THOMAS MERTON (estracto del "prefacio para el lector iberoamericano", 1958, editorial "Buenos Aires", OBRAS COMPLETAS. )


No, la contemplación sola no construye un nuevo mundo. La comtemplación
sola no da de comer al hambriento, no viste al desnudo, no educa al ignorante, ni devuelve al desdichado pecador a la paz, la verdad y la unión con su Dios.
Pero, sin contemplación no tenemos la perspectiva para ver lo que hacemos en nuestro apostolado. Sin contemplación no podemos comprender el íntimo significado del mundo en el cual tenemos que actuar. Sin contemplación, permanecemos pequeños, limitados, divididos, parciales: nos aferramos a lo insuficiente, permanecemos unidos a nuestro limitado grupo y a sus intereses, perdemos de vista la justicia y la caridad universales, nos dejamos llevar por las pasiones de facción y, finalmente, traicionamos a Cristo. Sí, sin contemplación, sin la íntima, silenciosa, secreta búsqueda de la verdad mediante el amor, nuestra acción se pierde en el mundo y se hace peligrosa. Más aún, si nuestra contemplación es fanática y falsa, nuestra acción será tanto más peligrosa. No, debemos perdernos con el fin de ganar el mundo, debemos sumirnos en las profundidades de nuestra humildad con el fin de hallar a Cristo en todas partes y amarle en todas las criaturas: de lo contrario, le traicionaremos, al no verle en aquellos a quienes dañamos inconscientemente mientras le rezamos en nuestra "inocencia".

La esencia de mi regla monástica se contiene en estas pocas palabras: "no preferir absolutamente nada al amor de Cristo"... y en este amor de Cristo, de Cristo en sí mismo y de Cristo en nuestro prójimo, es como se construyen Nuevos Mundos sobre bases duraderas. No se construirá un Nuevo Mundo entre nosotros mediante la deformación rusa de la dialéctica marxista. No se construirá un Nuevo Mundo mediante las pasiones destructoras del militarismo fascista. No se construirá ningún nuevo mundo mediante la magia engañosa de la tecnología imperialista. En cuanto a la diplomacia del dolar, hay poca esperanza de que origine algo más que decepcioes y confusión para todos. El hemisferio occidental es enormemente rico, más rico quizás que todo el resto del mundo, y sus riquezas perteecen a los que vivien en él; pero la mera explotación de estas riquezas y su justa distribución no resolveran nuestro problema. Por encima de todo está el problema de la comprensión y del amor, el problema e la unidad, el problema del hombre. Esto es lo más importante de todo, pues el hombre es la imagen de Dios, y cuando está plenamente unido, dentro de sí mismo con sus hermanos, y con su DIos, entonces el Reino de Dios ha venido y se manifiesta en la tierra para que todos lo vean. Pero esto no puede lograrse jamás, excepto en Cristo, y mediante el poder de su Cruz, y la victoria de su Resurrección.

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