La Copa o Cáliz


El hermano Capuchino Herculano Alves, de la Provincia de Portugal, acaba de publicar un pequeño artículo en la revista "Evangelio y Vida" de los Capuchinos de Castilla sobre el sentido de las copas en la Biblia.

Dada la época en la que estamos y el significado que tiene para nosotros lo reproduzco a continuación:

Copa (Cáliz)

La copa o cáliz no parece por primera vez el Jueves Santo; forma parte de la celebración de los banquetes, habiendo pasado de ellos a los templos y sacrificios de todas las religiones. Por eso es el símbolo de la alegría y de la fiesta y también del sufrimiento y de la muerte. Es el medio normal de llevar las bebidas a la boca; los pueblos primitivos bebían di­rectamente por los recipientes que contenían el agua o el vino, o usaban pequeños obje­tos cóncavos de madera o de barro.

Como instrumento para beber en una comida la copa es relativamente tardía, apare­ciendo fundamentalmente en los ambientes refinados de los nobles y los reyes o en las co­midas sagradas en honor de los dioses. Es en estos ban­quetes sagrados o litúrgicos donde es usada con valor simbólico.

1.- La Copa de la adivinación.

El valor simbólico de la copa procede, en primer lugar, del agua o del vino que se bebe y es compartido. Y como estos simbolizan sobre todo la vida, la copa significa ante todo la vida que se recibe se­gún la medida del que bebe. Como se usaba en los banque­tes sagrados y formaba parte de las comidas de los dioses, la copa era usada para adivinar la voluntad de los dioses.

Este hecho aparece tam­bién en la Biblia en el episodio de los hermanos de José: la copa de la adivinación fue co­locada en el saco de su herma­no Benjamín. El siervo de José se quejo, diciendo: «Por que habéis robado la copa que uti­liza mi señor para beber y para hacer sus adivinaciones» (Gn 44,5).

Muchas veces echaban una gota de aceite en la copa llena de agua y en ella encon­traban señales del futu­ro. Mas tarde la Biblia prohibió esas adivinacio­nes (Dt 18,10).

La copa/cáliz es símbolo de vida. Pero esta puede ser alegre y feliz o también triste y desgraciada, según que su contenido sea bueno o malo. Por eso puede ser símbolo de la fiesta y la alian­za, pero también de la traición y de la muerte.

2.-La copa de la fiesta y de la alianza.

La copa, mas o menos rica, muchas veces de oro, era una de las señales de fiesta en los grandes banquetes. Las copas usadas en la liturgia del templo de Jerusalén fueron robadas por los babilonios, cuyo rey las usaba después en sus banque­tes (Dn 5,1-6). «Toda la vajilla (lit. copas) del rey Salomón eran de oro, lo mismo que todo el mobiliario (lit. copas) de la sala llamada 'Bosque del Líbano"» (1 Re 10,21).

La copa del banquete, símbolo de fiesta, adquiere un va­lor teológico y catequético profundo porque esta ligada a la alianza. Intuimos por que motivo Jesús uso la copa en su cena de despedida: quiso hacer una alianza nueva con la humanidad.

Las alianzas se realizaban en un banquete y bebiendo de la misma copa; algo parecido a lo que todavía hoy se hace en los contratos, y lo que se hace en el Extremo Oriente en la ce­remonia del casamiento. La copa pasaba de mano en mano como señal de amistad y de fa­miliaridad.

En estos términos es pre­sentada la ovejita del pobre en la parábola que Natán cuenta a David: «la había criado, y había crecido con él y con sus hi­jos; comía de su bocado, bebía de su vaso y dormía en su seno; era como una hija para el» (2 Sam 12,3).

Con este simbolismo de la fiesta-alianza con Dios aparece la copa en muchos textos bíblicos. El mismo Señor es pre­sentado como el "anfitrión" que prepara la copa del vino de la fiesta: «Me preparas un banquete..., perfumas con ungüento mi cabeza y mi copa rebosa» (Sal 23,5). « ¿Cómo pagare al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantare la copa de la salvación invo­cando su nombre» (Sal 1 16, 12-13).

"Levantar la copa" es hacer una ofrenda de vino en honra del Dios de la alianza. Este sim­bolismo de la fiesta y de la alianza llega incluso a represen­tar al mismo Dios de la alianza: «Tú, Señor, eres mi copa y el lote de mi heredad, mi destino esta en tus manos» (Sal 16,5).

En los textos litúrgicos de la Biblia, la copa, de plata o de oro, aparece mencionada con frecuencia con este sentido de la alianza: una parte del liqui­do (agua o vino) se derramaba sobre la base del altar en señal de comunión con Dios, en él representado. Este ritual tiene su origen en la idea que los pueblos antiguos se hacían de los dioses, seres vivos "que co­men y beben" como los seres humanos y con ellos.

Ben Sira describe el ritual litúrgico de la copa a propósito del Sumo Sacerdote: «Cuando él tomaba en su mano la copa, hacía ofrenda de vino y lo de­rramaba al pie del altar, como aroma suave para el Altísimo, Rey del universo, los hijos de Aarón comenzaban a gritar...». Continúa el texto describiendo un solemne ritual con los sa­cerdotes, los cantores y el pue­blo alabando a Dios (Eclo 50,15-19). Dicho ritual perte­nece al sacrificio de comunión con Dios. El vino es derramado en el altar para simbolizar que Dios también "bebe" con los oferentes, como en el sacrificio de comunión y de amistad con Dios.

En el Apocalipsis, esta co­munión con Dios se expresa en términos litúrgicos, con las «copas de oro llenas de perfu­mes, que son las oraciones de los santos» (Ap 5,8).

3.- La copa de la comunión con Dios y con los otros.

La copa servía para derra­mar vino sobre la base del altar, pero servía también —con el mismo sentido— para recoger la sangre de las víctimas de los sa­crificios para poder ser asperjala sobre cualquier objeto del templo; son las "copas de la aspersión" que se citan en va­rios textos (Ex 24,6; Nm 4,14; 19,17-20; Zac 14,20). La copa, es, pues, y ante todo, copa del banquete, la copa de la comu­nión con Dios.

La sangre derramada y su aspersión en las ceremonias del templo era el símbolo pro­fético de la sangre de Cristo derramada en su pasión, y que, en la iconografía cristia­na, se representa brotando del costado de Cristo en la cruz y siendo recogida en una copa (Jn 19,34-35).

Pero esta comunión con Dios puede convertirse en una ruptura con el mismo Dios cuando se entra en comunión con las divinidades que se opo­nen a él. Por eso el propio S. Pablo decía a este respecto: «No podéis beber el cáliz del Señor y el de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios. ¿O es que preten­demos provocar la ira del Señor» (1 Cor 10,21-22).


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