MARÍA LA MAGDALENA


MARÍA LA MAGDALENA
En ti mujer escucho crepitar corazones pacientes de seda
al fuego de una chimenea íntima de deseos
que alumbran esa Historia desconocida:
“Silencios bíblicos que palpitan verbos de miel
en unos labios de mujer amordazados,
en los mares y en los cielos,
en los montes y en los edenes,
buscando al Esposo como narciso de Sarón
porque estoy enferma de amor”
MARIA LA MAGDALENA
difamada en verbos machos clericales,
que entrelazan ignorancia violenta
y necedad irascible de velos tristes…,
Los nuevos tiempos destemplados en templos
te devuelven tu bronceado sabor femenino
de protagonista cristiana de la Escritura:

Tú eres nuestra discípula amada,
nuestra mujer oyente de la vida crucificada
y nuestro alboreado balbuceo de la muerte resucitada,
matriz ecuménica de todos los creyentes,
que desapareces de las letras sagradas,
misteriosa y elegante,
como una niña inocente, vapor de azúcar,
entre los brazos de tu amado Esposo,
diciendo:
Tu presencia ausente se ancló en mi carne de viento y agua.
Y te seguí…
Después vino el lamento, la tragedia,
tu ausencia mortal de angustia amarilla.
Y más adelante, el gozo sublime de lo inefable,
para decirles a todos, hoy:
“Yo he visto al Señor , resucitado”

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