Decid si por vosotros ha pasado

Enviado por Jaime Rey, capuchino y publicado en la revista "El Santo" y publicado con permiso del autor



Aprender a contemplar. He aquí el secreto para adentrarnos en el mundo de la belleza. Contemplar la belleza de Dios es una constante invitación a poner los ojos en su obra de arte por excelencia: el ser humano. Dios es un artista; provoca siempre en nosotros sorpresa y admiración. Su obra maestra, el ser humano elevado a la categoría de Dios, Jesús de Nazaret, se convierte en el paradigma de toda obra de arte. Desde Cristo todas las cosas adquieren su plenitud. Por eso, quien busca el placer de la belleza, debe mirar desde Cristo todas las cosas creadas. La aventura de la contemplación no está exenta de riesgos, si no quieres equivocarte escucha atento el secreto que el Zorro confía al Principito en la obra del Antoine de Saint-Exupéry: Lo esencial es invisible a los ojos. Sólo se ve bien con el corazón. (El principito, cap. xxi).

La encarnación del Verbo es el deseo de Dios de llenarnos de hermosura con su hermosura: Mil gracias derramando/ paso por estos sotos con presura/ y yéndolos mirando/ con sola su figura/ vestidos los dejó de su hermosura. (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual). Sólo queremos ser espejos que reflejen al infinito la belleza de Cristo. Dejarnos mirar por Él, para trasformarnos en Él por la seducción de su mirada.

    Pero la belleza de Cristo, no responde a los moldes culturales de la pasarela, a lo Calvin Klein o a lo Armani. No es una belleza que invita a identificarse con los "guapos/as" de turno, soportando el sufrimiento de una despersonalización que nos castiga a base de anorexia. No se trata de una belleza para competir y vender más y más. No es una belleza que se prostituye convirtiendo a las personas en puros objetos de placer. La belleza que se desprende del rostro de Cristo está estrechamente ligada a la cruz: allí donde más resuena el canto de su amor, se expresa su belleza más sublime. El sufrimiento que nace del dolor de aquel que ama, se encarga de que sólo permanezca lo esencial; por eso, ningún lugar como la cruz nos muestra la desnudez limpia y pura de la belleza. No te dejes engañar. Busca siempre la belleza escondida: Muchos se espantarán de Él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano... Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado (Is. 52, 14. 53, 3-4).

    Así nos lo enseña Francisco de Asís, rastreador infatigable de la hermosura de Dios a través de la creación. Buscó en todos los lugares, y sólo acalló su deseo en el beso al Cristo pobre y crucificado hecho leproso; y eso beso, aparentemente amargo, se le tornó dulzura del alma y del cuerpo. El Crucificado y a los crucificados se convierten en lugar de contemplación por antonomasia.

    La belleza sólo es comprensible desde el amor, y no hay amor que se diga en la verdad, y no hay verdad que no nos lleve a la unidad (hoy se habla de globalización). Es el amor quien convierte la estética en ética y en compromiso social.

    Queremos trazar Senderos que descubran la hermosura escondida tras el don de la Vida; queremos dejar constancia de que Él es nuestra única Verdad. Aprende a descubrir la belleza que Dios ha puesto dentro de ti, para que todo el que te vea, sepa que también por ti Él ha pasado.

Hasta pronto. Tu amigo

Jaime Rey Escapa

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