Rosario

Este año me está pasando algo curioso. No suelo rezar el rosario. No es una oración que me llame mucho la atención. Aunque sí fue una oración de mi infancia. Recuerdo que antes de dormir mi abuela lo rezaba. Y yo le pedía rezarlo con ella. Rara era la noche que rezaba los cinco misterios. Siempre me quedaba dormido. Pero recuerdo que tenía una magia especial eso de ir diciendo el “Dios te salve María…”. Con el tiempo he dejado esa práctica. A mí, personalmente, me gustan más otras formas de oración.

Pero reconozco su valor y su historia y lo mucho que está relacionado con la familia Franciscana, ya que fueron unos de los principales difusores de esa tradición, junto con los dominicos, claro está. Hace unos años leí que, tras las persecuciones en Japón y el cierre de fronteras a los misioneros cristianos, los misioneros franciscanos pudieron volver y descubrieron que lo único que había sobrevivido a la persecución y el bloqueo fue el rezo del rosario en algunos pueblos, donde la gente rezaba las Ave María en latín como parte de los ritos shintoistas.

También sé que se está poniendo de moda de nuevo. Muchos de los grupos cristianos juveniles lo tienen como una de sus prácticas habituales. Por eso me he detenido a mirar más de cerca los misterios del rosario. Sé que son veinte, pero llevaba tiempo que no me detenía a mirar que se contempla. Sobre todo los “nuevos” misterios luminosos introducidos por Juan Pablo II.

Por eso quería compartir con vosotros, en este mes de María los textos evangélicos que se contemplan en el rezo.

Misterios Luminosos

Primer Misterio Luminoso: El Bautismo en el Jordán

«Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco"». (Mt 3,16-17)

El bautismo fue inicio. Fue la primera piedra del edificio de la vida pública de Jesús. Y no deja de ser un gesto que sorprende. Y mucho. Tanto que los cuatro Evangelios lo trasmitieron. No fue algo más, algo rutinario y social. Se ha hablado mucho sobre este suceso, ya que en las primeras comunidades cristianas había presencia de los discípulos de Juan Bautista, recordemos que Juan Evangelista fue de ellos. Y sobre todo fue un interrogante para los testigos. Si Jesús es el Hijo de Dios, el que no tiene pecado, el que ha seguido hasta el final la voluntad de Dios… ¿de qué tiene que covertirse? Ciertamente no tiene lógica. Gracias a Dios.

Y digo eso porque realmente me alegra creer y ver que Dios no piensa como nosotros, que sigue una lógica diferente a la humana. Para nosotros lo normal hubiera sido que Jesús, el Todopoderoso, el Dios, fuera el que bautizada al pobre hombre pecador. Pero los planes de Dios son distintos. El no piensa en poder o relevancia. Él piensa en otra cosa.

Está claro que nunca sabremos el porqué exacto, siempre tendremos la duda, el vacio de testimonios que nos permita hacer las más variadas y erróneas teórias sobre el Bautismo en el Jordán. Pero creo que la vida de Jesús nos puede dar alguna pista interesante.

Los Evangelios nos cuentan que Jesús nació en un lugar pobre y mísero, de una familia pobre, en un país pobre. Su vida, o por lo menos la gran parte de ella, transcurrió en el seno de una familia normal. Y su entrega y apertura a los demás es una de las características principales de su vida. Y ya sabemos cómo fue su muerte y resurrección.

Como se suele decir: “Jesús fue igual que nosotros menos en el pecado”. Viendo los Evangelios vemos que Jesús vive las mismas experiencias vitales que cualquier hombre. Por eso no peca, porque el pecado es muerte, no vida. Pero la conversión, el deseo de volver a comenzar, de volver al Señor, de rectificar si son experiencias vitales. Todos las vivimos. Quizás una de las razones por las que Jesús se bautizó fue para compartir con nosotros esa experiencia, para indicarnos que siempre está con nosotros, en cada momento, en cada situación está cerca, y comprende lo que estamos viviendo porque él también las ha vivido.

Y, volviendo al inicio, tras el bautismo Jesús inicia su misión. Y nosotros estamos bautizados, y resulta que Jesús nos ha encargado una misión. Y nuestro bautismo nace del bautismo de Jesús… Conclusión: nuestro bautismo nos abre también a la misión de Jesús.

Desde muy pequeños somos llamados a vivir esa vida que Jesús vivió. Estamos llamados a dar un “sí” como el de María. “Fiat voluntas tua” (Me encanta como suena esta frase). “Hágase en mí según tu voluntad”. Jesús en el bautismo dio uno de sus primeros “sí”. Una aceptación de un plan que Dios le propuso para beneficio de los demás. A nosotros, como a Jesús y como a María, Dios nos ha propuesto un plan. Lo llamamos vocación. Cada uno está llamado a vivir su vida desde sus capacidades desde una biografía personal que hace que el plan sea único. Aunque seamos casados como otros, o estudiantes como otros, o abuelos como otros, o solteros como otros o “X” como otros nuestra vida hace que no haya nadie que pueda hacer lo que nosotros podemos hacer. Juan Bautista fue un gran hombre, Pedro tenía un gran corazón, Pablo fue un gran predicador, Francisco un hombre hecho oración… pero sólo Jesús es Jesús. Sólo él podía hacerlo. Sólo yo puedo hacer lo que el Señor quiere. “¿Estoy dispuesto?”

Dios te Salve María, llena eres de gracia,
el señor es contigo, y bendita tu eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto, de tu vientre Jesús.

Santa María, madre de Dios,
ruega por nosotros los pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

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