José, María, la adultera y Jesús


A veces me gusta jugar, inventar relaciones imposibles, hacerme la pregunta de "¿y si…?". Y al mismo tiempo recuerdo una frase de la Gaudium et Spes: "Nada de lo humano le es ajeno a la fe". De hecho estoy convencido de que lo humano, lo profano, por así decir, hace que la fe tenga mayor sentido, tenga más plenitud de significado.
Este fin de semana, largo por el puente, ha sido uno de esos días en que los juegos se juntan con la fe dando resultados que no sabría decir hasta donde podrían llegar. Todo empezó con dos textos evangélicos. Uno lo leímos el viernes, cuando la Solemnidad de san José nos habla de cómo fue el nacimiento de Jesús. De cómo la familia cristiana modelo se configuró de una manera tan poco tradicional. El otro texto ha sido el del sábado y el del domingo: la adultera, y sobre todo la presión para que Jesús condenara a la mujer o que él fuera el condenado (y sin que la mujer fuera a salvarse).
Todo empezó por esas enigmáticas palabras que Jesús está escribiendo en el suelo. Muchos han sido los que se han preguntado por esa faceta de Jesús. De hecho es el único texto en el que se nos habla del hecho de que Jesús escribiera. Algo que no era muy frecuente en aquella época, como sabemos. Pero para mí no es importante si Jesús era escriba o no. Yo también me he preguntado más de una vez que sería lo escrito: ¿insultos contra los escribas?, ¿garabatos sin sentido?, ¿los mandamientos?, ¿las bienaventuranzas? Son tantas las posibilidades que no lo sabremos nunca. A lo mejor ni es importante.
Pero, ¿y si lo que escribió fue el nombre de sus padres? Y me explico. Dejemos a un lado la fe, de momento, quedémonos con lo humano y repasemos la historia. Para ello nos tenemos que desplazar a Nazareth, una aldea pequeña, y no muy bien vista de la montaña que rodea el lago de Galilea. Unas 10 cuevas y 20 casas. Según algunos, la mayoría de ellos de un "grupo" judío llamado los "Anawin", "Los pobres de Yhwh". Y dos de las familias que viven allí son la de Jacob y, si hacemos caso a la tradición, la de Joaquín. Y me da que un pueblo es siempre un pueblo. No lo digo con afán de ofender, para nada. Pero si es cierto que un pueblo es diferente a una ciudad. Yo crecí en un edificio en Madrid donde habría unas 200 familias. Hay pueblos donde hay menos gente. En Nazaret sin duda. Eso hace que la forma de relacionarse sea diferente. No descubro nada con eso.
La cercanía, el conocimiento de lo que pasa en la vida de los otros, la familiaridad, tanto en lo sanguíneo como en el trato, es mucho más elevado. Y también, por lo que me han contado y he visto, las murmuraciones son más frecuentes. Y las críticas, y las discusiones.
Y en esa aldea resulta que una joven, que todavía no está casada, se queda embarazada. La situación se vuelve tensa. Hasta hace bien poco las madres solteras eran muy mal vistas. Hoy, en ciudades como Vigo, hay una mayor tolerancia, pero no sé cómo será en las aldeas o pueblos actuales. Sería bueno saberlo. Pero cuando yo era pequeño, y no hace tanto, las madres solteras eran algo cercano a los apestados, y mucho más en los pueblos. Por eso pienso que la noticia del embarazo de María tuvo que ser lo más comentado (o murmurado) en el pequeño pueblo de Nazareth. Es humano. De hecho el evangelio dice que José se enteró, no que María se lo dijera. Los comentarios le llegaron por terceras personas. Cierto es que no lo sabemos, pero tampoco nadie me lo puede negar.
Pero esos comentarios podrían explicar porque José decidió repudiarla en secreto. Quizás se acordó de lo que le pasó a la casta Susana. Mejor dicho lo que podría haber sido si Daniel no la hubiera salvado de la lapidación.
