50 años de Encuentro: “Dádivas quebrantan peñas”

En Caracas hay una campaña que llena paredes y edificios, farolas y periódicos. El Bicentenario. Hace cerca de 200 años Bolivar consiguió la Independencia de la Gran Colombia de la que, poco después surgiría Venezuela. Pero no es el único aniversario que se celebra en estos días. Hay otro, más reciente, quizás menos publicitado, pero muy importante. Hace 50 años los hermanos capuchinos Adolfo de Villamañan, Epifanio de Valdemorilla, Romualdo de Renedo y Vicente de Gusendo (los dos últimos todavía viven) tomaron contacto con los Motilones, como eran conocidos, o Barís, como el pueblo de se denomina a si mismo. La traducción sería “Las Personas”.
Con ese primer encuentro se acaba un problema viejo. “El Problema Motilón” ya era viejo con la Independencia. Los textos de los dirigentes coloniales del Occidente de la Capitanía General de Caracas están plagados de referencias a las incursiones de estos indios Caribes por las tierras que rodean el Lago de Maracaibo. Barinas, Gibraltar, La Grita, Santa Marta… poblaciones que vivieron los ataques de los motilones, que arrasaban todo lo que podían, defendiendo su territorio, su forma de vida, su propia vida.
En aquella época colonial ya hubo intentos serios de pacificación. Los capuchinos de Valencia y Navarra, encabezados por Fidel de Rala, fueron los que consiguieron que los indios se relacionaran con los blancos de una nueva forma. Fueron los responsables de la fundación de pueblos en los que los Bravos Motilones se asentaron y, también, conocieron la nueva fe que los españoles, en el trabajo de capuchinos, trajeron al nuevo mundo. El éxito no fue poco:
El pueblo criollo de San Carlos contaba con una pequeña capilla, mientras que Encontrados, poblado indígena, contaba con una gran iglesia que rápidamente se convirtió en la parroquia.
Pero la guerra de Independencia y los tiempos revueltos que le siguieron hicieron que los pueblos fueran abandonados y los Motilones volvieran a la selva y, como respuesta a la persecución, también a la violencia.
Poco a poco la presión criolla, la quema de bohíos y el asesinato masivo de indígenas provocó que su gran territorio se viera reducido a algo menos de la tercera parte de lo que fue. Y aun así la aniquilación continuaba.
Romualdo de Renedo, que más tarde sería el
Vicario Apostólico

