Florecillas cubanas II

Publicado en "Porciúncula. Boletín del consejo nacional de la OFS en Cuba". Marzo de 2004


El joven abandonado por sus padres
Pocas cosas parten tanto el corazón como el ver un niño o un joven abandonado por sus padres. Siempre me ha costado hacer de madre, y me siento muy torpe para abrazar con u cariño especial a alguien que lo necesita. Por eso mismo, cuando aquella mañana bajé a la portería para abrir a un joven y percibí la angustia en su alma, llamé enseguida al joven de nuestra comunidad, Raúl, que además como cubano es más cariñoso. Me quedé para presentarlo y por si podía servir en algo.

Y el joven nos comunicó todo el peso que llevaba: "¡Mis padres me han abandonado!" y se echó a llorar como un niño. Nuestro hermano lo abrazó muy fuerte y dejó que joven descansara en su pecho y se aliviara un tiempo largo con sus lágrimas de decepción y soledad. Lloró todo lo que quiso.

Solo después nos explicó su tragedia: tenía 22 años y salía libre de la cárcel ahora. En ella había caído por lo robos y atropellos cometidos debidos al alcohol y la droga al verse abandonado por los padres. Ellos habían dejado a su hermanita de 2 años en adopción y a él lo habían abandonado a su suerte. Al salir de la cárcel se encontró con que habían vendido la casa y salieron del país en una lancha.

Sentimos ganas de decirle que nos considerara sus padres, que aunque torpemente en algo o mucho podíamos suplirles y me acordé de lo que escribía san Francisco a todos los fieles: "somos madres de nuestro Señor Jesucristo cuando le llevamos en nuestro corazón mediante el amor, y lo damos a luz mediante acciones santas".

Comenzamos a hacer de madre con él en lo que pudimos: le dimos un buen desayuno, algunas prendas de vestir y de aseo, algo de dinero para viajar y la insistencia en que se presentara ante la autoridad de la ciudad. Le dimos nuestro teléfono y le rogamos que nos llamara para saber de él.

Sentíamos que era muy difícil suplir a sus padres, pero aquí tenía dos amigos, y, sobre todo, tenía a Dios. Le repetí, saliéndome del alma, estas palabras de Dios en la Biblia dirigidas hoy a él: "Aunque una madre se olvide de su hijo yo no te olvidaré (Is 49,15).

Seguimos con la sensación de haber hecho muy poco por suplir en el cariño a la madre de aquel joven.

Comentarios