SALMO 21 (20)

"Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, porque comenzaste a reinar" (Apoc 11,17)

2. Señor, el rey se alegra por tu fuerza, y cuánto goza con tu victoria!
3. Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
4. Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
5. Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
6. Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
7. Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia:
8. porque el rey confía en el Señor
y con la gracia del Altísimo no fracasará
9. Que tu izquierda alcance a tus enemigos,
y tu derecha caiga sobre tus adversarios:
10. préndeles fuego como a un horno
el día en que te muestres;
que el Señor los consuma con su cólera
y el fuego los devore.
11. Destruye tú su estirpe en la tierra
y su descendencia entre los hombres.
12. Aunque preparen tu ruina y tramen intrigas, nada conseguirán;
13. porque los pondrás en fuga
asestando el arco contra ellos.
14. Levántate, Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.


1. AMBIENTACIÓN.

"Ya sabemos el puesto privile­giado que tenía el rey en la religión de Is­rael: no sólo es el guía profano de un pue­blo llamado a un destino sobrenatural, sino que él mismo es el instrumento de los de­signios divinos, participa de las promesas y del carácter sobrenatural de la historia que se hace en torno a él. Es a la vez el repre­sentante de Dios para conducir al pueblo y el portavoz del pueblo delante de Dios. Y esto explica que ocupe un lugar totalmente particular en cierto número de salmos" (P. Auvray).

Sírvannos estas palabras de introducción al comentario del Sal 21, perteneciente al grupo de los llamados salmos reales, es decir, "aquellos poemas cuya situación vital fueron ciertas solemnidades donde el rey, era la figura central" (Von Rad). Aparente­mente la figura central es el rey, aunque, como veremos más adelante, siempre el puesto central corresponde al Señor, a Yahvé, cuya fuerza es causa de alegría y victoria para el rey (v. 2), su representante ante el pueblo.

La situación histórica concreta del salmo no es muy clara. Existe bastante disparidad entre los especialistas. Generalmente están de acuerdo en situar su composición en los ambientes cortesanos o entre los cantores del templo. Cronológicamente debería ser situado en la monarquía preexílica (M. García Cordero). Sobre su caracterización más concreta hay coincidencia básica entre los comentaristas al notar su carácter litúr­gico, el peso de la ideología monárquica he­brea y el tono positivo y optimista.
2. ANÁLISIS.

Desde el encuadre anterior podemos acercarnos a una lectura más detenida del salmo. La diversidad existente entre los es­pecialistas nos habla de la riqueza de este pequeño poema, riqueza que no permite reducirlo a una sola lectura. Dado el carác­ter de estos comentarios nos limitamos a apuntar algunas ideas que nos ayuden a orar cristianamente el salmo:

A) Existe bastante unanimidad entre los comentaristas a la hora de fijar la ESTRUCTURA del salmo: se trata de dos in­tervenciones de un solista (vv. 3-7 y 9-13) encuadradas en tres intervenciones de la asamblea (vv. 2.8.14). Antes de entrar en el análisis de cada una de las partes, nos pa­rece interesante recoger la siguiente obser­vación de G. Ravasi por lo que nos puede ayudar a la hora de convertir el salmo en plegaria: el centro simbólico del salmo está situado en el v. 4 ("has puesto en su cabeza una corona de oro fino”), pero su centro teológico, ideológico y estructural lo cons­tituye la profesión de fe que encontramos en el v. 8. Lo cual nos hace caer en la cuenta de que la figura central no es el rey, sino el que es su fuerza y la garantía de su victoria, Yahvé.

Desde aquí podemos analizar breve­mente cada una de las partes:

- v. 2: se trata de una antífona de entrada que canta la gratuidad de los dones de Dios representados aquí por la alegría y la victo­ria del rey. "La causa de la alegría no es el propio triunfo, sino la fuerza de Dios que se manifiesta en la victoria del rey" (J. Collantes);

