EUCARISTÍA, parece mentira como evolucionan las épocas

AYER, HOY Y MAÑANA:

a) La eucaristía preconciliar:

Veamos una ligera descripción de cómo era la Eucaristía preconciliar.

1.- Las liturgias se tenían en un latín que nadie comprendía. El sacerdote leía todas las lecturas en latín y mirando hacia el retablo.

2.- Diversas Misas se celebraban a la vez en la misma iglesia, y la gente las iba siguiendo simultáneamente. En los teologados había multitud de altares en los coros. Se iban oyendo las campanillas de las sucesivas consagraciones.

3.- Había la posibilidad de una misa de sesión continua, en la que uno podía cumplir el precepto dominical escuchando el final de una y el principio de otra con tal que no se separase la consagración de la comunión.

4.- Mucha gente llegaba sistemáticamente al ofertorio y se marchaba antes del último evangelio. Con ello se quitaba importancia a la liturgia de la palabra, quizás porque era en latín.

5.- Nunca jamás en toda su vida recibían los fieles cristianos el cáliz para la comunión bajo las dos especies.

6.- La comunión se podía dar fuera de la misa. El sacerdote salía a dar la comunión antes o después de terminada la misa. Mucha gente a diario iba a la iglesia sólo a comulgar.

7.- La comunión se recibía de rodillas en la reja del presbiterio, y siempre en la boca.

8.- Las Misas eran de cara a la pared; el altar se asemeja más a un ara que la mesa de un banquete.

9.- El culto a los santos oscurecía la centralidad del misterio de Jesucristo. En el calendario el número excesivo fiestas de los santos desfiguraban la naturaleza de los tiempos litúrgicos. En las iglesias se multiplicaban las imágenes con sus altarcitos, donde la gente satisfacía su piedad privada, con merma de las celebraciones comunitarias.

10.- Como no se entendía el latín, era costumbre rezar el rosario durante la Misa, o leer un libro piadoso. En algunos sitios había un predicador en el púlpito que predicaba durante toda la Misa, y solamente interrumpía un momento en la consagración, y luego continuaba.

11.- Se fomentaba la escrupulosidad de los sacerdotes que temían cometer cantidad de pecados mortales omitiendo palabras en el canon (cada palabra omitida = un pecado mortal).

12.- A muchos les angustiaba el pronunciar exactamente las palabras de la consagración que se consideraba como un conjuro mágico que dejaba de surtir efecto si se alteraba el sonido de alguna de sus letras.

13.- Había una gran distancia física entre el presbiterio y los fieles, con grandes escalinatas o rejas de división.

14.- Había un tabú a propósito de las especies eucarísticas que no se podían tocar por quien no estaba ordenado. Las sacristanas que tocaban los vasos sagrados vacíos con un guante.[1]

15.- El sacerdote tenía un monopolio absoluto ejerciendo todos los ministerios durante la misa, salvo la pequeña ayuda de los niños acólitos que se limitaban a responder en latín y trasladar de sitio el misal o las vinajeras.

16.- Al sacerdote sólo le respondían los monaguillos, y no la asamblea. Nunca se establecía una diálogo real entre el presidente y la asamblea, ni siquiera en la respuesta “Et cum spiritu tuo”.

17.- El ayuno eucarístico, antes de la reforma de Pío XII, se observaba estrictamente desde las 12 de la noche del día anterior, con lo cual no había nunca Misas por la tarde, y en las Misas al final de la mañana casi no comulgaba nadie porque ya había desayunado todo el mundo.

18.- Había una absoluta falta de espontaneidad; cada gesto y palabra estaba dictado por el ritual sin que el celebrante pudiese improvisar ni alterar el más mínimo detalle. En ningún momento se sugerían formas o palabras opcionales. El ritualismo de unos gestos mecánicos acompañaba a unas palabras en un idioma ininteligible.

19.- La teología de los sacramentos entendía el ex opere operato de un modo que minusvaloraba la intencionalidad de las personas y la comprensión.

20.- Se perpetuaban las diferencias sociales en el culto, mediante puestos reservados en la iglesia para los ricos y notables que tenían sus propios reclinatorios en lugares reservados para ellos.

21.- Había sacramentos y funerales de primera, de segunda o de tercera, según el dinero que se pagase. Los de primera tenían más celebrantes, diácono y subdiácono, eran cantados, y en ellos se usaban ornamentos más lujosos, y el catafalco era más barroco.

22.- La Eucaristía se entendía más como objeto de adoración que de manducación. Se trataba de mirar la Sagrada Forma en el momento de alzar, con la campanilla resonando y las genuflexiones. O la solemnidad de la Exposición solemne, al acabar la Misa. Entonces es cuando se encendían las velas, las luces. Ahora empieza lo importante.

23.- El pueblo apenas cantaba en la Misa. Había un repertorio popular muy reducido. Normalmente se escuchaba a una schola de cantores profesionales que cantaban en latín, en canto polifónico. Se situaban atrás en el coro y no eran un fermento para animar al pueblo a cantar con ellos.

