Catedral de Qatar

Copio textualmente de la página de la Curia General de los Capuchinos:

Una Señal en el Corazón del Islam

DOHA, Qatar - Se trata de una catedral en el desierto, en el sentido literal de la palabra. Sin embargo, no permanecerá como ‘catedral en el desierto’ en sentido figurativo. Nos referimos a la iglesia Nuestra Señora del Rosario, consagrada el 14 de marzo de 2008 en las afueras de Doha, capital de Qatar. Durante catorce siglos, solo ha habido lugares de culto público musulmanes. Por eso, la consagración de esta iglesia representa una presencia histórica de la Iglesia Católica en los países de la Península Arábiga. El cardenal Iván Días, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, vino a Doha para presidir la celebración a la que asistían más de 6000 fieles. Se le unieron en la celebración, el Vicario Apostólico de Arabia, Paul Hinder, OFMCap, así como su predecesor Bernardo Gremoli, OFMCap, el Nuncio Apostólico de Kuwait, Monseñor Giuseppe De Andrea, y el Vicario Apostólico de Kuwait. El Cardenal Días trajo el saludo y la bendición del Papa Benedicto XVI a toda la asamblea, formada, sobre todo, por inmigrantes de unas treinta naciones, pero, especialmente, de India y Filipinas; agradeció al monarca de Qatar, quien había regalado la parcela sobre la que se había construido la iglesia. “Jesucristo, afirmó el Cardenal Días, es la piedra angular del edificio espiritual de los cristianos. Así, la belleza exterior de esta nueva iglesia debe revelar la dignidad que los creyentes llevan en su corazón. El edificio de la iglesia es como el vestido que adorna el misterio oculto de los cristianos”. Sin embargo, las palabras más exactas las pronunció un emocionado Paul Hinder. “Hoy, nosotros hemos tenido una nueva experiencia de lo que es la catolicidad de la Iglesia”. Además de la iglesia, el complejo parroquial ofrece espacio para la vida comunitaria. En torno al edificio principal, hay 2.400 espacios para sentarse, y también salones para la catequesis de los niños y para los muchos grupos de diferentes nacionalidades y ritos. El párroco filipino, P. Tom Veneración, estaba rodeado por los cinco capuchinos que le ayudan en la celebración de la eucaristía en catorce lenguas. Esta extraordinaria vitalidad llevó a Monseñor Hinder a esta reflexión al terminar la consagración: “La última vez que estuve con el Santo Padre, le dije que esperaba que no me cambiarían nunca de la comunidad que me habían encomendado como pastor”.

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