Diario de Jesús -12-

No sé cuánto tiempo dormí. El sol lucía en lo alto. Me mojé la cara en un riachuelo, y bebí unos sorbos de agua. ¿qué es lo que voy a hacer? Tengo una buena noticia para todo el mundo. Abandono mi trabajo de carpintero. Ya no tengo otro oficio sino sólo amar, seré pregonero, Palabra de Dios para todos pero principalmente para los que sufren.

A los enfermos les diré. "El Dios eterno tiene para ustedes una vida sin sufrimientos y feliz". A los pobres les recordare que Yahweh alimenta a los pájaros, ¡cuánto más a ustedes!", A las mujeres le hablaré de cómo el Señor viste a los lirios del campo. A los niños les haré cosquillas mientras les cuento las parábolas de un Rey que celebraba grandes banquetes. A los pecadores les hablaré de la misericordia del Padre.

El mundo se transformará en el reino de Dios y dejará de ser un infierno. Dicho y hecho. Comencé a recorrer los caminos de Galilea.

Miraba a los sembradores que preparaban una nueva cosecha. Los pájaros revoloteaban buscando los granos que caían en el camino. Siempre había alguien que me daba un pedazo de pan, una mazorca de maíz, unas uvas, unos higos, unos dátiles.

Y cuando bordeaba el lago de Genesaret, me entretenía viendo a los pescadores sacar las redes llenas de peces y prendiendo fuego, poner algunas sardinas sobre las brasa. Siempre me invitaban desinteresadamente. La gente es buena, pero débil, y no me escandalizan sus pecados.

También había ladrones acechando a los caminantes. Pero nunca se metieron conmigo. Me veían pobre y me dejaban en paz. La pobreza fue mi defensa.

Dios fue el único que me sorprendió cuando yo menos lo esperaba. Me arrebató todas mis cosas. Desde entonces, soy un hombre pobre

(Foto: Atardecer en el Lago de Galilea. El sol se pone sobre Tiberias)

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