Salmo 3 “Tened confianza. Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33)

SALMO 3


2. Señor, cuántos son mis enemigos,

cuántos se levantan contra mí;

3. cuántos dicen de mí:

“Ya no lo protege Dios”.

4. Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,

tú mantienes alta mi cabeza.

5. Si grito invocando al Señor,

él me escucha desde su monte santo.

6. Puedo acostarme y dormir y despertar:

el Señor me sostiene.

7. No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.

8. Levántate, Señor, sálvame, Dios mío:

tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,

rompiste los dientes de los malvados.

9. De ti, Señor, viene la salvación

y la bendición sobre tu pueblo.


AMBIENTACIÓN.


En 1927 escribía Ortega y Gasset en «El espectador»: «Hay épocas de 'odium Dei', de gran fuga lejos de lo divino, en que esta enorme montaña de Dios llega casi a desaparecer del horizonte. Pero al cabo vienen sazones en que súbitamente, con la gracia intacta de una casta virgen, emerge a sotavento el acantilado de la divinidad. La hora de ahora es de este linaje, y procede gritar desde la cofa: ¡Dios a la vista!».


A1 cabo de los años, sin embargo, tenemos que escuchar a Pablo VI y al Concilio Vaticano II decirnos que «el ateísmo es el fenómeno más grave de nuestro tiempo», mientras que, por su parte, los más variados pensadores hablan del 'ocaso de Dios', de la 'muerte de Dios', siguiendo los gritos del personaje loco de Nietzsche que clamaba: «¡He matado a Dios!».


Desde esta afirmación se lanza entonces la pregunta, más aún la burla sarcástica: «¿Todavía creéis que os escucha? ¡Ya no os protege Dios!” (v. 3). ¿De qué sirve elevar la voz a un Dios que no sirve para nada porque está muerto?». Con esta afirmación queremos acercarnos, para orar, (ése es el fin último de este acercamiento a los salmos), al Sal 3, que, antes que nada, es una oración llena de confianza.


2. ANÁLISIS.


¿Cuál es la situación del que pronuncia esta oración? ¿Quién es el anónimo orante que eleva su súplica confiada al Señor? No conocemos cuál pudo ser la situación concreta, pero sí podemos entrever que es angustiosa y abrumadora: el orante se siente solo, rodeado de enemigos que afirman su abandono total. Si el título que lo encabeza en el texto hebreo, fuera histórico, la oración habría sido pronunciada por David perseguido por su hijo Absalón, circunstancia dramática descrita por 2Sam 15ss: «David subía la cuesta de los olivos, subía llorando con la cabeza cubierta y los pies desnudos». Sin embargo, no parece clara esta adscripción. En cualquier caso el rostro de David, surcado por el sufrimiento y regado por las lágrimas, es el prototipo de cualquier justo, injustamente perseguido, que funda su confianza en Dios.


Por eso podemos admitir la siguiente descripción de este salmo que, antes que súplica, es una oración confiada, una profesión de fe en la intervención segura y eficaz del Señor Yahvé que no ha muerto ni se ha vuelto sordo, sino que vigila despierto velando por la tranquilidad del sueño del orante: «La oración, primero personal, con alguna tonalidad monárquica incluso, es sometida luego a un proceso de 'democratización' por el cual podrá ser usada como formulario general de oración en el culto público» (G. Ravasi).

Sea cual sea el autor, nos interesa realizar una aproximación al simbolismo y a la estructura del salmo para, desde ellos, realizar nuestra oración cristiana del mismo:


A) Simbolismo: Son muchas las posibilidades simbólicas del salmo que, bien entendidas, deben ayudarnos a «orar el salmo»:


- existe, en primer lugar, un esquema espacial que contrapone la horizontalidad del orante, asaltado y cercado por los enemigos (v. 7), pero protegido por Yahvé (v. 4), y la verticalidad, signo de vida y de victoria, salida positiva a la dramática situación del asalto;


- destaca también el simbolismo militar expresado en numerosos términos: enemigos, escudo, acampar, grito de guerra («Levántate», v. 8), mejillas golpeadas, dientes rotos en el transcurso de un duelo...;

- un tercer simbolismo está representado por la oposición entre el sueño y la vigilia, el dormir y el despertar (v. 6) entendidos más que, como actos concretos, como datos esenciales que recogen el horizonte de la existencia humana entera. Es una clara manifestación de la confianza del orante: a pesar del fragor del asalto, duerme en paz, porque hay alguien más fuerte que vela por él;

- en el v. 8 aparece un simbolismo fuertemente antropomórfico que recuerda el «ansia vindicativa propia de la ley del talión dejando entrever una fuerte emoción instintiva». Según este simbolismo se ve al enemigo como una fiera que destroza a su presa entre sus dientes, motivo que aparece en otros salmos y textos bíblicos.


