María José y sus dos hijas Sarita y Rocío

Como ya sabéis, desde el inicio de la Novena de María, Madre del Buen Pastor, tenemos un nuevo hermano en la fraternidad y en la comunidad parroquial. Es Ángel Gajate, que ya fue párroco durante 6 años antes de marchar a Cuba, donde ha estado diez años. Ahora, a su regreso a esta fraternidad se adapta a los nuevos tiempos y se convierte en nuevo colaborador del Blog. Esperemos que sea abundante y de mucha calidad (es muy buen escritor) las cosas que nos escriba. Os dejo con él:

El mes de mayo nos recuerda y evoca el honor y regalo que Dios nos ha dado con su Madre la Virgen: "Hijo, he ahí a tu Madre", y la ternura de la madre de la tierra.
El poeta español, Dámaso Alonso, en un poema "Las Alas" en el libro "Hijos de la ira" (1944) nos habla de estos dos amores que son alas que nos afirman y sostienen en la vida:
"… Y eran aquellas Alas dos amores,
vuestros amores, mujer, madre.
Oh, vosotras, las dos mujeres de mi vida,
seguidme dando siempre vuestro amor,
seguidme sosteniendo,
para que no me caiga…
para que Dios me ame"
María, La madre que se fue con Dios al cielo
Tenía sólo 30 años al morir, y dejó dos hijas en la tierra, una de tres años y la pequeña de unos meses.
María José desde muy niña aprendió a sufrir. La mayor de tres hermanos, el mismo año de su primera comunión junto a su segundo hermano, vivió el dolor de la muerte trágica del padre y la desolación de su madre, Manolita, por segunda vez viuda.
María José tenía dos convicciones religiosas muy claras, y seguridad y decisión para cumplirlas: casarse por la Iglesia y bautizar inmediatamente al nacer a sus hijas.
Esta seguridad nacía de su fe profunda en Dios, de su devoción a la Virgen de Covadonga, La Santina, como buena asturiana, y del ejemplo de sus padres, de fe arraigada en sus hogares.
Era como si María José escuchara en su corazón la petición de la Virgen en las Bodas de Caná a los sirvientes: "Haced lo que él os diga". Y lo que Cristo dijo a sus apóstoles antes de la Ascensión: "Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos y observad todo cuanto os he mandado" (Mt 28, 19-20).
Por ello, al aparecer el cáncer poco después de dar a luz a su segunda hija, pidió inmediatamente a su párroco de san Antonio de Padua, en Gijón, que bautizase a su hija reciñen nacida. Medio arrastrándose salió del Hospital para ir a la iglesia. Y von su marido, Ángel, como matrimonio cristiano, presentaron a su hija para hacerla ante todo hija de Dios por el bautismo.
Poco antes de su muerte, se fu arrastrando con su hija mayor para que viera los fuegos artificiales en la playa, y se preocupó de pedir que cuidaran a su mamá para que no sufriera.
Rocío, la pequeña, fue aprendiendo de su hermana Sarita las ideas que le oía pidiendo que su mamá volviera a casa, o ahora hacen coro las dos en sus ocurrencias inocentes:
    Al ver la televisión a los montañeros subir y bajar a las montañas sujetándose fuerte con las cuerdas, dicen que su mamá se olvidó de llevar las cuerdas y los ganchos para bajar del cielo.
    Cuando, en la cabalgata de los Reyes Magos, veían la escalera empinándose hacia el cielo, manejada por los bomberos, les decían a sus abuelitas que los bomberos podían ayudarlas a llegar hasta su mamá y traerla con ellas.
    Cuando las abuelas las llevan a rezar y ponerle flores en la sepultura de su mamá, le escriben cartas dirigidas a su mamá y se dibujan ellas mismas y le escriben "Para que veas lo altas que estamos ya".
    Cuando las abuelitas les preguntan si las quieren mucho, les dicen las niñas: "Sí, te quiero mucho, pero la primera que quiere a Mamita en el cielo, el segundo es Papá, y la tercera tú. Y después todos los demás". Y les dan un fuerte abrazo.
    Al ver las gaviotas que suben y bajan volando, dicen ellas: "Si las gaviotas suben y bajan en el cielo, también Mamá podría bajar. ¿Por qué no se asoma Mamita para ver como estamos?"
    Al escribir las cartas a los Reyes, comentaban: "Escribimos a Mamá del cielo".
    En la visita con sus abuelas al cementerio en el cumpleaños de Mamá, las dos niñas se ponen a cantar a coro: "Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos cumpleaños feliz". Y le llevaron cartas dirigidas "Para la Mamá del cielo".
    Y si les dicen las abuelas: ¡Si os viera Mamita lo guapas que estáis! Les responden diciendo: "Mujer, si nos están viendo".
    Estas niñas están proclamando con palabras sencillas e inocentes su fe en la Resurrección con Cristo, su fe en saber que su mamá vive junto a Dios, las ve desde el cielo, las mira, las escucha.
    Sus palabras y sentimientos están anunciando a todos la verdad de lo que decimos en el salmo 8: "De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado tu alabanza"

    No hay nada más triste y que más conmueva que unas niñas que se encuentren tan pronto sin la madre. Las dos, Sarita y Rocío, siente la necesitad de tener las dos madres: La Virgen y la Mamá de la tierra. Por eso con frecuencia les dicen a las dos abuelitas:
– ¿Tú eres nuestra mamá en la tierra?
–Si, hija.
– ¿Y a mamita la tenemos en el cielo?
–Si, hija.

Y a las abuelas, como oyen estas preguntas, se les parte el corazón, pero procuran hacerse fuertes y aparecer ante las niñas alegres, y cantar y sonreír.
Fr. Ángel Gajate, Capuchino

Comentarios

  1. Me imagino que esta historia será real. Admiro la fe y entereza de la madre y la suerte de tener unas abuelas que las quieren y les hablen de su mamá en el cielo. NÎ HÂO

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