SALMO 16 (15): “Nada falta a quien posee a Dios. Sólo Dios le basta” (Sta. Teresa)

1. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti,
2. yo digo al Señor: “Tú eres mi bien ".
3. Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.
4. Multiplican los estatuas de dioses extraños;
yo no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
5. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano:
6. me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
7. Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
8. Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
9. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
10. porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
11. Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

1. AMBIENTACIÓN.

En esta parte del comentario de los salmos pretendemos buscar un contexto más o menos amplio en el que encuadrar nuestra oración de estos poemas preciosos que la fe de otros orantes nos ha dejado. Enlazando con lo que diremos más adelante, podemos situar el salmo en uno de los dos contextos siguientes que nos ofrecerán pistas más que suficientes para orarlo:

- "El máximo enigma de la vida humana es la muerte. Mientras toda imaginación fracasa ante ella, la iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre... Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a Él con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte" (GS 18).

- "Comentario en acto de amor: Te conocí, Dios mío, porque soy, tuyo, era tuyo, lo fui siempre. Era un pobre que necesitaba amor. Me habías herido con sed insaciable. Cavaba en el pozo de mi corazón, bebiendo en copa de amistad y en vértigo de carne. Hice dioses de barro, me entregué a señores que no satisfacen. ¡Criatura ésta de mi corazón, tan débil y tan terrible! Fui como los demás, derramando libaciones en noches de hastío, invocando nombres fatuos en mis labios... Una noche me rendiste, Maestro que de noche instruyes internamente. En el vacío siempre más hondo, tu presencia fue grito entrecortado... Estaba enamorado de ti sin saberlo. Me diste paz. Descansé en tu pecho como refugio sereno. Mi corazón late, por fin, a ritmo de puerto en calma. Me bastas” (Javier Garrido).

Son dos pistas abiertas en el ancho camino que este salmo nos abre. Su carácter es precioso, digno de ser recordado, capaz de ser escrito con letras de oro, tal como algunos comentaristas interpretan la designación, miktam, que lleva en el salterio hebreo. En realidad se trata de “un canto de alabanza, con expresión de la gratitud y confianza, del contento y la dicha que inspira el estar con Dios” (A. González); “un corto, pero precioso salmo” (J. Collantes); “una expansión confidencial del alma que encuentra su felicidad en vivir en compañía de Dios, porque El es la fuente única de todo bien” (M. García Cordero); “una plegaria de confianza con matices hímnicos y símbolos sapienciales” (G. Ravasi). Son éstas algunas de las muchas y bellas cosas que los comentaristas escriben sobre este salmo; indicaciones, por otra parte, que deben colocarnos ante él en una actitud de profunda oración.

2. ANÁLISIS.


Un acercamiento al contenido y estructura del salmo será una ayuda eficaz a la hora de rezarlo. Centraremos nuestro comentario en tres puntos:

A) Tenemos que comenzar reconociendo, con los mejores comentaristas, las dificultades que el salmo ofrece por el mal estado del texto. Alguien, en razón de esto, le ha calificado como “crux interpretum”. Nos basta aquí y ahora recordar dos cosas: el mal estado del texto se manifiesta en las distintas traducciones que dan los autores. Basta simplemente comparar la traducción de Alonso Schökel en el texto que usamos en la liturgia y la que da en la Nueva Biblia Española: "Yo digo al Señor: "Tú eres mi dueño, mi sumo bien". A los dioses que se veneran en la tierra, a los príncipes que a ellos se dedican les lloverán desgracias, saldrán huyendo... El Señor tiene en su mano mi copa con mi suerte y mi lote: me toca una parcela hermosa, una heredad magnífica...". Algo parecido podríamos señalar fijándonos en la división estructural o en las distintas interpretaciones. Y choca más esta disparidad cuando tenemos en cuenta la unanimidad a la hora de dar una caracterización general, como señalábamos antes.

B) Otro elemento que nos ayudará a rezarlo es la SIMBOLOGÍA. G. Ravasi distingue fundamentalmente tres:

- un engranaje simbólico de tipo somático que aparece, sobre todo, en los vv. 7.8.9. En el texto original aparecen reflejados los riñones, sede de la vida moral y de las opciones que se realizarán; el corazón, sinónimo de la conciencia, y el hígado, asiento de las emociones y las pasiones. Es decir, todo ser humano, desde su núcleo más íntimo, personal e intransferible, es cogido por Dios. Pero aparece también la referencia a la mano derecha como signo de protección en todos los campos (v. 8) o como señal de alegría y triunfo (v. 11), alegría y gozo que se vivirán ante el rostro, la presencia de Dios;

- hay un segundo simbolismo de carácter espacial, manifestado en la categoría de camino, sendero (v. 11) que une lo temporal y lo eterno en la vida del hombre. En esta clave hemos de leer también la presencia ante Yahvé y la colocación a su derecha, como señal de protección y fuente de la verdadera alegría;

- el tercer simbolismo está relacionado con la tierra, interpretada desde la concepción que nos presenta la teología patriarcal y deuteronomista: la tierra, don de Dios y señal de su predilección; la tierra, repartida en lotes entre las tribus de Israel; la tierra, en definitiva, signo de promesa y gracia, esplendor y bendición, alegría y paz. Desde aquí debemos entender la postura del salmista: todo eso que es la tierra para el israelita, lo es Yahvé para él; no necesita ningún lote de tierra, ninguna heredad, porque tiene el mejor lote y la heredad más magnífica: Yahvé. Lo demás carece de valor.

