El Espadachín Santo


Hoy comenzamos el llamado Tiempo Ordinario, que no es otra cosa que las semanas en las que se lee los Evangelio de forma seguida, según su orden. También es la época que en el que el Calendario Litúrgico se enriquece con las memorias de los santos. Hermanos, cristianos como nosotros que vivieron su carisma, su vocación, la vida que el Señor quiso para beneficio de todos.
    Y en este primer día del Tiempo Ordinario la memoria es de un santo al que le tengo especial devoción. Se trata de San Bernardo de Corleone. Recuerdo cuando estaba en Seminario de El Pardo y llegaba la memoria de un santo capuchino importante el director, el hno. Carlos Coca nos hablaba de ellos. De ellos recuerdo dos capuchinos en especial: San Felix de Cantalicio, con sus peleas con San Felipe Neri por las calles de Roma y al santo de hoy, un siciliano, de apellido mafioso y de vida muy cercana a ella, o a lo que hubiera en su época. Pero ante todo esgrimista de pro, famoso en Corleone y Sicilia por la velocidad de su acero. Me encaban las historias de Emilio Salgari.
    Filippo Latini, que así se llamaba antes de entrar en los Capucinos, nació en Corleone en 1605. Zapatero de día, perteneciente a una familia bastante religiosa, con hermano sacerdote incluido, y con una buena formación cristiana, y violento de noche. Cuentan que tenía un genio bastante fuerte, lo que le metía en más de un problema de peleas y luchas. Tanto que una noche, a los veinticinco años de edad, no sería de extrañar que influido por bebidas espirituosas, como los jóvenes de hoy, tuvo un encontronazo con un amigo llamado Vito Canino. Del choque fortuito a las palabras gruesas, de allí a las manos y acabaron con acero toledano en las manos y en el cuerpo, sobre todo el amigo. Filippo huyo de la justicia para evitar la cárcel refugiándose en una Iglesia, "acogiéndose a sagrado": De esa manera se salvó de la justicia, pero se quedó a solas con su conciencia. Y con ella tuvo un juicio bastante más complicado, con un juez mucho más severo en su interior y con el apoyo del Cristo de San Andrea, del que el joven era muy devoto. Tras intenso debate y lucha de su conciencia decide hacer penitencia por todo lo sucedido en su vida. Por ello pide entrar entre los Capuchinos, que estaban en la población de Caltanissetta a 100 kilómetros de su pueblo natal. El 13 de diciembre de 1631 profesa como capuchino recibiendo el nombre de Bernardo de Corleone.
    Y en el convento cambió de vida. De forma radical. Durante toda su vida llamó la atención y destacó por sus penitencias, su ascetismo y su intensa vida de oración. A la que se unía los trabajos en la cocina, en la huerta y en la atención amorosa de los hermanos enfermos en todos los conventos por los que pasó. De forma especial en Palermo, donde viviría durante 15 años. Su vida alternaba la oración intensa con muchas oras dedicadas a ella, con la devoción a las Cinco Llagas y la contemplación del crucificado y su servicio a los hermanos y a los pobres de las ciudades donde vivía. Según cuentan las biografías era normal verle por las calles con una gran olla a la espalda para repartir la sopa a los más pobres de la ciudad. Y todo esto unido a un sentido del humor que ha marcado un poco la vida de los capuchinos santos. Cuentan que hubo
una epidemia en la ciudad donde se encontraba. Primero Bernardo con gran caridad se encargó de los enfermos de su convento. Después cayó gravemente enfermo, tanto que se le administraron el viatico, ya que nadie le daba más que unas horas de vida. Y Bernardo uniendo fe y humor se acercó a la iglesia, cogió una estatuilla que había cerca del sagrario de San Francisco y se la metió en la manga del hábito mientras que le decía al fundador: "Seráfico padre, os advierto que no saldréis de mi manga hasta que no me hayáis curado". Al día siguiente se encontró totalmente restablecido. Ante la sorpresa de frailes y galenos el hermano se sacó la imagen de la manga y contó la historia.
    Su preocupación por los más pobres de la ciudad hizo que también hiciera un esfuerzo por ayudarle en la parte más dura, en la atención de las bestias como asnos y bueyes, haciendo de improvisado veterinario e intercesor ante Dios. Según la biografía la explanada del convento se llenaba de animales para que Bernardo los atendiera, curando muchos de ellos por la oración.
    Y así pasaron los años de nuestro hermano y con tantas penitencias y con una vida tan dura su vida se fue consumiendo poco a poco. En Palermo, donde vivió sus últimos años la hermana muerte lo visitó un 12 de enero de 1667 donde pasó a la casa del Padre con fama de santidad bien merecida. En 1673 se inició el proceso de beatificación que fue largo ya que fue beatificado por Clemente XIII el 15 de mayo de 1768. Más tardaría su canonización que no llegaría hasta el año 2001, en el que Juan Pablo II lo inscribiría en el libro de santos.
    Y el 12 de enero de 2002 se celebró por primera vez la memoria de San Bernardo de Corleone. Una fecha bonita para mi, ya que en Salamanca, después de unos años con los frailes emití la profesión perpetua. Es decir, ese día, con la intercesión de San Bernardo dije que quería ser fraile hasta el final.
Más información sobre el santo: Página Oficial 
 Otras biografías: www.franciscanos.org y Capuchinos de Méxcio

Y curiosenado por la red me he enctrado este vídeo


 
Urna que contiene los restos del santo

Comentarios

  1. No conocía esta historia, me recuerda en parte a uno de los protagonistas de "La Misión". Por cierto, congratulations....!

    conchi

    ResponderEliminar
  2. Ciertamente hay un ligero parecido.De hecho, Bernardo de Corleone no es el único soldado o espadachín que dejó las armas para vivir su fe. Es fácil que Rodrigo Mendoza esté inspirado en uno de esos soldados. Pero hay una diferencia. Por lo que he leido los problemas de Bernardo no son de mujeres, como sí es el caso de Rodrigo Mendoza (Robert de Niro)

    Y aunque sea con retraso, gracias

    ResponderEliminar

Publicar un comentario