- vv. 3-7: interviene por primera vez el solista (¿un sacerdote?), dirigiéndose al Se­ñor en nombre del rey. Es un canto de acción de gracias a Dios por todas sus ac­tuaciones en favor del monarca. El salmista recuerda que "en la fuente de la vida y del reino de Israel está siempre la palabra efi­caz de Dios, su bendición constitutiva" (G. Ravasi). Todo en Israel se explica por el amor de Yahvé, como recuerda Deut 7,7: “Yahvé se fijó en vosotros y os eligió, no por ser el pueblo más numeroso... Porque Yahvé os amó”. Entre todas las bendiciones desta­can la corona de oro fino, símbolo de la dig­nidad del soberano; la vida que se prolonga sin término, expresión típica en los salmos reales; en fin, las bendiciones incesantes de las que brota el gozo que emana del rostro luminoso de Señor;

- v. 8: antífona de la asamblea que se convierte en profesión de fe: "por el favor del Altísimo, el soberano continuará seguro e inconmovible en su trono para bien de él y de su pueblo" (M. García Cordero);
- vv. 9-13: nueva intervención del solista en la que se dirige al rey en nombre del Señor. En la ideología monárquica israelita se da una equiparación entre los enemigos del rey y los enemigos de Dios. Por eso, "llevado de su arrebato patriótico y de su celo por la gloria de Dios, el poeta desea el exterminio total de los enemigos que cons­tantemente conspiran contra los intereses del pueblo de Dios" (M. García Cordero);
- v. 14: interviene de nuevo la asam­blea pidiendo la actuación eficaz del Se­ñor para cantar su fuerza y su poder en medio de los pueblos.

B) Una breve referencia al marco simbó­lico nos puede ayudar también a la hora de profundizar el salmo:

- en primer lugar coinciden, en gene­ral, los autores en contraponer el TONO de las dos partes: mientras en la primera (vv. 3-7) nos encontramos en un clima de gozo, alegría, serenidad, confianza, opti­mismo, porque Dios está de su parte, en la segunda (vv. 9-13) destaca la sensación de maldición, juicio, condena porque los hom­bres, los enemigos y adversarios están en­frentados con Dios;

- conviene que destaquemos, una vez más, la serie de ANTROPOMORFISMOS para referirse a Dios: él es la fuerza del rey (vv. 2.14), su gozo y alegría (v. 7), su refugio y confianza (v. 8);

- en la segunda parte del salmo (vv. 9-13) se emplean una serie de símbolos gue­rreros y militares aplicados al rey que actúa como lugar­teniente dé Yahvé.

3. PISTAS PARA LA ORACIÓN.

¿Cómo orar en cristiano este salmo? La segunda parte del mismo (vv. 9-13) ha sido suprimida en la Liturgia de las Horas, como otros salmos o partes de los mismos de ca­rácter imprecatorio. Refiriéndose precisamente a es­ta supresión, hacía Alonso Schökel una larga reflexión defendiendo su permanencia y terminaba con estas pala­bras: “Me atrevo a decir que para nosotros, hoy, es ur­gente incorporar estos salmos a nuestra vida espiritual”. Todo é1, pues, puede conver­tirse en oración ferviente en nuestros labios.

Hay una serie de textos del NT que pueden ayudar­nos a rezarlo con provecho. Por supuesto no se trata de forzar los textos haciéndolos decir más de lo que dicen. Simplemente se trata de ayu­das (o, como dice la OGLH, subsidios) que nos permitan rezarlo en cristiano. He aquí algunos:

- Apoc 12,10: "Ha sonado la victoria de nuestro Dios, de su poderío y de su reinado y la potestad de su Mesías”. Y por eso ento­namos un himno gozoso al Dios de la vic­toria con las palabras del salmista;

- Heb 2,8-9: “Al sometérselo todo, nada dejó de someterle... Vemos al que Dios hizo un poco inferior a los ángeles, a Jesús, que, por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y dignidad”. De esta forma en el rey-ungido del salmo podemos descubrir a Jesús el Ungido por excelencia, dándole así un carácter cristológico.

- ¿Y cómo no contemplar también el salmo desde Jn 19,5: “Salió Jesús llevando la corona de espino y el manto color púrpura. Pilato les dijo: Aquí tenéis al hombre”? Esa corona de espino se convirtió en “corona de oro fino” en la resurrección.

- Por último, el grito con que se cierra el Salmo: “Levántate, Señor” es una invitación a rezar con intensidad, como lo hacía la pri­mera comunidad: “Ven, Señor Jesús” (Apoc 22, 21), pidiendo con toda el alma: "Venga tu reino" (Mt 6,10; Lc 11,2).

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