La Institución de la Eucaristía



«Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: "Tomad, comed, éste es mi cuerpo". Tomó luego una copa y dando las gracias, se la dio diciendo: “Tomad y bebed todos de ella, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por mucho para perdón de los pecados”.» (Mt 26, 26).

“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Jesús vivió amando, entrego su vida, entregó su amor. Por eso vive, porque dio su vida por todos. Es algo que se nos escapa, nosotros no podemos llegar a tanto. Pocos han sabido vivir el amor de la misma manera que Jesús. Sólo aquellos que aman hasta el extremos saben lo que es vivir en plenitud, son ellos los que han sobrevivido a la historia.

La Última Cena no se puede entender sino es teniendo en cuenta toda la vida de Jesús. Sólo desde todo lo que ha hecho entre nosotros se puede explicar que quiera estar siempre con nosotros. No podemos mirarla asilada de lo otro. La institución de la Eucaristía es importante, pero sólo adquiere su sentido por ser el resumen de toda la vida de Jesús. Es la representación del “sí” total, radical, libre y amoroso de Jesús por nosotros.

“Haced esto en conmemoración mía”. Es la frase que usamos durante la Misa, en la consagración, para recordar eso que nos mandó Jesús. Recordar su gesto, que es el recuerdo de su vida y actualizarlo. Dicho de otro modo: Actualizar la vida de Jesús en nuestra propia vida, hacer lo que él hizo. Ser pan de vida para el otro, ser el que da toda la vida por los demás, los que no nos guardamos nada para nosotros. Eso es hacer conmemoración. Que nuestro "sí" sirva para que otros conozcan el amor de Dios en nuestra vida, en nuestra entrega.

Dios te Salve María, llena eres de gracia,

el señor es contigo, y bendita tu eres

entre todas las mujeres,

y bendito es el fruto, de tu vientre Jesús.

Santa María, madre de Dios,

ruega por nosotros los pecadores,

ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén





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