C) Acerquémonos ahora brevemente al CONTENIDO. Lo haremos siguiendo la estructura que propone G. Ravasi:

- v. 1: se trata de una antífona introductoria que presenta una invocación muy frecuente en los salmos. En ella aparecen dos movimientos característicos: el acto protector de Dios y la actitud de abandono del orante en sus manos;

- vv. 2-6: forman la primera parte del salmo. En ella se desarrolla una profesión de fe que, según Ravasi, tiene tres fases: hay una opción de fe gozosa (v. 2): es un sí total, pronunciado con entusiasmo, una espléndida declaración opcional por Dios; sigue un rechazo absoluto de la idolatría (vv. 3-4): en ella está la fuente de la insatisfacción y la miseria; por eso rechaza no sólo los sacrificios cruentos, sino también la mera invocación que le pondría en contacto con ellos; vuelve entonces a repetir su opción total por Yahvé (vv. 5-6): alejado el aspecto oscuro de la idolatría el salmista “pasa a una intensísima profesión de fe”, expresada en categorías levíticas: el Señor es la única heredad que merece la pena, el único tesoro por el que se puede prescindir de todo lo demás, la única razón que da sentido a la vida frente a los dioses carentes de sentido;

- vv. 7-11: forman el segundo conjunto poético, calificado por Ravasi como “el sendero de la vida”: un sendero que lleva a la intimidad y a la comunión plena con Dios; intimidad y comunión que son luz y consejo para el orante en toda circunstancia (¡hasta de noche!, v. 7); intimidad y comunión que son fuente de alegría en todos los estratos de su vida, los conscientes y los inconscientes (v. 9); intimidad y comunión que permiten al hombre pasar el horizonte de la muerte sin miedo porque está en las manos de Yahvé que evitará su desaparición total (v.10), que le colmará de gozo y alegría sin fin (v. 11).

3. PISTAS PARA LA ORACIÓN.

¿Cómo oran en cristiano este precioso salmo? Retomando lo que señalábamos en el apartado primero, podemos apuntar estas pistas:

A) Podemos orarlo en una dimensión cristológica, sin entrar ahora en la discusión de si el sentido mesiánico es literal o pleno. Seguramente que Pedro (Hech 2,25ss) y Pablo (Hech 13,14ss) no tuvieron tantos problemas y supieron descubrir en él este sentido cristológico: Cristo es el gran vencedor de la muerte. Por eso, dirá el concilio Vaticano II, “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado... Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre” (GS 22).

B) En línea con lo anterior, podemos descubrir nuevas pistas en el uso que la Liturgia de las Horas hace del salmo: colocado en completas y acompañado de la antífona: “Mi carne descansa serena”, es una invitación a abandonarse, confiados y tranquilos, en la mano paternal y maternal de Dios que nos evitará el vacilar; después de las luchas del día esa mano es promesa y realidad de descanso, paz y serenidad. Pero situado en las vísperas del domingo, día en el que "los salmos fueron elegidos con cierto criterio cristológico" (OGLH. 109), recupera otra vez la dimensión cristológica de la que antes hablamos.

C) A la luz de los vv. 5-6, ¿cómo no orarlo desde la parábola del tesoro escondido o la de la perla preciosa? “Se parece el reino de Dios a un comerciante de perlas finas; al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró” (Mt 13,44-45). ¿Qué mejor tesoro o perla más preciosa que Dios? ¡Él sí que constituye un “lote hermoso” que transforma nuestra vida en un inmenso gozo!

D) ¿Cómo no rezarlo también en contraposición con lo que comentábamos en el salmo 14(l3)? Frente a los que cantan la no existencia de Dios (14,1) e incluso su muerte, nosotros, que descubrirnos la absolutez de Dios, hacemos una profesión gozosa de fe. Mientras tantos hombres y mujeres multiplican las estatuas de los nuevos ídolos (dinero, poder, sexo, droga, violencia, consumismo...), nosotros confesamos confiados: “Tú eres el Santo, Señor Dios único... Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses; tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero... Tú eres nuestra riqueza a saciedad... Tú eres nuestro custodio y defensor..., grande y admirable Señor, omnipotente Dios, misericordioso Salvador” (San Francisco de Asís). Sin embargo, para llegar a encontrarnos con este Dios, se necesitan decisión y arrojo. Nikos Kazantzakis, en El pobre de Asís, narra este episodio: Francisco busca ansioso a Dios sin encontrarlo. Topa un día con un anciano ermitaño que ha vivido una larga vida entregado a Dios y le pide: “Muéstrame el camino para buscar a Dios”. “No hay camino”, responde el ermitaño. “¿Qué hay entonces?”, inquirió de nuevo Francisco. “Un abismo. ¡Sáltalo!”. “No puedo, anciano”, dijo Francisco. “Entonces, le contestó el anciano, cásate y deja de pensar en Dios”. Sin embargo Francisco se decidió a dar el salto y se encontró con Dios. Y entonces su oración se redujo a repetir amorosa y contemplativamente: 'Dios mío y. mi todo’”.

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