En 1944 el gobierno Venezolano encargó a los Capuchinos de Castilla el territorio de la Sierra de Perija. Desde el primer momento los superiores de la misión y el Vicario Apostólico tuvieron presente que una de las necesidades era la protección y evangelización de los indígenas de la zona, tanto de los Yukpas, también conocidos como los Motilones Mansos, como el de los Barí, que sufrían una persecución tenaz por parte de los criollos.
En esta época “el problema motilón” eran principalmente los criollos, los ganaderos y los encargados de las petroleras venezolanas y extrajeras. Los capuchinos no dudaron ponerse del lado de los más débiles.
Empieza así, en 1947 la campaña de pacificación y las “bombas de paz” con el lema que aparece en el título, paquetes enviados por avión a las zonas de los Barí con aquellas cosas que solían robar de las misión y de las haciendas cercanas. Una época en la que esa paz se mezclaba con los asaltos, los robos y quemas (más graves por parte de los criollos que de los indígenas) y también demasiadas muertes. Muchos por las armas de los blancos, algunos por parte de las flechas afiladas de los Bari. Incluso los religiosos sufrieron las flechas en su cuerpo.
Monseñor Ángel Aurrecoechea, Vicario Apostólico de Machiques
Primera visita del Obispo a los Barí
Y cuando todo estaba preparado para el encuentro se enfrentó a un problema mayor, por un lado la presión de los terratenientes, por otro la pasividad del gobierno, que dejó de apoyar los vuelos de aviones y helicópteros por la zona y que no frenaba la violencia blanca.
Los misioneros veían como sus esfuerzos se rompían por una violencia desmedida y descontrolada. Los pocos intentos de encuentro que se consiguieron hacer, subiendo por lo ríos que entraban en territorio Barí no conseguían nada, a lo sumo ver los restos de los Bohios Barí (vivienda típica) quemados y destruidos por los blancos.
Por eso en 1960 la paciencia se acabó y casi sin organización se preparó todo. Por un lado Adolfo de Villamañán y Epifanio de Valdemorilla irían por tierra, mientras que Romualdo de Renedo y Vicente de Gusendos irían por aire con un helicóptero.
Así el 20 de julio, de madrugada, tras celebrar la eucaristía, los dos capuchinos y un grupo de Yukpas que se habían presentado voluntarios, salieron hacia la Motilonia. Adolfo recogió los nombres de estos yukpas que iban, con conciencia clara de evangelización al encuentro de sus vecinos: Abel Pete, David Atape, Fernando Panapera, Hilario Polishi, Nemesio Anane, Paulino Eua, Miguel Chókape, Manuel Uribichi, Domingo Tete, Aristides Romero y Gregorio Vayanke (de doce años que conocía algo de la lengua Barí).
Tras dos días de ascenso y el cruce de varios ríos todo estaba dispuesto para el momento culmen. Adolfo cuenta en sus memorias que sabían que estaban cerca de los bohíos, por lo que junto al deseo del encuentro estaba el miedo a ser atacados. La última noche pocos pudieron dormir.
Foto tomada por Vicente de Gusendos, en uno de los primeros encuentros
La mañana del 22 el grupo de peregrinos recibe la primera ayuda. El vuelo del helicóptero de Romualdo y Vicente indica la dirección a seguir. A media mañana Adolfo se adelanta al grupo y entra, con la manos en alto y entra en un bohío mientras que gritaban “en presunto motilón” (según el propio Adolfo): “Dobokubi chomsi ahimé".
La primera reacción de los barí fue la de salir corriendo, pero una de las mujeres reconoció el hábito de Adolfo, ya que en las “Bombas de Paz” también se incluían hábitos” y los tres pueblos, Barí, Yukpas y Criollos se encontraron sin que hiceran falta las armas. Como decía Adolfo: “Ya no había motilones, ya sólo había Barís”.
Eso no significó la paz inmediata. Algunos supervivientes y los descendiente de los testigos hablan de que un grupo de Barís querían matar tanto a los Yukpas como a los frailes. Pero la paz triunfó.
Como dijo san Pablo: “Cristo es nuestra Paz. Él ha unido a los dos pueblos en uno sólo, derribando el muro que los separaba” (Ef 2, 14).
Emiliano Uksurí, uno de los Barí testigo del encuentro comentaba hace poco: “Lo más bonito que recuerdo es que ellos (los capuchinos) llegaron a pacificarnos, y esto hasta hoy lo hemos mantenido. Ellos nos dijeron que no nos podemos matar los blancos y los Barí, que somos todos hermanos y humanos. Y ahora nos sentimos libres, andamos por todos los lugares sin miedo a que nos maten y sin intenciones de matar. Los Capuchinos nos han enseñado a estar en paz”.
Ese esfuerzo que se inició hace 50 años hoy continua. Los Capuchinos, junto a otras congregaciones y movimientos católicos siguen en la brecha de defender su cultura (el primer diccionario y gramáticas fueron escritos por un capuchino) así como apoyarlos en aquellas causas y reclamaciones justas que hacen, como es la defensa de su territorio y la recuperación de antiguas zonas robadas por la fuerza. También es estar con ella en la búsqueda de los nuevos problemas que van surgiendo, como es el de la presencia de las guerrillas colombianas, el alcohol o la presión de los hacendados.

En la actualidad Nelson Sandoval, Wolfan Molina, Alfonso Mora y, de manera especial, Víctor Marcos, son los hermanos capuchinos que desde la Misión del El Tukuko y desde la comunidad Barí de Saimadoyi, son los que siguen la labor incicida. Son los que siguen el camino que empezaron aquella mañana dos frailes y 11 yukpas.

Misión del Tukuko, desde donde se atiende a toda la zona
y lugar de la Unidad Educativa "Sagrada Familia", para que los
Barí, los Yukpas y los Wayú (otra etnia)puedan estudiar)

Comentarios

  1. Excelente hermano.... somos herederos de dos cosas; del Evangelio y de la fraternidad Capuchina.

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  2. Gracias por el comentario. Siempre bienvenido

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