Diario de Jesús -11-

Era de noche cuando llegué al desierto. Estaba tan eufórico que no tenía ganas de dormir. Sólo deseaba volver a oir la voz de mi Padre, sus palabras acariciantes como lo habían sido las caricias de mi madre durante mi infancia. Me sentía pequeño y del corazón me salí la expresión "Abba", "papá". La repetía una y mil veces y la sentía viviendo una vida nueva. Miraba al cielo, y cada estrella era como un beso que Él me enviaba y que so sentía en mi frente, en mis mejillas, en mi boca.

Experimentaba una alegría profunda, serena, embriagante. Comencé a recitar estrofas de salmos que, eso me parecía, era la primera vez que los oía: "Él me ha dicho: « Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy»". "Él me invocará: «Tú eres mi Padre, mi Dios, mi Roca salvadora», yo lo nombraré mi primogénito".

Me embargaba una felicidad como nunca la había sentido. Así pasé toda la noche: ¡Abba! Amanecía cuando me venció el sueño.


(Foto: Desierto que rodea el Mar muerto y el Jordán. Foto tomada desde la fortaleza de Masada)

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