Diario de Jesús -25-


Yo no soy un hombre teórico. Los que me rodean, campesinos y pescadores, tampoco siguen los razonamientos abstractos. Por eso prefiero el estilo narrativo, con ejemplos sacados de la vida cotidiana. De este modo, hombres y mujeres se sienten identificados y comprenden de qué les hablo, aunque los designios del Padre son siempre misteriosos. Por eso es bueno respetar el misterio y no querer saberlo todo.

Una parábola preferida y comentada en diversas ocasiones es la del trigo y la cizaña. La cuento así: "El Reino de Dios es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Mientras sus empleados dormían, un enemigo sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. Pasó el tiempo y todos vieron que con el trigo, crecía la cizaña. Le dijeron los siervos: '¿Quieres que arranquemos la cizaña?' El dueño replicó: 'No, no sea que arranquen con la cizaña también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la siega'".

Ésta es una verdad que a muchos les cuesta aceptar. Pretenden que ellos son los únicos buenos, y que los demás, siendo malo, no tienen derecho a vivir. Pero la realidad es que sólo Dios es bueno, y hombre y mujeres ni son completamente buenos, ni completamente malos. De ahí la dificultad de separar el trigo de la cizaña. Hay que aprender a convivir con los otros, con sus cualidades y defectos, y cada uno aceptarse a sí mismo como es. Cuando llegue el fin del mundo, se podrán separar las ovejas de los cabritos, como hace el pastor en el redil. Pero mientras tanto se impone la tolerancia, y no la intransigencia. Cuando alguien excluye de su amor a otra persona, por muy pecadora que sea, no posee en sí el Espíritu del Señor. En mi experiencia con el trato de la gente voy descubriendo que esto –negar nuestro amor al enemigo– es una de las dificultades mayores. Lo repito con frecuencia: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia"

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