María, la mujer

Benjamín me ha hecho llegar este artículo publicado en la Revista "Evangelio y Vida". Está escrito por Domingo Momtero, capuchino, y creo que merece la pena ser compartido:

“Mujer" es el nom¬bre con que Jesús designa a su madre cuando personalmente se dirige a ella.-"Mujer , aún no ha llegado mi hora" (Jn 2,4); "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (Jn 19,26). "Nacido de una mujer" (Ga 4,4), dirá Pablo hablando de María.
"Mujer", una realidad que María vivió pluralmente: como "virgen" (Lc 1,27.34), como "esposa" (Lc 2,5), como "madre" (Jn 19,25) y como "viuda" (Jn 19,27).
Los evangelios la presentan entregada en cuerpo y alma al cuidado de Jesús en su infancia (Lc 2; Mt 1,18-2,23). Y llegada la "hora", no fue su sombra protectora: le dejó "volar" para la misión. Supo retirarse, con una presencia discreta y atenta (Jn 2,1-12), y supo estar presente en el momento oportuno: la cruz (Jn 19,25-27).
Pero el "ser mujer" de María no se agota en estas dimensiones "humanas". Sólo desde Dios se acierta a comprender su figura. María -es una mujer polarizada por Dios. Desde la eternidad estuvo en la mente y en el corazón de Dios como la "mujer elegida"; por eso su vida no tuvo otro contenido. La presencia de Dios adquirió en María una densidad inigualable.
Dios es el espacio vital de María y, milagrosamente, María se convierte en espacio vital para Dios. Dios es la tierra fecunda en la que se enraíza y germina María y, milagrosamente, María es la tierra en la que se encarna Dios.
Desde aquí, María se con¬vierte en modelo y propuesta de mujer creyente ("Dichosa tú que has creído" Lc 1,45), de mujer oferente ("Hágase en mí según tu palabra" Lc 1,28), de mujer servidora (Lc 1,56), de mujer agraciada ("llena de gracia" Lc 1,28) y agradecida ("Proclama mi alma la grandeza del Señor" Lc 1,46-55), de mujer cora¬zón de hogar (Lc 1,51), de mujer crucificada ("Junto a la cruz..." Jn 19,25), de mujer nueva (Apo 12).
Frente a tantos modelos inconsistentes, vacíos y banales, esgrimidos por una publicidad instrumentalizadora y degradante de la mujer, María aparece como "la" alternativa. Quien eleva los ojos y el corazón a ella, eleva consigo la realidad en que vive.
Nada mejor, para concluir esta reflexión, en el umbral de las fiestas de la Inmaculada y de la de Navidad, que tomar en serio la sugerencia del ángel a san José: "No temas llevarte a María a tu casa" (Mt 1,20). Ella, mejor que nadie, nos ayu¬dará a vivirlas desde su verdad más profunda y dinámica.

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