Diario de Jesús -16-


    Volvieron entusiasmados. La gente los acogió con fe y pudieron hacer mucho bien a los enfermos y a los pobres. Les previne que lo importante no eran las acciones espectaculares, sino la cercanía afectiva y la solidaridad con los últimos y los pequeños. Quisimos refugiarnos en un lugar solitario, para orar reflexionar. Pero cuando llegamos, la gente se nos había adelantado y nos esperaba una gran multitud. Sentí lástima porque anhelaban palabras de vida. No pude negarme: Les hablé de que antes de nacer ya Dios pensó en nosotros y nos amó, no porque fuésemos buenos, sino porque éramos débiles y pequeños. Ni un instante se olvida de nosotros y no deja de amarnos entrañablemente, como la madre que estrecha a su niño entre sus brazos. Se hizo de noche. Aquella gente estaba sin comer, y no había nada a mano con qué ayudarlos. Me puse en oración. Las piedras abundaban en el torrente seco, y la imaginación me hizo ver cantidad de panes que podría dar a los hambrientos. Pensé «Si un niño le pide pana a su papá, ¿le dará una piedra? ¡Cuánto más el Padre celestial dará pan a sus hijos necesitados!». Sentí un estremecimiento interior y reaccioné: Mi función no era ser un prestidigitador o un mago, sino proporcionar la Palabra de Dios. No podía traicionar mi destino. Me sentí tranquilo rechazando aquella tentación. Y suspiré profundamente. Las piedras siguieron siendo piedras.

Pero aquella multitud seguí teniendo hambre. Yo tampoco podía engañarlos con palabrería. Era necesario pan.

Un niño se me acercó. Tenía cinco panes de cebada, hermosos de verdad. Pero más hermosa era su actitud desinteresada y solidaria. No podía yo dejar de pensar que sí una criatura pide pan, su papá nunca le dará una piedra. No sé explicarlo, pero Dios nos dio panes en abundancia. Yo veía los grupos sentado en suelo partiendo el pan y dando gracias al cielo. Comieron y se saciaron. Y sobró tanto pan que no teníamos donde guardarlo. La inocencia del niño le llegó al corazón de mi Padre. Fue como el maná del desierto. Fue un anticipo del Reino, caracterizado por la fracción del pan.

Aquel pan nos supo a gloria.


(Foto: Mosaico de la igleisa de Tagba, que recuerda este milagro)

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