La tentación de José. La tentación de muchos de condenar al que ha metido la pata. Pero como Jesús en el desierto todo quedó en tentación, en duda, en opción. Porque hay algo más fuerte que la tentación en el bueno y silencioso de José. Y es la fe. Y es el amor. Y es, por qué no, creer en un Dios que quería la salvación y la atención a los que más necesitaban el perdón y la compresión, de los pobres y las viudas, de los encarcelados y los emigrantes. La fe de José superó la tentación humana y aceptó a María, y a Jesús. Tanto que más tarde, cuando Jesús fuera un adulto y él entrara en la sombra de la misión cumplida Jesús será conocido como Yoshua ben Yosef, Jesús el hijo de José, el hijo del carpintero. No pasa a la historia como el bastardo. El amor y la fe de José ganaron a la facilidad de murmurar, de etiquetar, de descalificar.
Y por el otro lado María, que fue la que sufrió la murmuración, presunta. Tanto que lo mejor fue irse del pueblo. Ir a otra montaña donde pasar el embarazo. Incluso, como dicen algunos ser el origen del viaje que le llevaría a Belén junto con José. Pero como dice Tolkien, esa es otra historia para otro día. También la fe en su hijo, y, sobre todo, en el Padre le lleva a aceptar una misión vocacional que humanamente sólo le podía generar problemas, que posiblemente se los generó.
Y con esos dos precedentes de fe y de escándalo le presentan a Jesús a la que es adúltera. Pero no al adultero, ¡que injusta es la vida! Y le piden a Jesús que condene a una que, en cierta medida, era como su madre. Adultera, "infiel" al hombre prometido, o al hombre casado. Si Dios quiso que su hijo tuviera a una madre así, tan "imperfecta" a los ojos de los hombres, ¿cómo Jesús podría condenar a la otra? ¿Cómo condenar a una mujer que podría ser una madre amada por sus hijos?
Me da que esa es la clave: el amor. El que se da, el que se recibe, el que se necesita, incluso el que se tiene que prostituir. Y sobre todo el amor que sentimos con nada que tengamos fe en el Dios de Jesús. Jesús, en ningún caso hubiera podido condenar a la mujer porque sería condenar su propia vida, su propia existencia. Negar su propia relación con Dios y con todo lo que Él le había revelado. Negar el amor que el Padre sentía por María, por José, por el propio Jesús, por la mujer sin nombre. Pero una mujer con futuro. Algo que los puros, los perfectos, los creyentes le querían arrebatar. Un darwinismo social que podría ser positivo si no fuera porque está basado en un error, creer que somos los buenos. Creer que somos los mejores.
No. Simplemente somos amados. Simplemente llamados, invitados, empujados y auto-obligados por amor a amar. Sobre todo al que más necesita el amor. Que no es otro que a quien se le niega, al que se le quiere quitar incluso la vida.

Comentarios

  1. GD...
    Me ha gustado mucho esta reflexión... porque juzgados siempre a la mujer que comete adulterio como la más pecadora... lo habrá cometido o existen parejas que no saben cuidad su matrimonio y se pierde el amor y conoce alguno de los dos a otra pareja y se le quiere achacar la culpa del problema.

    Yo creo que Dios no ama a todos... no juzguemos... sólo nosotros nos tenemos que dar cuenta de nuestro error y cambiar.

    A veces de una relación X puede que a los ojos de los demás es pecaminosa, ante Dios es algo Divino.

    José lo comprendió y puso en práctica el AMOR... superó de ver a María la Madre de Jesús como una adúltera.

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  2. Hola hermnano. Bienvenido a tu casa.

    Gracias por el comentario. Me alegro que te haya gustado. Sólo espero que hayas cometido una errata, sino sonaría demasiado mal algo que has dicho:
    "Yo creo que Dios no ama a todos... "

    Lo correcto sería: "Yo creo que Dios noS ama a todos...". Siento curiosidad de saber tu opinión al respecto.

    Siempre bienvenido, hermano

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