El gran ingenuo


“A los ojos de cualquier observador foráneo, Jesús de Nazaret no tuvo ni la fuerza ni la habilidad de los triunfadores. Es cierto que aconsejó ser sencillos como las palomas y prudentes como las serpientes, pero repasando su vida y su muerte, cualquiera diría que predominó en él con mucho la sencillez de la paloma. La prudencia o la astucia no parecen haber sido lo suyo. Su aparición pública duró muy poco tiempo, y se enfrentó tan pronto y tan por derecho a los poderes, que en tres años, mejor o peor contados, se dieron todas las circunstancias que lo llevaron a su liquidación.

Por lo demás, decir dichosos los pobres, los sufridos, los que lloran, los compasivos, los perseguidos por causa de la justicia, no suena precisamente a sentencias encaminadas a su propio triunfo ni al de sus seguidores. Por lo menos, a lo que en este mundo se entiende por triunfo. Perdonar, amar a los enemigos, poner la otra mejilla…son consejos que a quien aspire a alcanzar cualquier forma de poder tienen que caerle como puro disparate. ¿Y sus invectivas contra el dinero, el consejo de ganar tesoros más altos y duraderos, el ataque frontal que lo declara ídolo? Y ya gritarles a las barbas a sus poderosos opositores: Las prostitutas y los recaudadores de impuestos os precederán en el Reino de Dios es algo que ningún prudente medrador hubiera dicho jamás.

No, Jesús de Nazaret no tuvo ni la fuerza opresora ni la ductilidad de los que pasan por triunfadores. Si muchos que alcanzaron el éxito con su prudencia, sus cálculos, sus estrategias hubieran seguido el camino de Jesús, tendríamos un mundo tan distinto que lo viscoso sería claro y transparente, el arma abundancia, las armas libros o panes, la humanidad entera una familia dichosa. Y la historia sería la buena noticia del pasado y el feliz y certero anuncio de lo por venir. ¿Soñadora, arrebatada utopía? Los poderes de la tierra, y muchos de sus propios seguidores de a caballo y de a pie, harán siempre lo posible por dejar al Nazareno por ingenuo”.

 

Jesús Mauleón, Elogio de la ingenuidad. Notas de un mirador apasionado

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