Diario de Jesús -21-

Las subordinaciones. Una verdadera peste. Todos, queriendo ser más que los demás. César, emperador de Roma. El rey Herodes. El procurador Poncio Pilato. Los centuriones. El marido que pega a la mujer. ¡Hasta el grupito de mis seguidores discutiendo quien ocupará el primer puesto!

Yo iba delante, reflexionando sobre la voluntad de Dios. Y ellos, Simón, Juan, Santiago… haciendo valer sus méritos. Los escuchaba con pena. Cuando llegamos, entramos en la casa y no sentamos todos. La mujer se puso enseguida a prepararnos un aperitivo. Y gritó al pequeño: "Marcos, trae agua para que se laven los señores". Y Marquitos trajo una jofaina u una jarra de agua. Después de lavarnos, le dije al niño: «Te voy a contar una historia. El rey Saúl se llegó a creer un dios y no obedecía a Yahweh. EL Señor le dijo al profeta Samuel: "vete a casa de Jesé y unge al que yo te señale de sus hijos, como futuro rey de Israel". Llegó a Samuel y pidió que, uno por uno, entraran los hijos de Jesé. Llegó el mayor, Eliab, que era un gran tipo. Dios dijo: "No te fijes en las apariencias" Entró el segundo, Abinadab. Tampoco era el elegido. Ni el tercero ni los otros siete hermanos. Se habían olvidado del más pequeño, que estaba cuidando las ovejas. Cuando entró el niño, tímido, rubio, de bellos ojos, Dios habló: "Ese es el futuro rey de Israel". Aquel niño era David. Marquitos, no olvides nunca que Dios escoge a los pequeños». Y volviéndome a Simón y a los demás, les dije: «Ustedes discutían quién sería el primero en el Reino de mi Padre. Ténganlo en cuenta: el que quiera ser primero, que se haga como este niño. Los niños no están para mandar, sino para hacer los mandados». Ellos guardaron silencio, avergonzados. Y sin más comentarios, comenzamos a comer.

Comentarios