídos, que oiga.
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