Lo mejor del Mundial: El beso a Sara

Hoy voy a hacer un copia-pega. No me gusta hacerlo. Pero yo no sabría explicarlo mejor. Espero que el autor no se enfade conmigo, ya que no le he pedido permiso. Se trata de un pequeño artículo firmado por Pedro Miguel Lamet en su blog.


En el mundo del fútbol hay un detrás, otro universo entre bambalinas y muchos intereses en juego. Por ejemplo ignoro cuántos millones se habrán movido en publicidad, comuncación, infraestructura etc en este mundial. También observo que de un tiempo a esta parte se ha convertido en un happening, un exudativo para una sociedad angustiada por tantas cosas: el paro, la crisis, la incertidubre de futuro, la carencia de sentido existencial. Antes la gente no se disfrazaba ni pintaba tanto, no había esa orgía de gritos y banderas, esa explosión colectiva por unos colores. Al menos no tanto.
Bien es verdad que en el caso del mundial, se añaden factores nacionales, una forma de hacer patria y mayor autenticidad al pertenecer los jugadores al mismo país y, por arte y magia de la selección, ser un cogollo de los mejores de entre ellos. Un factor curioso, por ejemplo en España, que quizás está suponiendo el rescate de la bandera nacional, minusvalorada por vieja identificación con el franquismo y por la histérica parecelación autonómica. Parece que sólo el fútbol ha sido capaz de realizar el sortilegio.
Que los héroes del balón corren el peligro de convertirse en muñecos de plástico, lo hemos visto también en el mundial con la imagen de Cristiano Ronaldo, escupiendo, sin admitir su fracaso, perdido en la colectividad. O con un Messi, que sin ayuda no puede ser ese gran delantero. Porque el mundial ha sido una lección de los comunitario sobre lo individualista, del buen deporte sobre la violencia torticera. Y ese es otro valor a tener en cuenta.
Pero yo me quedo con la vibración humana, que no pueden ocultar los medios y que al final sobrenada en estos acontecimientoss: las lágrimas por ejemplo de un machote como Casillas arrodillado frente al mundo; las palabras del entrenador Del Bosque, como un padre espiritual, alabando la escala de valores y el buen estilo de sus muchachos durante su convivencia. Y sobre todo el beso.
Ese beso ante las cámaras de Iker Casillas y Sara Carbonero, tan denostados por la prensa (primera de The Times, acusando a la chicha de la falta de concentración del portero en el primer partido) no estaba preparado, como otras tantas reacciones “espontáneas” de la tele. Le salió del alma a Iker una vez rotas las compuertas de la necesaria discreción.
Y de pronto, como un milagro, se asomó la vida en el circo mediático. Él, que había salvado el partido con paradas dceisisvas, había estado a punto de llorar otra vez al dedicárselo a su familia. Y en ese momento estalló la vida, la naturalidad, la alegría y no pudo contener el beso.
La vida se imponía así sobre el fútbol, las cámaras, el negocio, incluso el éxito. Todo lo demás pasa. Los oropeles de la gloria incluso mundial desaparecen, los altavoces se callan, las luces y flashes se apagan y las cámaras se van a otro sitio. Como una fugaz representación. Sólo nos queda ese hálito de autenticidad, esa fuerza del alma, la experiencia que subyace al sueño. Sólo nos queda la vida.
Fuente original: "El Alegre cansancio"

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