B) Estructura: Este salmo tiene una estructura triangular. En cada uno de los vértices encontramos a los enemigos, a Dios y al yo angustiado del orante. Esto permite la disposición del salmo en tres estrofas que concluyen con un himno final de carácter más litúrgico:


* ELLOS: los enemigos (vv. 2-3):

En una descripción viva, casi como una evocación dramática de su situación, el orante presenta a sus enemigos destacando dos notas: por un lado, su número: tres veces aparece la referencia a su cantidad en estos versículos, recalcándolo nuevamente en el v. 7 al referirse al «pueblo innumerable». Un segundo rasgo destaca en esta estrofa: la certeza absoluta que tienen de que la soledad del orante es total porque incluso Dios le ha abandonado y olvidado. Leyendo el v. 3b viene espontáneamente a la mente la situación del Calvario: «Los príncipes de los sacerdotes, con los escribas y ancianos, se burlaban y decían: «...Ha puesto su confianza en Dios; que Él lo libre ahora, si es que le quiere, puesto que ha dicho: Soy el Hijo de Dios» (Mt 27,41.43). Desde estos dos rasgos se entiende que su actuación sea opresora, estranguladora de ese espacio amplio que es la libertad. Por eso, frente a ellos, destaca la soledad del orante, inmerso en un mar de angustia y rechazo.


* ÉL: Dios (vv. 4-5):

Con la nueva estrofa hay un cambio de escena. Nos encontramos en el centro del salmo. Con el contrastante «PERO TÚ» asistimos al paso de la oscuridad a la luz, del lamento a la confianza, de la angustia a la esperanza. Dios domina ahora todo el paisaje sálmico. A pesar del número de los enemigos, nada pueden porque Dios es ESCUDO invencible frente a cualquier arma humana. Su gloria se levanta frente al orgullo cargado de ironía de los enemigos (v. 3b), salvando al hombre y exaltándolo. Es a este Dios invencible a quien eleva el perseguido su oración como un grito lacerante, pero con la certeza absoluta de ser escuchado. Por eso, desde esta certeza, puede mantener erguida su cabeza (v. 4b).


* YO: el orante (vv. 6-7):

Acabamos de verlo angustiado, abrumado por el ataque de enemigos numerosos que confían en su fuerza y en el abandono de Dios. Pero lo hemos encontrado también lleno de confianza porque sabe que Dios lo escucha y le mantiene protegido. Estos dos versículos son una declaración definitiva de confianza: mientras el asedio fatal de la noche se ramifica, el orante duerme tranquilo porque sabe que Dios vela su sueño y hace apuntar la aurora de la salvación. Así, al despertar, el orante experimenta que Dios lo tiene de la mano. Es una profesión de fe total, una actitud de abandono en las manos de quien es el verdadero vencedor. Por eso esta actitud evoca las palabras de Jesús: «En el mundo tendréis tribulaciones. Pero tened confianza: YO he vencido al mundo» (Jn 16,33).


- HIMNO FINAL (vv. 8-9):

La exposición del salmo desemboca en este himno final al que se asocia toda la asamblea y en el que aparecen dos partes muy claras: por un lado, la petición confiada de la intervención de Dios que destruye las insidias de los enemigos, petición hecha desde la absoluta certeza de la intervención del Dios invencible que hace huir a los enemigos; por eso «más que de petición tiene sentido de aseveración triunfante de la certeza en la divina intervención» (A. González); por otro, una conclusión claramente litúrgica que inserta esta plegaria en el repertorio de la oración comunitaria. De esta forma se realiza una vez más la oscilación de la oración bíblica «que jamás es un mero asunto personal y privado» (G. Ravasi).


3. PISTAS PARA LA ORACIÓN


Desde este acercamiento al salmo que nos permite entenderlo en su forma externa y en el contexto de la oración del pueblo judío, tres pistas pueden ayudarnos a rezarlo en cristiano:


- En primer lugar, la lectura cristológica que la comunidad cristiana ha hecho de este salmo desde muy pronto. Además de las resonancias que nos trae del Calvario, el v. 6 ha sido leído en clave de resurrección como nos recuerda el «título» que el salmo lleva en la Liturgia de las Horas: “Durmió el Señor el sueño de la muerte y resucitó del sepulcro porque el Padre fue su ayuda” (S. Ireneo). Precisamente la aplicación del esquema neotestamentario de humillación-exaltación (Jn 3,14-15; 12,32; Filp 2,8-9) ha favorecido esta lectura cristológica.


- Nos puede facilitar también la oración el uso que la liturgia ha hecho y hace de este salmo, uso que ha destacado dos aspectos importantes: su carácter pascual, al colocarlo en el Oficio de Lecturas del primer domingo (según el principio de la OGLH 129), y su característica de súplica matinal confiada como gran obertura del día, al situarlo algunas liturgias como apertura de todo el Oficio.


- En última instancia, el Sal 3 debe ser proclamación permanente de nuestra fe y nuestra confianza basadas sólo en quien es el escudo verdadero: Dios. Porque Cristo ha triunfado, el cristiano puede exclamar con toda confianza: «Levántate, Padre, y sálvame».

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