El pozo



Observo que, durante el paseo que suelo dar cada tarde, mi concentración depende de la mayor o menor rapidez con la que recorro el camino. Hoy he paseado de manera extremadamente lenta y, por ello, muy concentrado. Acabo por detenerme y sentarme. ¿Para qué? Simplemente para contemplar y, luego, para cerrar los ojos y percibir los aromas y los murmullos leves del pinar. No llegué hasta mi meta habitual: el pozo que hay al final del valle. Acaso porque hoy sentía el pozo dentro de mí. O acaso porque yo era el pozo.

Antonio Colinas, Nuevo tratado de armonía

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