Nostalgia y esperanza

Los capuchinos estamos en un proceso complejo y complicado. La unión de cuatro provincias religiosas de golpe no es algo sencillo.

Para tratar los temas qe nos afectan a todos estamos teniendo reuniones sectoriales, de grupos, de personas… de todo tipo.

Esta semana hemos tenido una Asamblea en la que noventa y cinco frailes hemos tratado diversos temas de nuestro futuro. Entre los diversos momentos no podía faltar la oración.

Al ser tantos el único lugar era la iglesia. Se me olvidaba decir que la reunión ha tenido lugar en la Casa de Espiritualidad "El Cristo de El Pardo".

Al empezar a celebrar la Eucastía el canto de entrada empezó a sonar. Un canto sencillo y conocido por todos, aunque ahora mismo no recuerdo cual. El primer sentimiento fue de impresión ya que no siempre se tiene la ocasión de oír a tanto frailes cantando.

Luego me di cuenta de una cosa. Era la primera vez que me sentaba en los bancos de la nave central desde que hice la primera profesión en septiembre de 1996. Antes de eso fue en mi época de "seráfico" cuando, rodeado de seminaristas cantaba cantos parecidos. El aquella época, como estos días me fijaba mucho en el retablo de la iglesia: un cuadro inmenso que representa la Coronación de la Virgen o, dicho de otro modo, Nuestra Señora de los Ángeles.

Y en esos momentos sentí una gran nostalgia. El Pardo será siempre para mí el "Seminario Seráfico de Misiones" donde acompañados por algunos frailes como Benjamín, o Carlos, o los tres Jesús que había, y otros más empecé a vislumbrar un sitio en que se podía ser feliz, que era lo que le escribí al que era entonces el Provincial. Un lugar y un tiempo inolvidables, idílicos, un punto álgido en una adolescencia no siempre sencilla.

Como dice el Éxodo "recordaba los ajos y cebollas de Egipto". El Pardo no fue la esclavitud, al contrario, fue el primer momento que fui libre. Donde era el que decidía, hacía, vivía, aprendía el valor de la amistad. No era un lugar de crisis, que no es otra cosa que un juício, ni de interminables discusiones, ni había frialdad de trato. El Seminario era algo sencillo.

La única forma que tengo de explicar lo que sentí en ese momento es la de unirme al bueno de Pedro y decir "¡qué bien se está aquí!".

Pero al mismo tiempo me fijé en algo más. Entre los frailes que estaban a mi alrededor estaban el director y el subdirector del Seminario en mi época, pero también mi maestro de postulantes, el maestro y vicemaestro de novicio, mi maestro y dos de mis vicemaestros de posnicios, casi todos los Superiores que he tenido y casi todos los provinciales de las cuatro provincias que ha habido desde entonces.

Y eso me hizo recordar muchos momentos vividos desde que fui "niño seráfico". Muchas decisiones y muchas opciones. Me di cuenta que el lugar donde, para mí, empezaron muchas cosas se acaba de convertir en el lugar donde otras nuevas se están gestando. Y lo curioso es que es lo mismo de antes. Es decir la nostalgia, pasando por una Pascua de hermanos y años vividos, se ha convertido en una esperanza de algo nuevo de una nueva vida que, a falta de otro nombre la llamaré Provincia de España. Pero al mismo tiempo como lo que pasó con los apóstoles que descubrieron que el Resucitado era el mismo que el "andó por Galilea" la nostalgia se ha transformado en esperanza. Para mí los capuchinos sigue siendo el lugar donde se puede ser feliz.

Quizás momentos así son los que nos hacen posible ver que somos nosotros, abiertos a la voluntad de Dios, a nuestras experiencias, a nuestros recuerdos y deseos los que tenemos la llave se nuestro futuro.

Que por mucho que mires al pasado el futuro te termirá alcanzado. Y que además seguro que merece la pena es esfuerzo de estar preparado para vivirlo.

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