Pedro, el lobo y la red


(Por si quieres escuchar algo de música mientras lees)

Este fin de semana he estado pensando y dándole vueltas a uno de esos cuentos infantiles que se usaban para presionar la conciencia de los infantes. Siempre pensé que el cuento de Pedro y el lobo era cruel, sobre todo porque el que acaba sufriendo era "el del gremio" y no los "malos". El cuento, por si no os suena, tal como yo lo recuerdo iba de Pedro el pastorcillo aburrido que para entretenerse lanzó la falsa noticia de que un lobo venía a por las ovejas del pueblo. La advertencia ponía a la gente en pié de guerra, para deleite del travieso Pedro que se reía de la broma. Pero el éxito aparente de los primeros intentos se tornó en una advertencia primero y luego la tragedia. La gente no creyó a Pedro cuando el lobo realmente llegó al aprisco, siendo el propio Pedro el que sintiera los dientes del fiero cánido.

La moraleja era obvia: nada de mentir. De crío se me ponían los pelos como escarpias pensando en el final de Pedro. Si, lo habéis adivinado, no era de mis cuentos preferidos. La moraleja supongo que está bien. Está claro que es preferible decir las cosas tal como son, a la larga siempre será mejor. Siempre me ha parecido simpático lo de las "mentiras sociales", pequeñas mentiras que se dicen para quedar bien. Lo curioso es que hay mucha gente no le da importancia moral a ese tipo de mentiras. Es entonces cuando mi propia conciencia me recuerda el pavor del cuento.

Supongo que humanamente hay un límite para las cosas que se pueden tolerar a otra persona. Parece que siempre hay una gota que colma el vaso, que lo rebosa e incluso lo rompe en pedazos. El juego social consiste en buscar el límite de los vasos de los que nos rodean, tratando de no llenar muchos al mismo tiempo que vamos llevando cierto control de nuestros vasos para ver cuales se llenan y cuales conviene ir vaciando, ya que no todas las amistades son iguales. Dicho de otra manera, hay veces que somos como Pedro, lanzamos la mentira o "mentirijilla" para ver como reacciona la gente.

Puede que muchas veces ese juego sea algo inconsciente. A veces sólo lanzamos la mentira por no querer movernos, no querer enfrentarnos, evitar el dialogo o la discusión, o la incomodidad de tener que dar razones. Razones hay tantas que podría hacer la lista muy larga. Y no es cuestión. Supongo que cada uno sabe hasta donde llega.

Pero hay algo más. Siempre hay algo más. Y es algo que me ha dado que pensar. Y es sobre el evangelio que este domingo (V domingo tiempo ordinario) hemos escuchado. Una historia que me recuerda mucho a la de Pedro y que, tiene la coincidencia de tener a otro Pedro de protagonista.

La situación es sencilla, el pescador sencillo que se gana la vida sacando peces del lago. Ese es su trabajo, es su profesión, es lo que sabe hacer, y es lo que hace seis días a la semana. Sabe de barcas, de redes, de remos, de velas, de tormentas y de calmas y sabe de corrientes, de bancos de peces y de mil cosas que a mi ni se me ocurriría pensar. Y esa noche previa al encuentro se establece una dinámica laboral usual. Salir al interior del lago (Duc in altum, que dicen las versiones latinas), y echar la red. Y encontrarla vacía. Y decirse "hay que echarla otra vez". Y volver a verla vacía. Y darte cuenta que tus esperanzas se acaban. Vamos que el lobo no aparece, que la advertencia de que la siguiente vez vamos a conseguir verle el rabo vuelve a ser una falsa alarma.

Y así toda la noche. Siempre he creído que en ese momento Pedro tenía que estar para pocas bromas. Ese día no llevaba nada a casa, donde sabemos que le estaba esperando la suegra. Con lo impulsivo que suele ser Pedro tenía que estar o muy tenso o muy triste. Supongo que no sería la primera vez. El "duro patrón de Galilea" tenía experiencia marinera.

Pero en esa situación de fracaso aparece Jesús. Y por sus comentarios sabía más de campo que de lago, más de semillas que de redes y de caminos que de corrientes. Y contrata a Pedro para que su barca lleve a un pasajero en vez de llevar peces. Y Pedro acepta. Me parece lógico pensar que Pedro y Jesús se conocieran. Cafarnaún no era muy grande y no tendría que haber muchos patrones de barco y menos aún predicadores. Ya es más difícil de saber los sentimientos que despertaba en Pedro el discurso de Jesús. Supongo que muy malos no serían cuando después de la discusión en Nazaret, Jesús vuelve a casa para seguir haciendo lo mismo. La distancia entre ambos pueblos no es tan grande para no creer que no llegara ningún rumor, ningún murmullo sobre lo sucedido. Al fin y cabo un intento de asesinado o de lapidación es algo que da que hablar.

Y después que Jesús enseña sobre cómo sembrar o cómo encontrar ovejas perdidas le dice que vuelva a pescar. Es ese momento el que puso a prueba la paciencia de Pedro. Estoy seguro que ese es el momento en el que Pedro se acordaría del cuento del lobo, si lo conociera. Lleva toda la noche intentado pescar, diciéndose que a la próxima lo va a conseguir si éxito y llega un profano, alguien que no es pescador, y le avisa que viene el lobo de nuevo.

Me da que la respuesta humana ante el grito del pastor lo mejor es quedarse en cama. Seguro que es otra falsa alarma. Lo lógico, lo humano hubiera sido que Pedro le dijera una burrada a Jesús y que hubiera sido el final de la historia. "Estoy cansado de buscar lobos escurridizos".

Pero la respuesta no es humana. Pedro nos sorprende, o por lo menos a mí me sorprende, dando una respuesta que no es lógica, que no se basa en la experiencia, que no se basa en lo racional. Ésta hubiera sido la de decirle "Mira, amigo, llevo 12 horas intentándolo sin conseguirlo, y todavía me queda enfrentarme a mi mujer y familia. No estoy para bromas". Pero la respuesta de Pedro está basada en una lógica diferente, la de la confianza. Esa es la palabra importante: "Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes". Y sabemos lo que pasó. Las barcas se llenan de capturas. Negocio redondo y día aprovechado. La historia entre Pedro y Jesús, o Jesús y Pedro, si lo preferéis, empieza. Y sabemos que nosotros somos parte de esa historia.

Y lo somos, sencillamente, porque Pedro no conoció la historia de Pedro o conociéndola vio que hay algo más importante que lo social. La confianza de que el otro no quiere engañarnos, que tiene razón, que viene el lobo. Porque tengo algo más que una impresión de que nuestras relaciones, en muchísimos casos está más basada en el negocio (que voy a conseguir, que estará buscando) en la confianza, que en pensar que el otro no busca nada más que nuestro bien, o el de todos.

Dicho de otra manera: ¡ojala no existiera el cuento de Pedro y el lobo! o mejor dicho: cada vez que nos acordemos del cuento de Pedro y el lobo, que nos acordemos de la historia de Pedro y la red.

Y como dijo alguien que sabe más que yo: "El que tenga oídos que oiga".

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