Crecer



Las palabras que vienen a continuación no son mías. Yo no escribo tan bien. Fueron escritas por Julio Ramos, el que fuera capellán del Colegio Mayor Nuestra Señora de Guadalupe de Salamanca. Tras su fallecimiento sus discípulos y amigos publicaron un libro en el que se recogían las cartas que escribía cada mes como parte de su trabajo de capellán. Hoy quiero compartir con vosotros parte de una de esas cartas, la que escribió en mayo de 2004



Queridos amigos:

Casi sin darnos cuenta, el curso se nos va de las manos. Las clases concluyen, los exámenes se convierten en el horizonte de muchos, el tiempo de nuestras vidas comienza a girar en una única dirección: terminar con éxito.

[…]Quisiera que esta carta mirara al pasado, a los ocho meses anteriores que juntos hemos vivido, y se detuviera en la riqueza que el tiempo compartido nos ha dado, y se preguntara también si es posible que nos hubiera dado más.

Indudablemente somos los mismos que en el primero de octubre abríamos un curso con la incertidumbre que siempre encierran las nuevas experiencias. Pero también somos distintos porque lo vivido enriquece y pule, desarrolla facetas de nuestro ser que antes sólo eran posibilidades, hace madurar actitudes que estaban verdes, hace muchas veces pasar de las musas al teatro, como diría Lope de Vega. Ahora hay un montón de realidades que antes solamente eran sueños.

Quisiera que nos fijáramos en tres crecimientos que el paso del curso ha llevado consigo:

Crecer en edad. Es el crecimiento más fácil, porque es pasivo. Ante él con ser receptivos basta. Este crecimiento no se agota en el tiempo y en el cuerpo. Eará claro que tenemos un año más con todo lo que eso lleva consigo. Hemos crecido en todo lo que ha venido de fuera y simplemente hemos asimilado. Personas, acontecimientos, historia, vida colegial… han ido dejando poso en nosotros. Me atrevería a deciros que, en ocasiones, vais a necesitar tiempo para que todo esto se haga historia personal. Incluso pasarán años para que situéis en vuestra vida lo vivido y sepáis apreciar su riqueza.

Crecer en sabiduría. Crecimiento más difícil porque implica el propio esfuerzo, el poner la carne en asador. Crecimiento que es también amplio. Crecemos en los contenidos de las asignaturas, crecemos en la búsqueda de lo que nos produce interrogantes, pero crecemos también en las razones para vivir. Ahí se sitúa también el crecimiento en la fe que tiene elementos que nos vienen dados, pero también esfuerzo personal. Desde este crecimiento cimentamos el futuro.

Crecer en coherencia. Crecimiento que es más en profundidad que en apariencias. Es adecuar nuestra vida con nuestro pensamiento, nuestro modo de obrar con nuestra forma de pensar. Lleva consigo la felicidad de la propia realización. Pero implica también una buena dosis de renuncia, de ascesis, de elección libre y sabia. Cuando falta, nos sentimos frustrados, echamos la culpa a todos de lo que es insatisfacción personal, creamos ambientes en los que podamos diluir el propio fracaso. Cuando esta coherencia está presente, maduramos, nos hacemos más personas.

Indudablemente algo de estos crecimientos han sucedido en nuestras vidas. Para unos, los que no han aportado nada a su crecimiento, los elementos pasivos predominan sobre los activos. Para otros, los que se han trabajado, desde la madurez lograda habrán integrado todos los crecimientos en una unidad personal.

Ser universitario implica todo el crecer. Ser creyente también. Entonces todo nuestro tiempo está abarcado por una determinada manera de vivir. Espero que así haya sido en vosotros este curso. Como espero también que, para los que aquí han suspendido, tengan la oportunidad de una buena recuperación en el futuro.

Julio, Capellán
Tomado de Encabo, J.A. y Alvariño, D. (Eds.), Julio A. Ramos Guerreíra: ¡Tantas cosas! Cartas a los colegiales desde la fe, Universidad Pontificia de Salamanca 2005, 105-106 (más información)

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