Las boda de Caná


«Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: "No tienen vino". Jesús le responde: "¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora". Dice su madre a los sirvientes: "Haced lo que él os diga"». (Jn 2, 1-5).

«En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo -a petición de su Madre- con ocasión de un banquete de boda. La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo» (CIC, 1.613).

Leyendo este texto uno entiende muchas cosas de la vida de Jesús. Me viene a la cabeza la expulsión de los vendedores del Templo de Jerusalén. Puede que no se parezcan mucho. Pero María en Caná y Jesús en Jerusalén muestran que tienen las cosas muy claras. Como dice el refrán “de tal palo tal astilla”.

Las bodas de Caná es uno de los pocos textos que nos han llegado en los que aparece María. Sigue sorprendiéndome lo poco que conocemos de María, gran parte de lo que sabemos viene de tradiciones extrabíblicas, y sin embargo que fuerza tiene en nuestra vida cristiana. Caná es la prueba de ello. Su preocupación, su interés, su mediación, su no hacer caso a lo que no es importante… nos muestran a María, nuestra madre, preocupada por nosotros.

Me da igual quienes fueran los que se casaban. Y María parece que también. Lo importante para ella es que todo les salga bien. Y que fracase una boda es empezar con mal pié una aventura como es el matrimonio. Por eso lucha contra viento y marea e incluso con la aparente apatía de Jesús (digo aparente porque Jesús no se opone con gran fuerza) para que todo vaya bien.

Ante este texto lo único que puedo decir es “Gracias madre por ser nuestra madre”. Contemplando este evangelio me doy cuenta que ella es una buena ayuda. Cristo nos la dio como madre nuestra y ella quiere que yo sea feliz. Por eso es la que está cerca de Jesús diciéndole “ayúdale; échale una mano; ponle otra señal para que se convierta; invítale de nuevo a ser feliz”. La verdad es que me imagino a María dándole “la lata” a Jesús por amor a nosotros.

Y el Hijo que se deja convencer. De eso no tengo duda. Ha aprendido bien de su madre. Si no fuera por ellos, ¿qué sería de nosotros?. Dice el ateo: “No creo en Dios”. Digo yo: “No te preocupes; ellos si creen en ti”.

Dios te Salve María, llena eres de gracia,
el señor es contigo, y bendita tu eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto, de tu vientre Jesús.

Santa María, madre de Dios,
ruega por nosotros los pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

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