Homilia del día de la Inmaculada Concepción


Como en otros tiempo fuertes la Comisión de Pastoral de los Capuchinos de España y Portugal ha preparado unos esquemas para los domingos de Adviento. Esta vez está preparados por el hno. Jesús González Castañón. Espero que os sirva

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

LECTURAS:

Gén 3,9-15.20

Ef 1,3-6.11-12

Lc 1,26-38

  1. En la solemnidad del día 8 de diciembre se celebran conjuntamente la Inmaculada Concepción de María, la preparación radical a la venida del Salvador y el feliz exordio de la Iglesia sin mancha ni arruga” (MC 3). Las certeras y hermosas palabras de Pablo VI sitúan perfectamente esta fiesta en el contexto del adviento. Desde ellas se nos está diciendo que no sólo hay futuro (mensaje del adviento), sino que ese futuro ya se ha realizado en alguien de nuestra raza, de nuestra misma estirpe: en María de Nazaret el futuro ya comenzó. Desde aquí las lecturas nos señalan tres planos fundamentales:

a) Ante todo, descubrimos el anuncio gozoso de ese futuro que Dios prepara para nosotros. En Efesios extiende ante nosotros un horizonte que, más allá de las limitaciones y oscuridades en que nos movemos habitualmente, nos abre al proyecto que Dios construye para cada uno, para la humanidad, para la creación entera.

b) Intentando desbancar a Dios de su trono, olvidándose de que su grandeza consistía precisamente en ser humano, queriendo convertirse en Dios para construirse por sí mismo el futuro, el ser humano puso en peligro ese proyecto grandioso. Y se encontró con las manos vacías sin poder cubrir su desnudez, los ojos oscurecidos incapaces de descubrir al Dios amigo que llegaba hasta él, los oídos sordos a los pasos del amigo que traía vida y felicidad.

c) Pero hubo alguien, María de Nazaret, que descubrió con gratitud que sólo dejando a Dios ser Dios podía realizarse plenamente y aceptó con disponibilidad ese reto haciendo posible que el futuro del ser humano volviera a ser posible. Se fió incondicionalmente de Dios, dándole la posibilidad de realizar su proyecto y la humanidad volvió a florecer.

  1. Contemplar y vivir esta solemnidad desde la mirada y el ejemplo de Francisco de Asís es descubrir una serie de pistas que nos invitan a la oración agradecida y esperanzada, una oración en la que la presencia del futuro que Dios nos prepara es una invitación a la alegría, al optimismo, a la esperanza vigilante y activa:

a) Su amor y devoción a María, “la Virgen pobrecilla” (2Cel 200), tenía una razón fundamental: había hecho a Dios hermano nuestro (2Cel 198; LM 9,3). De ella recibió la carne verdadera de nuestra humanidad y fragilidad” (2CtaF 4; ver CtaO 21; RnB 23,3). De este modo sabía él que el futuro de la humanidad era posible.

b) Desde ahí la alabanza, la acción de gracias, la bendición brotan espontáneamente de sus labios: “Te damos gracias, porque, así como nos creaste por tu Hijo, así también, por el santo amor con que nos amaste, hiciste que él, verdadero Dios y verdadero hombre, naciera de la gloriosa siempre Virgen beatísima Santa María” (RnB 23,3).

c) Pero aprende también que, si el ser humano no quiere hacer fracasar el proyecto de Dios, debe dejar a éste ser Dios, es decir, como María, la humilde esclava del Señor, debe caer en la cuenta de que sólo Dios dice y hace todo bien (Adm 8,3), sólo él es capaz de crear el futuro.

3. Al celebrar ahora la Eucaristía, alabamos y damos gracias al que, en María, la mujer creyente y disponible, ha hecho maravillas. Le damos gracias, porque en ella ha hecho ya realidad el futuro que a nosotros nos promete. Le pedimos también que, como María, sepamos caminar hacia ese futuro dejándole a él ser Dios.

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