El Adviento es espera


Hay momentos particulares en los cuales buscamos al Señor. Uno de estos es cuando el dolor llama a nuestra puerta; y si de verdad se nos ocurre invocarlo con fuerza, puede suceder que, pasado el momento de dificultad, nos arrepintamos porque nos damos cuenta de que cada vez más a menudo nos olvidamos de él. Si tenemos la gracia de entender que Dios de nosotros sólo quiere amor, sólo quiere un poco de nuestro corazón, no nos resulta difícil entender que Dios se ocupa de nosotros siempre. Y él también se hace de esperar: se ha hecho de esperar durante siglos por el pueblo de Israel, se hace esperar también por nosotros. Porque la espera aviva el amor y el deseo.

"No me gusta esperar en las colas. No me gustar esperar mi turno. No me gusta esperar el tren. No me gusta esperar entes de juzgar. No me gusta esperar el momento oportuno. No me gusta esperar otro día más. No me gusta esperar porque no tengo tiempo y yo vivo nada más que el instante del ahora. Pues tú lo sabes muy bien, todo está hecho para evitar la espera: los abonos de los medios de transporte públicos y los autoservicios, los créditos de los bancos y los expendedores automáticos, las fotos digitales, los tele-fax y los ordenadores, la televisión y la radio. No tengo la necesidad de esperar a las noticias: ellas mismas me preceden. Sin embargo tú, Dios, has elegido hacerte esperar durante todo el tiempo de un Adviento. Porque tú has convertido la espera en el espacio de la conversión, en el cara a cara con todo lo que está escondido. La espera, sólo la espera, la espera de la espera, la intimidad con la espera que está en nosotros, porque sólo la espera llama la atención y sólo la atención es capaz de amar." (J. Debruyrnne, Ecoute, Seigneur, ma prière)

El tiempo de la Espera (Guido Novella)

Señor, a menudo no espero para nada o espero cosas.
Y me encuentro con el corazón vacío.
Despierta en mí el deseo de esperar a las personas.
De esperarte a ti.
Dame la capacidad de discernir la inquietud
Que siempre me coge:
Es tu voz la que me invita a desear lo nuevo.
Haz que sienta en el aire el perfume
De tu dulce presencia.
Tú, el verdadero amigo que nunca me abandona.
Tú, mi futuro soñado
Y que ya se ha convertido en realidad.
Porque tú le tienes cariño a mi existencia.
¡Ven, Señor, en mi día a día!

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