¡Tantas cosas que enseñar! ¡Tantas cosa que aprender! Todo en la vida es materia de reflexión. La hierba del campo, las abejas elaborando la miel, la luna en medio de la noche, el pastor con la oveja al hombro, el perro que ladra, la perla fina que, por adquirirla, se vende todo lo que se tiene…
Yo vivo la aventura de haber vendido todo para adueñarme de un tesoro escondido. No es la pobreza por pereza o tacañería, sino para sentirme libre, sin ataduras, disponible para caminar. No todos comprenden lo que significa el Reino de Dios como un tesoro escondido.
No es la pobreza por pereza o tacañería, sino para sentirme libre, sin ataduras, disponible para caminar. No todos comprenden lo que significa el Reino de Dios como un tesoro escondido. Es lo que explica nuestra condición desprendida de ser pobre.
Hoy me sucedió algo llamativo. Siempre hay alguno empeñado en seguirme, formar parte del equipo de mis íntimos, pero el número no puede ser grande, entorpecería las relaciones formativas. Pero lo vi tan decidido que me atreví a exponerle la condición básica del Evangelio: "Vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después podrás seguirme".
Abrió los ojos asombrado, inclinó la cabeza y se alejó entristecido. Era un hombre rico. Lo comenté con los doce: "¡Qué difícil es que un rico entre en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico con sus riquezas siga la senda del Evangelio. Con la gracia de Dios, podrá empobrecerse. Pero no se pude servir a Dios y a la riqueza". Hacerse rico entra dentro de las posibilidades humanas. Hacerse pobre sin descubrir el tesoro, resulta absurdo.
Subíamos a Jerusalén. Desde mi reacción violenta en el Templo, mi situación personal en la ciudad resultaba conflictiva. Los sacerdotes habían puesto precio a mi cabeza. Los doce no podían ocultar su temor. Y quise aclarar, de una vez por todas, el designio de mi Padre: "Voy a ser traicionado.
(Foto: Camino que lleva a la comunidad de Kavanayén, Edo. Bolivar, Venezuela)
Yo vivo la aventura de haber vendido todo para adueñarme de un tesoro escondido. No es la pobreza por pereza o tacañería, sino para sentirme libre, sin ataduras, disponible para caminar. No todos comprenden lo que significa el Reino de Dios como un tesoro escondido.
No es la pobreza por pereza o tacañería, sino para sentirme libre, sin ataduras, disponible para caminar. No todos comprenden lo que significa el Reino de Dios como un tesoro escondido. Es lo que explica nuestra condición desprendida de ser pobre.
Abrió los ojos asombrado, inclinó la cabeza y se alejó entristecido. Era un hombre rico. Lo comenté con los doce: "¡Qué difícil es que un rico entre en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico con sus riquezas siga la senda del Evangelio. Con la gracia de Dios, podrá empobrecerse. Pero no se pude servir a Dios y a la riqueza". Hacerse rico entra dentro de las posibilidades humanas. Hacerse pobre sin descubrir el tesoro, resulta absurdo.
Subíamos a Jerusalén. Desde mi reacción violenta en el Templo, mi situación personal en la ciudad resultaba conflictiva. Los sacerdotes habían puesto precio a mi cabeza. Los doce no podían ocultar su temor. Y quise aclarar, de una vez por todas, el designio de mi Padre: "Voy a ser traicionado.(Foto: Camino que lleva a la comunidad de Kavanayén, Edo. Bolivar, Venezuela)
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