24.- Al no haber Misas por las tardes, había distintos tipos de actos, rosarios, novenas, sermones, actos eucarísticos…

25.- No estaba institucionalizada una preparación catequética para los sacramentos (exceptuada la primera comunión). Bautismos, bodas, confirmaciones no venían precedidos por ningún tipo de cursillo.

b) 20 nuevos valores de la reforma litúrgica: Vaticano II

La nueva liturgia intentó fomentar los valores que estaban absolutamente marginados.

1.- Acercar la acción litúrgica a los fieles quitando barreras de escalinatas y rejas y poniendo el altar de cara al pueblo. Diseñar nuevos tipos de templo más aptos para esta liturgia comunitaria y participativa.

2.- Potenciar el papel de la asamblea frente al monopolio del presidente. La asamblea participa más en las oraciones, en la respuesta al salmo, en las aclamaciones, en el cambio de posturas (SC 14, 21, 30, 114).

3.- Dar unidad y relieve a la acción litúrgica prohibiendo absolutamente que durante ella se pueda tener otra Eucaristía o ningún otro acto de culto en el mismo espacio de la iglesia (SC 57).

4.- Fomentar el canto de toda la asamblea frente al monopolio de la schola, las corales y los solistas (SC 114).

5.- Potenciar los ministerios diversos frente al único ministerio del presidente; reinstaurar el diaconado permanente y rehabilitar el ministerio del diácono. Instaurar los ministerios laicales del acólito y el lector; potenciar los ministerios de salmista, de monitor, maestro de coro, dando entrada a los laicos no ordenados, y más tímidamente a las mujeres (SC 29).

6.- Resaltar la estética de la sencillez y de la verdad frente a simulaciones barrocas, puntillas, floripondios y ostentaciones (SC 34).

7.- Fomentar la inteligibilidad de las palabras frente a los signos puramente mecánicos (SC 33-34). Aprobar la utilización de las lenguas vernáculas (SC 36, 54, 63, 101). Añadir más lecturas y moniciones (SC 35, 51). Prescribir la homilía los domingos, y recomendarla entre semana (SC 52). Celebrar una liturgia de la palabra en todos los sacramentos (SC 35).

8.- Ensamblar mejor la vivencia del culto con el resto de la vida, trayendo a la misa la realidad de lo que los participantes están viviendo en ese momento. La liturgia se considera la cumbre y la fuente de toda la actividad de la Iglesia (SC 10).

9.- Articular mejor la comunión dentro de la eucaristía, prohibiendo que se administre fuera de la Misa, salvo en casos urgentes como es el del viático. Conceder la comunión bajo las dos especies (SC 55).

10.- Insistir en el valor de los actos subjetivos, la intención de los participantes, las disposiciones interiores, la atención, la focalización de la devoción en la acción litúrgica y no en otras devociones que se realizan paralelamente a ella (SC 11, 14, 21, 59, 90). Eliminar la literalidad en la dicción de palabras o realización de gestos, que pudieron llevar en otros tiempos a escrúpulos de conciencia en caracteres débiles.

11.- Centrarse más en el año litúrgico y reducir el puesto que tenían anteriormente las fiestas de los santos (SC 107). Dar mayor centralidad al domingo (SC 106). Dar una mayor prioridad a la lectura continuada sobre las lecturas correspondientes a otras memorias (SC 51).

12.- Inculturar la liturgia y adaptarla a las distintas circunstancias de las regiones. Conceder atribuciones a las conferencias episcopales de los distintos países (SC 37-40, 63b).

13.- Eliminar las diferencias de categoría social en la manera de celebrar los distintos ritos (SC 32).

14.- Fomentar el carácter comunitario de las celebraciones, tanto de los sacramentos, como de la Liturgia de las Horas (SC 26, 27, 99, 100). Restablecer la concelebración como expresión de la unidad del sacerdocio (SC 57-58).

15.- Ofrecer formularios opcionales para distintas partes. Mayor abundancia de plegarias eucarísticas, de bendiciones, de actos penitenciales, de saludos, de lecturas alternativas. Inclusive en algunos saludos, moniciones y plegarias se contempla la posibilidad de improvisación por parte del presidente. Recordemos que la liturgia pre-vaticana era absolutamente rígida y no dejaba lugar ninguno para la opción o la improvisación.

16.- Restablecer la oración de los fieles en la Eucaristía, en los otros sacramentos y en la Liturgia de las Horas (SC 53).

17.- Reinstaurar la iniciación cristiana de los adultos y el catecumenado (SC 64, 71, 74).

18.- Reformar los rituales de los sacramentos afectando incluso a las partes más fundamentales, incluida la materia y la forma, como es el caso de la confirmación, la unción de los enfermos, la ordenación de obispos y la Eucaristía (SC 62).

19.- Reforma profunda de la Liturgia de las Horas, para hacerla más breve, menos clerical, más bíblica, más adaptada a las horas del día (SC 88, 90, 94).

20.- Frente al validismo en los sacramentos, o “sacramentos de mínimos”, fomentar la potenciación del simbolismo y la palabra que los acompaña, para eliminar cualquier tipo de “automatismo” en su celebración. Los sacramentos no se limitan a conferir la gracia automáticamente, sino que deben “alimentar, robustecer y expresar la fe” (SC 59).

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